Vade retro a los censores
La Feria, un acontecimiento para la cultura y la gente que ama leer, también tiene su lado oscuro: desde el año siguiente a su nacimiento hasta bien entrada la restauración democrática, estuvo signada por la censura y la militarización. El hecho de que su creador hubiera sido profesor del Colegio Militar, le impuso a la Feria un reglamentarismo difuso y absurdo que cuadraba con el estado de la conciencia social.
Después del golpe del 76, personajes de abrigos largos recorrieron los pasillos censurando libros antes de la apertura; también se clausuró Siglo XXI y se detuvo a sus directivos.
Ya en plena democracia, bajo la presidencia de Menem, el gobierno teocrático de Irán exigió que no se exhibiera Versos satánicos, de Salman Rushdie, sujeto a la fatwa. De hacerlo, ese país suspendería importantes compras de arroz a la Argentina. El gobierno se hizo eco de ese reclamo pero, felizmente, los expositores no: desafiante, el libro se exhibió en muchos stands.
En el discurso inaugural de 1985, quien presidía la Fundación El Libro, también directivo de Emecé, repasó las pasadas ediciones sin mencionar que durante muchas hubo escritores, editores y libreros asesinados, desaparecidos, presos o prohibidos por la dictadura. Indignado, le pedí explicaciones: arguyó que, como Brigadier retirado, no podía referirse a temas que rozaban a la institución a la que debía lealtad.
Siempre es una alegría entrar a los pabellones feriales con la expectativa de encontrar el libro que nos estaba buscando. Pero en momentos en que las tendencias autoritarias parecen rebrotar en la sociedad y la cultura argentinas, conviene no olvidarse de estas historias, para estar atentos a toda posible restricción a las libertades públicas.