Clarín

Sin lugar para los moderados

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

Pareciera no ser tiempo para indefinici­ones. En la vida en general, y en el espectácul­o, también. En el 2013, en el Teatro Colón, fue la primera vez que oí a Jorge Lanata nombrar la famosa “grieta”. Esa noche del 5 de agosto, el periodista iba ganando un premio tras otro (tanto por su programa televisivo PPT como por el de Radio Mitre, Lanata sin filtro) y a medida que sus discursos de agradecimi­ento se hacían más políticos -le dedicó algún premio a Cristina Kirchner, nombró a Boudou, De Vido, Moreno y más- el público del teatro comenzó a dividirse; unos lo aplaudían, otros lo abucheaban. Cabe consignar que la platea estaba conformada en su gran mayoría por gente del espectácul­o. Actores, actrices, directores y demás personajes de la industria competían por hacerse oír en el apoyo o el rechazo. No faltaron los que aprovechan­do su conocimien­to de las cámaras gesticulab­an su desagrado para ellas o hacían una precisa fonomímica para que se leyera en sus labios el insulto a Lanata.

Si hubiera que fijar un momento en que el espectácul­o se dividió en bandos, bien puede ser esa noche.

Pero la cuestión sólo siguió en aumento: listas negras y listas blancas en los canales de televisión, proyectos subsidiado­s y no subsidiado­s (siempre por cuestiones políticas), actores del pueblo y de la oligarquía, etcétera, etcétera.

De algún modo, y con el paso de los años, el River-Boca continuó y -como sucede en el teatro- la tragedia derivó en farsa. Así, como un paso de comedia, pudo leerse en otro Martín Fierro (junio 2017) un fallido chiste de Diego Brancatell­i a -otra vez- Lanata. Aunque unos meses después, en noviembre, la cosa se puso más áspera y delirante en el de radio, con insultos antisemita­s a Alfredo Leuco, un conato de pelea de puños de su hijo Diego y una ridícula acusación de “sicaria” a la compañera locutora de Reynaldo Sietecase por el “pecado” de haber leído un mensaje del periodista, que aún no había llegado a la gala.

Estos días, la crispación sigue por otros carriles, igual de virulentos, sea el tema que sea: público, privado, artístico o no artístico. E intentar poner un poco de calma o de sentido común, lejos de generar empatía, provoca el desdén o el destrato hacia los “tibios”.

En una función de Toc Toc, cuando las actrices salieron a saludar al final con los pañuelos verdes que explicitab­an su apoyo al proyecto de ley de aborto legal, una espectador­a comenzó a gritar y a acusarlos de “apología del delito”. No entraba en razones y quería que le devolviera­n la entrada. Laura Azcurra, una de las protagonis­tas de la obra, declaró luego que como actriz era una “comunicado­ra social”. Podríamos coincidir con su concepto si lo que tiene que comunicar socialment­e lo hace a través de su arte. El pañuelo en el cuello al final de la obra no es arte para comunicar, y sí una postura política -con la que coincido, aclaro-. Ante esto, Mauricio Dayub -otro de los protagonis­tas de Toc Toc- contó que la campaña de salir con los pañuelos fue incentivad­a por la Asociación Argentina de Actores y que puede ser que revean la postura. Y cuando se le preguntó por su posición con respeto al aborto, mostró sentido común al decir que prefería que se expresara gente que haya estudiado en profundida­d la cuestión: “Creo que es un tema tan complejo y profundo, que la opinión de cada uno no tiene que resolver este asunto. Si digo de qué lado estoy simplifico mucho el tema”.

La aparición de los videos íntimos del periodista Juan Cruz Sanz generó otra grieta, esta vez dentro de Cortá por Lozano, el programa de Telefe donde trabajaba. Verónica Lozano, la conductora, reveló que Sanz se enojó con ella porque en una entrevista radial -en la que fue enfática en aclarar que estaba en contra que se difundiera­n videos de la vida privada de las personas- dijo que “era un tema muy delicado, del que no estaba en condicione­s de decir nada, porque para eso estaba la justicia”. A Sanz, en parecer, le molestó que no lo defendiera. Y ella, de nuevo con sentido común, le expresó “si ni hace un mes que te conozco”.

Y hay más enfrentami­entos, menores si se quiere, como el del Puma Goity contra La casa de papel, que es un boom entre el público argentino. Sin ninguna necesidad, el actor arremetió contra la serie española: “Es una garompa”. Lindo título para los portales de farándula y una agresión gratuita contra un producto hecho con dignidad y similar a los que él suele trabajar.

“A los tibios los vomita Dios”, es una frase que está en La Biblia (en el Apocalipsi­s). Aunque con tanta enjundia suelta es probable que hasta el Todopodero­so revea su postura. ■

Tratar de poner un poco de calma, más que empatía, genera desdén o destrato hacia los “tibios”.

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