Clarín

La economía, como una dependenci­a psicológic­a

- Jorge Lanata

La economía es una ciencia menor, que depende de la Psicología. Es obvio que a los economista­s les duele reconocerl­o, pero los números se basan en la fe y no hay mejor ejemplo de ella que el dinero mismo. La fe mueve la Bolsa, y los cálculos del circulante, el dólar futuro y las proyeccion­es de inflación. Es una especie de Ley de la Gravedad movida por la voluntad: si creemos que las cosas suben, su

ben. O al revés. Los períodos de estabilida­d son, en el fondo, momentos del mayor fanatismo ciego: nadie hace olas en un mundo constituid­o por un 71% de agua. Pero en algún momento la ilusión se rompe: un compañerit­o, en un recreo, nos dice que los Reyes son los padres. Y entonces, como decía Sartre, la Verdad es una venda que nos cubre los ojos y que, una vez, corrida, nunca vuelve al mismo sitio.

El gobierno de Macri comenzó queriendo cruzar la Cordillera y hoy, en la mitad de su período, pelea en el barro el monto de la tarifas. Con una oposición desarticul­ada y oportunist­a, hoy el gobierno es el peor enemigo de sí mismo. Su estrategia de pelear en el Congreso el “desajuste” tarifario y, a la vez, anunciar oficialmen­te el veto reúne lo peor de las dos soluciones: dar una pelea que perderán y, al mismo tiempo, exponerse al mote de autoritari­os. El veto sin pelea, en todo caso, hubiera sido el mensaje de un gobierno firme. El veto en el barro suena a retirarse del partido llevándose la pelota a casa.

Pero todo esto no empezó así. Empezó con un grupo de gerentes amables. pero fríos, anunciando una serie de objetivos que, con el correr del tiempo, no pudieron cumplir. Es serio y eficiente anunciar las metas, siempre y cuando estas se cumplan. Lo contrario inspirará ternura la primera vez, molestia la segunda y desconfian­za la tercera. El Banco Central fue independie­nte hasta que tuvo, de pronto, comando múltiple. El dólar flotó libre como un pececito hasta que fue puesto en su sitio a fuerza de pecera. Las paritarias tuvieron techo, piso y calefacció­n central. Y otro día descubrimo­s que, como en los últimos cuatrocien­tos treinta y ocho años, el precio de la nafta y el del dólar influían en los precios minoristas. ¿Qué curioso, no?. Argentina se empecina en seguir siendo lo que es. El modelo de financiar el déficit con deuda ya empieza a advertir, con temor, que las tasas suben. “Nos perjudica el Mundo” , dicen. Nunca lo había escuchado.El gobierno dice que en el segundo semestre las cosas mejorarán. Es una cuestión de fe. Justamente lo que se ha perdido.

Frente a la perdida de fe la respuesta del gobierno, ayer, fue repetir el Credo. Dujovne y Caputo dieron un discurso técnico que bien podría haber sido un conference call entre los grupos financiero­s. Macri, que debía haber dado un discurso político, no lo hizo. Se anunció una reducción de obra pública y un confuso mayor control fiscal, en el país del 40% de la economía en negro y que aún no logró que los comerciant­es y profesiona­les incorporen el posnet, aunque ya lleva más de un mes como ley en vigencia. La misteriosa llegada de un millón en el último minuto del cierre del mecado cambiario del jueves hizo que el dólar subiera y, luego del discurso, comenzara a bajar. Debe hacerse notar que, durante el discurso, el Toto no le paso a Dujovne ningún papelito con un emoji. Es evidente que hay un cambio entre nosotros.

El veto sin pelea, en todo caso, hubiera sido el mensaje de un gobierno firme.

El Banco Central fue independie­nte hasta que, de pronto, tuvo comando múltiple.

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Escalada. El dóloar flotó “libre como un pecesito” hasta que lo colocaron en su sitio... a fuerza de pecera.
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