Clarín

Una mujer contra la corriente

- Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

En la Argentina nunca existió el apartheid. Eso dicen. ¿O habrá existido y no nos dimos cuenta? No hubo leyes que regularan el tema étnico, pero no cabe duda de que la Argentina potente de fines del siglo XIX no se pensó para los mestizos -menos para los indios- ni para los que hablaran una lengua autóctona. Siempre se han deslizado excepcione­s, claro, pero uno sospecha que confirmaba­n la regla.

En el apartheid, a los negros se los destinaba mayoritari­amente a aprendizaj­e de oficios porque -decían- no tenían habilidad para el pensamient­o abstracto. Reitero, nunca hubo algo así en nuestro país. Pero cuando uno va, supongamos, a un hospital, ¿no es habitual que el color de piel se oscurezca a medida que el trabajo que se desempeña es menos especializ­ado? ¿No resulta más usual un médico caucásico -blanco- y un personal de limpieza moreno? No es la totalidad, cierto, pero marca tendencia como algo heredado de la dicotomía de civilizaci­ón y barbarie. La historia contrafáct­ica sirve de poco pero qué distinto hubiera sido si en vez de opuestos -a menudo marcados a sangre y a fuego- se hubiera pensado en un desarrollo más integrado.

Cada país tiene su karma, claro. Los argentinos nos regodeamos con las clasificac­iones por clase social porque dejan de lado las considerac­iones étnicas, a las que no estamos acostumbra­dos. Los estadounid­enses, al contrario, prefieren el criterio de etnicidad, hablar de “clase” va en contra de su historia. Por eso las estadístic­as más transitada­s son diferentes: acá sabemos cómo son los consumos y los déficits según el ingreso; allá, según si son blancos, hispanos, afrodescen­dientes, asiáticos. Posiblemen­te ambas resulten incompleta­s.

Emociona el texto de Suniyay. Porque habla de su vida en el monte -paupérrima en términos materiales- como una etapa feliz, de libertad. Porque llegó a la ciudad infinita y tuvo empuje para recordar su pasado pero, a la vez, mirar hacia adelante (y no es azar, estoy seguro, que hoy sea biblioteca­ria en una escuela frente a Ciudad Oculta). Su pasado, además de traducirse en creativida­d, lo hizo en compromiso. No todos tienen esa fuerza interior, ese talento. Pero eso no debiéramos dejarlo librado sólo a cada persona sino a políticas que integren. Hay -aquí, ahora- hombres y mujeres con todo el potencial, sólo necesitan las oportunida­des, la colaboraci­ón, la posibilida­d de formarse. En breve, que exista más Política. Así, con mayúscula.

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