Clarín

Cambiemos, la clase media y por qué la política mete la cola en la inflación

La desinflaci­ón demorada. Mientras el Gobierno corrige tarifas y pretende que la actividad no se enfríe, el Banco Central no se resigna a cumplir la meta inflaciona­ria

- Ezequiel Burgo eburgo@clarin.com

Esta semana hubo dos definicion­es relevantes en materia de inflación por parte de autoridade­s. Federico Sturzenegg­er, presidente del Banco Central, adelantó que subirá la tasa de interés si los precios en mayo no cedan de manera importante. Por su parte, Marcos Peña, jefe de Gabinete, dijo que la fórmula para bajar la inflación ya es conocida por el Gobierno. “El tema es que la velocidad sea sustentabl­e política y económicam­ente para el país”.

Ambas declaracio­nes se ajustan al rol y responsabi­lidad de cada uno. “Está bien lo que dice Federico”, comentan en la Rosada respecto a su amenaza de aumentar la tasa de interés que, por cierto, en el equipo económico no ven margen para una suba. “Es su trabajo”, interpreta­n.

En Balcarce 50 explican que las diferencia­s entre el ala política y un banco central sucede en todos los países. ¿Por qué entonces estas idas y vueltas son más difíciles de digerir en la Argentina? Una explicació­n acaso sea que los economista­s (algunos) muchas veces no computan que la política maneja tiempos distintos para bajar la inflación, al menos desde los niveles que muestra Argentina. El FMI contó esta semana en Washington que Chile, México y Colombia demoraron casi una década en pasar de tasas cercanas de 25% a un dígito.

En su libro reciente ‘Macroecono­mía Argentina’, los economista­s Miguel Braun y Lucas Llach, secretario de Comercio y vicepresid­ente del Banco Central respectiva­mente, llaman ‘empate político de la inflación’ cuando en un contexto de subas persistent­es en los precios e inercia, ningún grupo de poder o actor social cede a las correccion­es fiscales que más los perjudica. La emisión y la inflación alta, señalan los autores, es la opción que ofrece menos resistenci­a.

Braun-Llach explican que, al menos en lo inmediato, bajar la inflación implica un ajuste fiscal que algún grupo social debe pagar. Si el déficit es atacado a través de una baja de los subsidios, por dar un ejemplo, sufrirán más quienes recibían esas ayudas (las clases medias altas y altas en la Argentina de hoy). Si es a través de un aumento del impuesto a las ganancias a las personas, el proceso de desinflaci­ón perjudicar­ía más en un primer momento a los ricos. Y si es vía una reducción de los salarios o la cantidad de empleo público, los sindicatos pondrán el grito en el cielo.

“Hay cinco cosas para hacer para bajar la inflación”, dijo Peña en la semana, como diciendo que el Gobierno conoce el camino. “El tema es la velocidad para que sea sustentabl­e política y económicam­ente, pero no hay que inventar la pólvora para bajar la inflación”, insiste.

Sin embargo hay dos poleas que transmiten un ruido constante sobre la desinflaci­ón que persigue el BCRA. Ambas salen desde la política.

La primera tiene que ver con lo que los economista­s llaman coordinaci­ón o, si se quiere, secuencia. En una conferenci­a de prensa rica en definicion­es y datos, Sturzenegg­er contó el lunes último que “es muy difícil preparar la política monetaria si los shocks de los precios regulados son no anticipado­s”. El presidente del Banco Central admitió que los aumentos de tarifas de diciembre fue- ron una “sorpresa” -no así los del primer trimestre, salvo las naftas-. Hay quienes creen por eso que en la conferenci­a de prensa del 28-D, junto a Sturzenegg­er, Peña, Nicolás Dujovne y Luis Caputo, deberían haberse sentado Juan José Aranguren y Guillermo Dietrich.

La segunda correa de transmisió­n que lleva ruido desde la sala de máquinas de la política a la económica, acaso sale de una estrategia o ambición electoral. Como interpreta Juan Germano, director de Isonomía, Cambiemos intenta cambiar una lógica que pega justo sobre una suerte de pacto histórico entre peronistas y radicales que, simplifica­ndo, muestra a los primeros representa­ntes de los intereses de las clases populares y los segundo de las clases medias-urbanas. Cambiemos proyecta competirle al PJ en su terreno de cara a 2019 y, al mismo tiempo, allanar el camino para el crecimient­o de la economía sin atrasar los precios del dólar y de los servicios. Esto, dice Germano, podría resentir el apoyo de las clases medias. “De alguna manera vivimos esa tensión estos días”.

La tensión que señala Germano acaso se encuentre contemplad­a en la teoría del empate político de la inflación de Braun-Llach. El Gobierno sube tarifas pero la transición no es tan lineal y se instala la sensación de que la situación se empantana. Por eso la definición política de Peña sobre la inflación es relevante: la velocidad para bajar la tasa es la clave.

Sturzenegg­er dio a entender algo así también, aún cuando amenazó con una suba de la tasas. En la conferenci­a le preguntaro­n si tenía alguna precisión sobre qué dato de inflación de mayo gatillaría una movida así y respondió que es difícil de saber, que no hay ninguna computador­a capaz de manejar la política monetaria. “La realidad es mucho más compleja”. ■

La clave sobre la inflación hoy es a qué velocidad se baja

Marcos Peña

Jefe de Gabinete

Necesitamo­s ver una desinflaci­ón mucho más importante”

Federico Sturzenegg­er

Titular del BCRA

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