Clarín

Mario Gómez: “En Asia tienen otra filosofía de vida, los estadios se llenan y van 50 mil personas a la cancha”

El marplatens­e de 61 años se crió en el fútbol con Carlos Griguol, fue ayudante de Héctor Cúper en Europa, dirigió en siete equipos argentinos y los últimos tres años los pasó como entrenador en Hong Kong, Malasia e Indonesia.

- Cristian Gómez crgomez@clarin.com

Roberto Mario Carlos Gómez nació en Mar del Plata, hizo las Inferiores en Kimberley y llegó a Buenos Aires directo al lateral derecho del Ferro dirigido por Carlos Timoteo Griguol, que guió al plantel a los dos únicos títulos de Primera División (Nacionales 1982 y 1984), a los subcampeon­atos en el Metropolit­ano y el Nacional de 1981 y al tercer puesto en el Metro de 1983. Una lesión en la cadera lo hizo abandonar el fútbol a los 32 años, para comenzar como asistente de Timoteo. “Fue algo muy bueno, porque generalmen­te a los jugadores que dejan la actividad se les hace complicado insertarse otra vez en el fútbol. A mí se me hizo difícil y Carlos me lo facilitó”, recuerda, con 61 años, quien dirigió 12 temporadas en la Argentina, con pasos por Lanús, Gimnasia La Plata, Gimnasia de Jujuy, Quilmes, Belgrano, Atlético Tucumán y Ferro.

El destino lo llevó en 2014 hacia Asia y ahí se estableció, con experienci­as como técnico en Hong Kong, Malasia e Indonesia, donde hoy es el entrenador del Persib Bandung. Es tiempo de que cuente esta etapa final de su recorrido por el mundo.

-¿Cómo se dio tu llegada a Asia?

-En 2014, cuando estaba en Deportivo Cuenca (Ecuador), nos invitaron a jugar la copa del Año Nuevo chino en Hong Kong junto con Krylia Sovetov (Rusia), Olhanense (Portugal) y FC Tokyo (Japón). Entre Deportivo Cuenca y algunos jugadores del South China armamos un combinado que se llamó Citizen Cuenca United y tuvimos la suerte de ganar la copa. Ahí conocí a “Mister Wallace”, quien organizó el torneo, y quedamos con una muy buena relación. Él siguió el South China y me llevó para allá cuando yo dejé el Cuenca a fines de ese año.

Cuando llegó al equipo más ganador en la historia de la liga local, Gómez se encontró con un lugar “totalmente diferente, con otra filosofía de vida”, según lo describe. “Es un país muy ordenado y seguro. Tiene cosas del Primer Mundo y otras no tanto. Se mueven en subte. La gente vive muy hacinada, pero todos tienen trabajo. Estaba realmente bien y podía renovar por un año más porque no tenía trabajo en mi país”, rememora el marplatens­e.

“Hong Kong es una muy linda ciudad. No es barata, porque comprar un departamen­to de tres ambientes más o menos debe salir un millón de dólares. Es que la tierra es carísima al ser un lugar muy chico. El club me daba para vivir, un auto y pagaban al día. Me trataron muy bien”, cuenta sobre su experienci­a.

La liga de Hong Kong tiene 110 años y es una de las 20 más importante­s de Asia. Así la describe Mario Gómez: “Todas las canchas son públicas y la mayoría, de césped sintético. Si entrenabas a las 9, a las 11 venía otro equipo a entrenar y compartíam­os vestuario. A la cancha no va mucha gente. Son sólo 12 equipos y es un lugar muy tranquilo. Vas por la calle y la gente ni te conoce, porque el fútbol no es prioridad. Juegan mucho al rugby, al cricket, al básquetbol, pero el fútbol no va. Me costó mucho adaptarme a su filosofía de trabajo”. -¿Por qué?

-Yo venía de trabajar de una manera más férrea, como se hace en Sudamérica. Quería trabajar las pelotas paradas y los jugadores no te daban bola, no cabeceaban y yo me agarraba cada calentura... Entonces dije: “Si no me adapto, voy a durar una semana”. Pero finalmente lo hice, entrándole­s de otra manera con la paciencia para explicarle­s. Y a partir de ahí empezaron a cambiar y a mejorar.

¿Una anécdota de su paso por Hong Kong?

“Al principio con el subte me perdía, me bajaba en otra estación y no sabía cómo volver -relata-. A veces me iba a la miércoles y después tenía que ir preguntand­o por donde tenía que volver. Con mi inglés no entendía mucho y estaba con el traductor del celular, pero la gente siempre me explicaba. Son muy amables.

Luego de aquella primera experienci­a asiática, le tocó mudarse a Malasia, un país de un poco más de 30 millones de habitantes. Su destino fue la ciudad de Johor, donde se hizo cargo del equipo homónimo y uno de los más importante­s de esa liga. Los Tigres del Sur ganaron cuatro de las últimas cinco ligas de Malasia y con Mario Gómez como entrenador consiguier­on dos de aquellos torneos, más algunas copas a nivel local. Y, claro, la más importante: la Copa de la AFC, el equivalent­e a la Liga de Eruopa en el continente asiático.

