Un club de tenis de La Boca que cumplió cien años pelea por no perder parte del predio
El Darling demandó al Estado Nacional porque rematará una porción del terreno que le alquila desde hace décadas. El Gobierno ya habilitó la venta y quiere que se construyan torres y una plaza. “Es inconstitucional”, dicen en la institución.
A metros de la autopista Buenos Aires - La Plata, en el comienzo de la avenida Brasil, entre un tráfico cargado de camiones, aparece un frente colonial: paredes color salmón, rejas de hierro y ventanales largos. Una “Casita de Tucumán”, en el límite entre La Boca y Puerto Madero, que corresponde al Darling Tennis Club, una institución social y deportiva de 100 años y varias luchas.
En los 60, las autoridades del club impidieron la prolongación de la avenida Martín García sobre sus terrenos. Más tarde, durante la dictadura, se enfrentaron a los deseos del intendente de facto Osvaldo Cacciatore, quien quería construir la subida a la autopista Buenos Aires - La Plata en el medio de sus canchas. Ahora, a semanas de haber alcanzado el centenario, están iniciando acciones legales contra el Estado Nacional. Por tercera vez, los persigue la posibilidad de perder parte del predio.
“Estas tierras eran un bañado. En donde están los quinchos había una laguna de entre tres y cuatro metros de profundidad. La Aduana estaba muy próxima y el paso vedado. Todo esto -el presidente del club, Daniel Calabrese, señala alrededor- era una zona compleja, con mucha inseguridad.
Estas tierras eran un bañado, era una zona muy insegura. Ahora con Puerto Madero cerca, el lugar es más apetecible”.
Daniel Calabrese
Presidente del club
Pasó el tiempo, Puerto Madero llegó hasta nuestra puerta y ahora los terrenos son apetecibles”.
El Darling Tennis Club es vecino de un predio de casi tres hectáreas en el que está previsto un nuevo desarrollo inmobiliario, con torres de hasta 30 pisos de altura, un parque y la apertura de calles. El proyecto incluye dos parcelas: la fracción A, ubicada entre Brasil, Pedro de Mendoza, Gualeguay, Caboto, D’Espósito y las vías del tren; y la B, que abarca unos 8500 metros cuadrados, que absorben una amplia porción del club.
Sus orígenes se remontan al 11 de abril de 1918, cuando un grupo de familias tradicionales de La Boca y aficionadas al tenis lo fundaron. De la expresión de la época “my darling tennis” (mi querido tenis) surgió el nombre. El lugar elegido para levantarlo fue el que ocupa el hospital Argerich. Dos décadas después debieron cederle el espacio al centro de salud. A principios de los 40, llegaron a la construcción colonial de la calle Brasil.
En 1977, empezaron las ampliaciones. Entonces la fracción B -hoy en disputa- estaba abandonada y se había transformado en una zona inse-
gura para vecinos y socios del club. El Darling ofreció a la Administración General de Puertos -dueña de esa tierra- rellenar el terreno y pagar un canon mensual por su uso. El convenio comercial se mantiene. “Son casi 2000 dólares mensuales más un depósito, también en dólares, como garantía”, detalla Calabrese.
El club es propietario de casi la totalidad del predio, a excepción de esa porción, que ocupa de forma legal. Ahí hay un estacionamiento para 300 autos, una cancha de fútbol, un gimnasio, un parque y tres canchas de polvo de ladrillo que funcionan como un centro de alto rendimiento.
En ellas, entrenaron Juan Martín Del Potro, Federico Delbonis y el equipo italiano de Copa Davis, entre otros tenistas. Todo se perdería.
Además, en una Ciudad con déficit de espacio verde por habitante, el Darling es uno de los puntos con mayor promedio de árboles por me
tro cuadrado. En total, hay 320 ejemplares y sólo en el sector que les quieren quitar está el 20%.
"La sanción del proyecto de ley cambia vertiginosamente las condiciones de vida del barrio y transforma de manera radical la dinámica del club, amenazando en forma seria su existencia", fue la primera advertencia que envió el Darling. Lo hizo en septiembre, cuando la Legislatura
porteña aprobó en primera lectura la rezonificación del lugar para permitir la construcción de torres, antes prohibida. En noviembre, los cambios de los usos del suelo terminaron de consolidarse con una segunda
aprobación. La ley, por sus características, exigía esa doble votación y una audiencia pública.
Las tierras pertenecen a la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), que ya las sacó a re
mate. La decisión se confirmó el martes pasado a través de un decreto presidencial. El mecanismo es simple: primero se autoriza a través de la Legislatura porteña la construcción de torres en esos terrenos federales, para luego venderlos a privados. En este caso, la situación transita su etapa fi
nal y al club Darling no le resta más que ir a la Justicia.
“En la demanda exigimos que respeten el artículo 18 de la ley nacional de promoción de clubes de barrio y de pueblo”, reclama Daniel Calabrese. El artículo refiere al derecho de
propiedad e indica que debe “asegurarse para aquellos clubes que tengan sus sedes construidas en terre
nos fiscales”. “Nuestro caso”, enfatiza y avanza: “Lo que están haciendo
es inconstitucional. Desconocen una ley nacional, que además fue ratificada por el Gobierno porteño. Vamos a dar pelea”.