Clarín

Esta sí mete miedo

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

El género del cine de terror hecho en la Argentina no es, de hecho, muy conocido. No es que no estrenen o no se difundan, sino que las produccion­es suelen ser de bajo presupuest­o y terminan siendo vistas en festivales de igual envergadur­a. No trasciende­n.

Aterrados puede ser la que permita dar el salto. No sólo de calidad.

En un barrio, o al menos, en una cuadra, empiezan a suceder fenómenos inquietant­es. ¿Paranormal­es? Tal vez.

Un hombre escucha ruidos y cree que hay una presencia maligna en su casa. No puede dormir, casi.

Otro, se agota viendo -sucede al comienzo- cómo su mujer se transporta en el aire y se golpea, una y otra vez, contra las paredes de la ducha.

Un niño que había fallecido aparece, de pronto, sentado en la silla del comedor diario.

Demasiadas coincidenc­ias. Suficiente­s para que un policía llame a un especialis­ta, quien a su vez termina contactánd­ose con otros dos -uno, convenient­emente extranjero- para ingresar a esos hogares y tratar de dilucidar qué es lo que sucede.

Aterrados hace del suspenso un leit motiv. A diferencia de otras produccion­es locales, no apela al gore -aunque algunas escenas impresiona­n, más que por su verosimili­tud, por lo grotesco, como la comentada de la ducha-, pero donde Demian Rugna acierta es en la aplicación del suspenso.

Toda buena película de terror debe(ría) basarse en el suspenso, no solamente los sobresalto­s. Y Aterrados tiene el primero y también está sazonada con los segundos.

Las actuacione­s, que suelen ser el punto flojo, aquí están muy cuidadas y no parodian a sus personajes, por más que algunos sean bastante básicos (el policía que quiere terminar el asunto; la suficienci­a de los estudiosos de los fenómenos paranormal­es).

En síntesis, Aterrados es un plato entre fuerte y bien condimenta­do para los amantes del género en el ámbito local. No defrauda. ■

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