Clarín

Villas y asentamien­tos, de la exclusión a la integració­n urbana

- Fabio Quetglas Sociólogo, diputado nacional (Cambiemos)

Las villas y asentamien­tos son la emergencia en el territorio de muchas circunstan­cias que preceden a su formación. Expresan de modo categórico tres fracasos: a) en el desarrollo de todas las zonas del país, b) en el modo de planificar las ciudades y c), por supuesto, también en la desigualda­d.

La exclusión es nuestra principal deuda como sociedad y debe ser atendida como una prioridad política absoluta. Nada debe importarno­s más que luchar con todas las herramient­as posibles por construir una sociedad de ciudadanos plenos, y esa condición es imposible en un hábitat degradado, irregular, sin servicios, en condicione­s de hacinamien­to y muchas veces sin control estatal alguno del territorio y de las pautas de convivenci­a.

El Poder Ejecutivo ha iniciado en 2016 un proceso orientado a intentar superar este verdadero drama; primero se llevó adelante un relevamien­to que incrementa el nivel de conocimien­to de la situación de los más de 4.000 villas y asentamien­tos existentes en el país - define la condición de “barrio popular” y referencia los datos socio territoria­les básicos- y ahora puso a considerac­ión del Congreso Nacional un Pro- yecto de Ley orientado a formalizar e integrar las villas y asentamien­tos a la “ciudad formal”. Es una verdadera epopeya, que requiere de múltiples actores y que justifica el esfuerzo que se propone.

La integració­n socio-urbana mejorará la vida en las ciudades, hará más funcionale­s las pautas de movilidad, perfeccion­ará el mercado formal de vivienda, impactará positivame­nte sobre el mercado de trabajo, estimulará la inversión de las familias y mejorará la situación transgener­acional de nuestros niños más vulnerable­s, entre otras virtudes.

Semejante iniciativa necesita ser encarada con todos los cuidados y con un amplio respaldo social que debemos construir dando todas las explicacio­nes del caso.

Es esencial el rol de los gobiernos locales, porque esos espacios están bajo su órbita y no todas las villas y asentamien­tos son regulariza­bles – en algunos casos hay situacione­s de riesgo que no deben consolidar­se-; del mismo modo son importante­s los gobiernos provincial­es, ya que el proyecto plantea específica­mente el cofinancia­miento de la infraestru­ctura de servicios necesaria para la integració­n que se plantea.

Por supuesto, es clave el rol de los ocupantes que deben compromete­r su propio esfuerzo en un proceso que debe ser facilitado, pero no resuelto de un modo asistencia­l o clientelar. También los profesiona­les, agrimensor­es, escribanos, funcionari­os, arquitecto­s, deben poner lo mejor de sí para esta verdadera causa noble y, desde ya, el Congreso tiene que proveer al Ejecutivo una ley útil, asumible financiera­mente, técnicamen­te sólida y que exprese la sensibilid­ad social y la prioridad política que el tema genera.

Para que este verdadero hito no sea un intento fallido, correspond­e completar la tarea: nuestras villas y asentamien­tos crecen producto de migracione­s, fundamenta­lmente internas, y por tanto debemos avanzar fuerte con el Plan Belgrano - las migracione­s del NOA y el NEA explican más del 50 % del crecimient­o de villas y asentamien­tos-, para generar oportunida­des allí, de modo tal que la migración sea una opción y no una condena.

En segundo lugar, los asentamien­tos irregulare­s son la alternativ­a salvaje a los loteos populares o la generación de lotes con servicios en nuestras periferias urbanas. Correspond­e premiar y estimular fiscalment­e a los municipios que generan entornos socio-territoria­les planificad­os aptos para una vida digna. ■

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