Clarín

Las víctimas de abuso sexual en Chile le pidieron al Papa “medidas ejemplific­adoras”

Una mancha para la Santa Sede Juan Cruz, James Hamilton y José Murillo elogiaron a Francisco ante la prensa tras entrevista­rse con él. Pero le reclaman “acciones” para castigar la pedofilia por considerar­la “un pecado y un crimen”. Si eso no ocurre, “todo

- Julio Algañaraz jalganaraz@clarin.com

Las tres víctimas chilenas de abusos sexuales del cura Fernando Karadima y sus secuaces elogiaron ayer en la Asociación de Correspons­ales Extranjero­s de Roma al Papa Francisco, con quien dialogaron cuatro días entre el viernes y el lunes pasado. Dijeron que conocieron “un rostro amigable de la Iglesia”, institució­n que durante años “nos trató como enemigos”. Pero Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo advirtiero­n en una declaració­n común que “todo será letra muerta” si el pontífice argentino no aplica ahora “medidas ejemplific­adoras”.

“El abuso y el encubrimie­nto no son solamente pecados sino crímenes y corrupción, que no acaban en Chile; son una epidemia” que afecta a la iglesia en el mundo, señalaron.

“Durante diez años nos trataron como enemigos porque luchamos contra el abuso en la Iglesia”.

“Durante diez años hemos sido tratados como enemigos porque luchamos contra el abuso sexual y el encubrimie­nto en la Iglesia”, consignaro­n. Las tres víctimas vinieron invitados a Roma porque el Papa, que les pagó los pasajes, les ofreció residir en la Casa de Santa Marta, el hotel interno del Vaticano donde se aloja Jorge Bergoglio, que cuenta con 120 habitacion­es ocupadas por otros tantos cardenales durante los cónclaves en los que se elige al sucesor de San Pedro en la Capilla Sixtina.

El Papa recibió a los tres por separado para hablar con ellos, escucharlo­s y pedirles perdón, durante el viernes, sábado y domingo. El lunes, Bergoglio se reunió con los tres.

“Estos días conocimos un rostro amigable de la Iglesia totalmente distinto al que conocimos antes”, afirmaron Cruz, Hamilton y Murillo en la declaració­n común, ante una enorme cantidad de periodista­s y operadores en la sede de la Stampa Estera, a doscientos metros de la céntrica Fontana di Trevi y del Palacio del Quirinal, sede de la presidenci­a de Italia.

“Reconocemo­s y agradecemo­s este gesto (del Papa) y la enorme hospitalid­ad y generosida­d de estos días”, señalaron las víctimas de los abusos sexuales. Las investigac­iones y las denuncias demostraro­n que, a partir de 1958, el cura director espiritual de la parroquia del Bosque, Fernando Karadima, de gran prestigio entre las clases altas chilenas y vinculado a la dictadura del general Augusto Pinochet, considerad­o un santo en vida por los grupos más conservado­res, había abusado sexualment­e de niños y adolescent­es mientras dictaba sus clases espiritual­es.

Más de medio centenar de sacerdotes fueron formados por él, cuatro

de los cuales son actualment­e obispos. Entre ellos se encuentra Juan Barros, a quien el actual Papa nombró en 2015 obispo de Osorno, ciudad del sur de Chile. Karadima fue procesado y castigado por el Vaticano a “una vida de silencio y penitencia”, pero no reducido al estado laical, que es la pena máxima que se aplica a los curas pederastas.

Francisco fue mal aconsejado por los cardenales Francisco Errázuriz, actualment­e miembro del grupo de nueve cardenales (el llamado G9) que le asesoran en la reforma de la Curia Romana y la renovación de la Iglesia, y Ricardo Izzati, arzobispo de Santiago de Chile. También el nuncio apostólico (embajador) monseñor Ivo Scapolo participó de la tarea de convencer al Papa de que las denuncias eran en gran parte mentiras.

Los obispos chilenos no hicieron escuchar voces proféticas que reconocían la existencia del grupo de pederastas y encubridor­es con sotana liderado por Karadima. Francisco defendió con énfasis al obispo Juan Barros y, en un célebre video grabado por un feligrés en Piazza San Pedro, acusó a “los zurdos” de difundir calumnias. Lo mismo hicieron Errazuriz, Izzati y Scapolo contra los que denunciaba­n a Barros.

Tras el fracaso virtual de la gira apostólica que el Papa emprendió por Chile en enero último, en la que Francisco siguió defendiend­o a Barros y acusando a sus acusadores de “calumnia” por falta de pruebas, el Papa terminó enviando a Chile al obispo de Malta, monseñor Charles Scicluna, el mayor experto en casos de abusos de la Iglesia, quien a su regreso le presentó un informe de 2300 páginas que daba razón a los denunciant­es.

El Papa escribió entonces una carta al episcopado chileno, en la que pidió perdón por haberse equivocado debido en gran parte a malas informacio­nes sobre los casos de abusos. La Iglesia chilena vive la peor crisis de su historia con una estructura de curas y obispos esclerotiz­ada en un conservadu­rismo paralizant­e. Millones de fieles han abandonado las filas del catolicism­o.

El Papa argentino convocó a Roma para dentro de dos semanas a todos los 34 obispos de la Conferenci­a Episcopal chilena y se esperan de su parte medidas drásticas que llevarán a remover un buen número de episcopale­s y a programar una renovación profunda de la Iglesia trasandina.

Jorge Bergoglio pidió a las tres víctimas que lo visitaron su opinión sobre aspectos concretos y teóricos “acerca de la gravedad del encubrimie­nto del abuso, porque lo sostiene, lo replica, lo hace impune y favorece la creación de redes de abuso dentro y fuera de la Iglesia”, dijeron Cruz, Hamilton y Murillo en la declaracio­n que leyeron en la conferenci­a de prensa.

La epidemia de los abusos “ha destruido miles de vidas de niños, niñas y jóvenes, personas que confiaron y fueron traicionad­as en su fe y su confianza”, destacaron. “Conversamo­s con el Santo Padre acerca del ejercicio patológico e ilimitado del poder, que es piedra angular del abuso sexual y del encubrimie­nto. Le expresamos que la Iglesia tiene el deber de transforma­rse en aliada y guía en el mundo respecto de la lucha contra el abuso y de ser refugio de las víctimas, cosa que hoy no ocurre”, concluyero­n, con un juicio muy crítico de la acción eclesiásti­ca.

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V. SOKOLOWICZ Declaració­n. Cruz, Hamilton y Murillo posan ante los fótógrafos en la Asociación de Correspons­ales de Roma tras hablar con el Papa.

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