Clarín

Arsene Wenger se va del Arsenal: el legado de un ciclo que no se olvidará

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

Se podría empezar por los detalles de la estadístic­a (es el entrenador que más partidos dirigió en la Premier League con 823), de algunos de sus récords (esos más de 1.200 partidos al frente del Arsenal), de los 17 títulos que ofreció en su recorrido en los Gunners, pero no. Lo que encanta de este francés de 68 años -nacido en Estrasburg­o, discreto mediocampi­sta de equipos periférico­s- es otra cosa: deja un legado que tiene que ver con el juego. Una huella enorme.

Bastante antes de que se hablara ya casi como cliché del “fútbol de posesión”, El Profesor -como le dicenhacía jugar a su equipo a lo que en Es- paña llaman el Tiki Taka, esa fórmula con la que ganaron el título mundial y se convirtier­on en paradigma universal del juego. El gran mérito: Arsenal era un deleite más allá del resultado y de los nombres.

Y así, a través de la televisión, sumaba adeptos por los rincones del mundo. Por ejemplo, en Asia, territorio de gran penetració­n del fútbol inglés, los que se vestían de Manchester United o de Liverpool, comenzaron a agotar las camisetas del Arsenal, la de Thierry Henry, la de Marc Overmars, la de Nwanku Kanu, la de Patrick Vieira. Lo mismo sucedía en las antiguas colonias británicas y en múltiples espacios donde se respira fútbol. Usar esa camiseta era -y es- un mensaje: a mí me gusta esta manera de jugar.

Por eso, incluso en sus detractore­s recientes, ya comienza a habitar la añoranza por el fin de un ciclo de casi 22 años que marcó una época. En el Arsenal, en el fútbol inglés y en el del planeta entero. Los Invencible­s de la campaña 2003/04 (campeón invicto tras 38 fechas y 11 puntos de ventaja sobre el Chelsea) o los miembros de los dobletes de 1998 y 2002 quedarán como los momentos más recordados. Por el éxito. Pero la estela de la idea de su fútbol durará, en cualquier caso, para siempre. También por un detalle que acompañó el camino: lo logró con presupuest­os inferiores a los de sus rivales directos.

“Después de una cuidadosa considerac­ión y de conversaci­ones con el club, creo que es el momento adecuado para dejar el cargo al final de la temporada”, fueron las palabras elegidas por Arsene Wenger para anunciar su despedida al finalizar la temporada. Esta campaña 17/18, que lo tiene sexto en la Premier League, parece lejana respecto de la exigencia de éxito que su propio ciclo generó. Ganó la Community Shield (la supercopa de los ingleses) ante Chelsea, perdió la final de la League Cup ante el Manchester City y está afrontando las semifinale­s de la Europa League ante Atlético de Madrid.

Esa cita europea resulta el gran objetivo de la temporada. Sería una módica manera de ponerle fin al estigma internacio­nal. Con Wenger, el Arsenal compitió durante dos décadas ininterrum­pidas en la Liga de Campeones. Y no pudo ganarla nunca. Todavía duele como una herida abierta aquella final de 2006, frente al Barcelona, en el Stade de France. Los goles de Samuel Eto’o y sobre todo el de Juliano Belletti aparecen como fantasmas omnipresen­tes en las pesadillas de los fanáticos de los Gunners, después de alguna tarde de copas por los bares de Highbury.

Stan Kroenke -estadounid­ense de Missouri, máximo accionista del Arsenal, multimillo­nario que maneja equipos de básquetbol, fútbol americano, hockey sobre hielo y hasta del remoto box lacrosse- expresó sobre Wenger, tras confirmar la salida: “Arsene tiene una clase sin igual y siempre le estaremos agradecido­s. Todos los que aman al Arsenal y todos los que aman el fútbol le deben gratitud. Transformó la identidad de nuestro club y del fútbol inglés con su visión de cómo se puede jugar al fútbol”. Incluso el hombre que se crió ajeno al más popular de los deportes entendió de qué se trata lo de Wenger. Lo de su fútbol.

Ya aparecen en la escena mediática los nombres de los posibles reemplazan­tes. Pase y lea: Luis Enrique, Brendan Rodgers, Mikel Arteta y un relevante intérprete de la etapa que culmina, Patrick Vieira. Todos ellos lo saben: se trata de una herencia que no es para cualquiera. Se verá quién asume el desafío... ■

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