“Malasia es diferente. Johor es una linda ciudad y en diciembre y en enero llueve mucho. Es ordenada y hay mucho verde. Malasia está dividida en sultanatos que tienen a un sultán o rey y entonces las ciudades son todas diferentes. Johor es uno de los sultanatos más ricos de Malasia. Tanto en Hong Kong como en Malasia la gente es muy respetuosa. Sobre todo en Malasia, donde hay muchos musulmanes. Ellos respetan tu forma de ser como vos respetás la de ellos. Me han tratado muy bien. La gente me quiere y me aprecia mucho y yo también los quiero por el cariño que recibí y porque me fue bien”, repasa sobre su segunda etapa en el sudeste asiático.

Luego de dos temporadas, su contrato llegó a su fin y tuvo la posibilida­d de ser el director técnico de Malasia, que ya había quedado afuera de la clasificac­ión al Mundial de Rusia. “Era algo que yo quería y me dolió no haberla agarrado. Estaba muy contento con la posibilida­d y no poder hacerlo fue una pequeña frustració­n. Creo que podré tener la posibili

dad en alguna otra Selección”, dice. Después de aquel exitoso paso por el fútbol malayo, Gómez estuvo un año sin trabajo, hasta que entabló conversaci­ón por WhatsApp con gente de Indonesia que le ofreció tomar a dos equipos. El ex Ferro se inclinó por el Persib Bandung, uno de los clubes más convocante­s de ese país, pero con apenas dos ligas en sus vitrinas: las de 1995 y 2014.

“Es una ciudad muy grande, linda y con muchos contrastes: con lugares muy lindos y otros muy humildes. El tráfico es terrible porque hay miles de motos. Es impresiona­nte.La gente me aprecia mucho, son muy pasionales y muy futboleros, como en Argentina. El clima es mucho más fresco que en otros lugares de acá y la pasión es inmensa. Tanto en Johor como en Bandung la gente llena los estadios: jugás con 40 o 50 mil personas todos los partidos”, describe Gómez el clima con el que lidia cada semana.

-¿Qué te deja esta experienci­a de convivir en una cultura distinta a la argentina?

-Acá hay otra filosofía de vida. La gente se toma a veces a la pobreza de otra forma. No creo que estén resignados, pero siempre te sonríen. Capaz que trabajan nueve o diez horas por día y los salarios son bajos, pero la gente está bien. Vas por la calle, te sonríen y te saludan. Y vos a veces estás acostumbra­do a otras cosas o a otros lugares donde seguro que la gente también está mal. Si vieras los lugares donde viven o donde trabajan, son muy precarios, muy humildes… Yo lo veo desde un lugar en el que estoy bien, gano bien, tengo casa y auto. Así es el fútbol. Para mí es mucho más fácil todo, pero que la gente que tiene un trabajo mucho más simple lleve esa forma de pensamient­o habla muy bien. Esto también lo vi mucho en Malasia.

Claro que también la pasó mal en Indonesia, donde llegó en noviembre de 2017. “Persib Bandung y Persij Yakarta es como el Boca-Ri- ver de Indonesia. Una vez fuimos a jugar de visitante a Arema y había mezclados hinchas del Yakarta. “Yo no voy ni loco”, decía Me llevaron en un patrullero. Después del partido se armó un despelote bárbaro y tuvimos que esperar tres horas afuera de la cancha porque la gente no se iba. Teníamos que salir del estadio, donde había 60 mil personas, y nos fuimos en los vehículos de la policía todos cerrados. Nunca me había pasado. Me quería matar. Como jugador fui a canchas complicada­s, pero nunca viví algo así”, describe Gómez. -¿Cómo te manejaste con el idioma en Asia para que los jugadores te entendiera­n?

-En Hong Kong tuve un traductor, porque muchos jugadores no hablaban inglés. Era un chino muy macanudo que había trabajado en Argentina durante muchos años. Cada dos por tres hablo con él. Aquí en Indonesia mi ayudante Tito Soler habla bahasa, porque hay algunos jugadores que no hablan inglés.

Con una experienci­a de tres años en el continente asiático y con un buen nombre ganado en Oriente, el sueño de Mario Gómez es ser selecciona­dor de algún país de aquel continente. “Ya gané la Copa de Asia y jugué la Liga de Campeones y la Liga de Europa, ambas como ayudante de Héctor Cúper en Valencia e Inter –recuerda-. Después de verse frustrada mi posibilida­d con Malasia, quiero poder tomar alguna Selección. Y entonces volver a la Argentina”.

Lo dice Roberto Mario Carlos Gómez, hombre de tres nombres, campeón como jugador y como técnico. Un argentino que se hizo un lugar en Asia. ■

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Hombre mirando al sudeste asiático. Mario Gómez, con el equipo deportivo del Persib Bandung, uno de los más populares de Indonesia.
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Querido. “Los hinchas son muy pasionales y muy futboleros, como en Argentina””, dice.
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A rodar, mi amor. El sueño del marplatens­e es poder dirigir un selecciona­do asiático.

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