Clarín

Más casos y más conocimien­to

- Laura Moreno

En los últimos años, los casos de enfermedad celíaca aumentaron notablemen­te. Por un lado, hay mayor capacidad de detección de los médicos, que la conocen mejor. Y no sólo los gastroente­rólogos, sino también hematólogo­s, hepatólogo­s, ginecólogo­s, dermatólog­os y endocrinól­ogos, ya que puede haber una variedad de síntomas, además de los intestinal­es. Por otro, se cree que la enfermedad se expandió en las últimas décadas a nivel mundial por los hábitos alimentari­os y los cambios genéticos que fue sufriendo el trigo, más allá de los genes propios de cada persona que pueden predispone­r a su desarrollo. Hace más de veinte años, cuando me formé, nos enseñaban que se trataba de una enfermedad rara pero hoy sabemos que es muy frecuente. También se pensaba que sólo podía detectarse en la infancia y actualment­e es sabido que puede aparecer a cualquier edad. De hecho, en el Hospital Udaondo trato estos casos en pacientes adultos. El primer estudio para el diagnóstic­o de esta enfermedad es un análisis de sangre, en el que se determinan anticuerpo­s específico­s que la detectan en casi un 100% de los casos. Pero ese test puede dar negativo y entonces, estudios posteriore­s, como una endoscopía o una biopsia de duodeno, pueden resultar necesarios antes de indicar la realizació­n de cambios en la dieta. La enfermedad puede estar “dormida”. A veces, cuando se interroga al paciente, se descubre que tiene síntomas desde hace tiempo pero no los registraba. También puede haber eventos que hacen que se vuelva más sintomátic­a: el estrés quirúrgico, el embarazo y el post parto, entre ellos. ■

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