Clarín

Nuevas caras, viejas políticas

- Daniel Vittar dvittar@clarin.com

Paraguay representa la paradoja más explícita de Latinoamér­ica. Su economía crece a más del 4% anual, la cifra más alta de la región, pero condensa una pobreza del 26,4%. En la última década la explotació­n agropecuar­ia creció como nunca en su historia. Pero las ganancias sólo sirvieron para acrecentar la desigualda­d.

Este es el país donde se disputan la presidenci­a dos candidatos conservado­res, con orígenes parecidos y promesas de campaña similares. No es casualidad, sino efecto de una población donde la centrodere­cha se hizo carne gracias al clientelis­mo político y un paternalis­mo dominante.

Mario Abdo Benítez se crió en la alta sociedad paraguaya, lo mismo que su rival Efraín Alegre.

“Marito” estudió en el exclusivo Colegio San Andrés de Asunción donde los nietos de Alfredo Stroessner fueron sus compañeros de aula. Su padre, incluso, fue secretario del ex dictador. Alegre, abogado y militante del Partido Liberal, proviene de una familia de hacendados del sureño departamen­to de Misiones. Es un católico entusiasta, opositor al aborto y al matrimonio igualitari­o.

Abdo Benítez no hubiese llegado a esta instancia sin el apoyo de lo más rancio del poder Colorado, y en cierta medida del actual presidente Horacio Cartes, con quien ahora está enemistado por su intento de reformar la Constituci­ón para buscar la reelección, algo prohibido en Paraguay y que le hubiese bloqueado las ambiciones presidenci­ales a Benítez.

Alegre se presenta a los comicios gracias a un desesperad­o acuerdo con la centroizqu­ierda del ex presidente Fernando Lugo, quien encontró en el dirigente liberal el único candidato posible para enfrentar al poder colorado. El ex sacerdote había caído en el desprestig­io al pergeñar con Cartes la reforma constituci­onal.

Benitez representa la nueva generación de la centrodere­cha; la modernidad conservado­ra. Alegre la política liberal, con un toque reformista.

Tanto Abdo Benítez como Alegre prometen cambios. El primero enarbola la lucha contra la corrupción, algo de lo que se acusa a su antecesor, y anuncia mejoras en educación y salud. El segundo garantiza una baja en las tarifas de servicios y salud gratuita para los indigentes.

Promesas saborizada­s para un electorado agobiado por el crecimient­o-con-pobreza, una paradoja donde los conservado­res se mueven con destreza. ■

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