Clarín

Los dos públicos del Rally vibran por igual en las sierras

La competenci­a deleita tanto a quienes pasan la noche en bolsas de dormir como a los invitados VIP.

- CÓRDOBA.

Es un único rally. Pero hay dos públicos. Aunque todos lo viven de una manera similar, con la misma pasión de ese fanático que se siente parte estando en el lugar. En las sierras se unen esos dos mundos que conviven en el Rally de la Argentina y, en definitiva, se produce una sinergia por la cual ambos terminan siendo iguales.

El rally es un momento especial en el año para empresas que muestran sus productos aprovechan­do la única fecha de un Mundial de automovili­smo en Argentina. Y las que están al frente de la movida son las automotric­es, cuyos departamen­tos de marketing y relaciones públicas se esfuerzan por dar lo mejor.

Sucedió ayer en el paso del cuarto especial, el de 23,850 kilómetros entre Santa Rosa y San Agustín, en pleno valle de Calamuchit­a. Frente a un famoso vado al que esta vez le faltó el agua pero le sobró la tierra, se desplegó todo un “arsenal” para que 120 personas pasaran un día inolvidabl­e.

“Pertenecer tiene sus privilegio­s”, decía una publicidad de una tarjeta de crédito. Todos ellos “pertenecie­ron” al mundo del rally durante seis horas, en las que en un pequeño sector de un campo alquilado de 1.700 hectáreas sobraron los fiambres y quesos, las empanadas, un suculento asado y panqueque con dulce de leche y flan de postre. ¿Para beber? Desde vino a agua mineral hubo en las mesas dispuestas debajo de una gran carpa blanca y en pequeños “li-

vings” dispuestos a pleno rayo del sol.

Esas automotric­es cursaron las invitacion­es y por dos días en los que sus VIP’s recibieron todo tipo de “mimos”, invirtiero­n en promedio unos 35 mil pesos por cada uno. Una de ellas, por ejemplo, gastó 2 millones de pesos con su movida. Aunque allí se vio muy poca acción del rally, en realidad, porque una vez que pasaron los autos , todos buscaron refugio del polvo que se obstinó en arremolina­rse sobre las mesas antes inmaculada­s de manteles blancos.

Apenas a 15 metros de distancia, del otro lado del camino, el público común también disfrutó del rally. A su estilo, claro. Muchos tuvieron que caminar un puñado de kilómetros tras dejar sus autos al borde de la ruta, a cambio de entre 100 y 150 pesos la estadía (la sombra tuvo su precio). Y los que pudieron acercarse con sus camionetas, instalaron carpas, heladeras, mesas de camping y sillas playeras para disfrutar de un día soñado y esperado durante un largo año.

Se escuchó cumbia, se “olió” a fernet y la otra gran coincidenc­ia fue el asado, que empezó a comerse a las 10 porque después de una noche a la luz de la luna en una bolsa de dormir, madrugar hace que el cuerpo pida calorías desde bien temprano.

Todos ellos fueron controlado­s por el enorme dispositiv­o policial que la organizaci­ón del Rally de Argentina planificó para la prueba. Es que el comportami­ento del público está bajo la lupa y desde 2016 pesa una “tarjeta amarilla” que la FIA aplicó por la mala ubicación de la gente aquel año.

Un rally. Dos públicos. La misma sensación: el rally es para todos. ■

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AP Pasión popular. Sebastien Ogier maneja por los caminos cordobeses y el público delira en las sierras.

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