Clarín

“La batalla ideológica del siglo XXI es entre democracia liberal y populismo”

El dirigente reivindica el modelo liberal progresist­a y cuestiona el nacionalis­mo, al que adjudica la crisis en Cataluña.

- Albert Rivera. Diputado y líder de Ciudadanos, el partido que más creció en España Daniel Vittar dvittar@clarin.com

Con pensamient­o agudo y pulida empatía social, Albert Rivera responde rápido, con agilidad política. Este abogado catalán fue el artífice del crecimient­o de Ciudadanos, una agrupación de centrodere­cha que actualment­e tiene la mayor intención de voto en España, por enci- ma del gobernante Partido Popular y del tradiciona­l Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Rivera, de 38 años, se define como “liberal progresist­a” y reclama una renovación política que permita conservar el “estado de bienestar” europeo, combatir el nacionalis­mo -especialme­nte en Cataluña- y el libre mercado. No le cae bien que lo identifiqu­en con la derecha, y rechaza el conservadu­rismo rígido. Se inclina por corrientes políticas como la que implementa­n el francés Emmanuel Macron y el canadiense Justin Trudeau, a quienes toma como modelo. De visita en Argentina, dialogó con Clarín sobre estos temas.

Después de la gran crisis, ¿cómo definiría la situación actual en Cataluña?

Yo creo que ahora estamos en fase de frustració­n. Hay una doble frustració­n. Primero, la del 40% o 42% de independen­tistas que a pesar de todo sigue apoyando el separatism­o. Luego, una cierta frustració­n de los unionistas con el siste-

En Cataluña decir que España nos roba ha dado votos, el egoísmo y la falta de solidarida­d han dado votos”.

ma político español porque, pese a la victoria de Ciudadanos, no permitió tener mayoría parlamenta­ria.

¿A qué le adjudica la crisis catalana?

Bueno, básicament­e a que el nacionalis­mo hace 38 años que gobierna hegemónica­mente en Cataluña. Cuando una ideología como esa se instala en todos los resortes del poder, en la educación, en el manejo del dinero público, ocurren estas cosas. Por eso yo creo que Ciudadanos es una reacción de España frente al nacionalis­mo. Ciudadanos se convirtió en una manera de recuperar los valores democrátic­os. Sin embargo no llegaron al poder.

Es verdad que pese a haber ganado Ciudadanos las elecciones, la situación de la ley española hace que los nacionalis­tas puedan gobernar. Pero yo vaticino que Cataluña no se va a solucionar en un cuarto de hora. Lo que se construye en 40 años no se arregla en un cuarto de hora. François Mitterrand (ex presidente de Francia)

decía que el nacionalis­mo es guerra, es el gran mal de Europa. Curiosamen­te, el nacionalis­mo ha calado en Cataluña, una región próspera, con una mayoría europeísta, con una economía fuerte. Pero en resumen, hemos subestimad­o la fuerza del nacionalis­mo y quizás hemos llegado tarde. Se ha llegado muy lejos, y hay que volver al cauce democrátic­o.

¿Se puede decir que es producto de los errores cometidos por el gobierno de Mariano Rajoy?

Yo creo que en realidad ha sido un problema de ceguera, de mirar hacia otro lado, de no ser consciente­s del problema. Y también de falta de cintura, de empatía, de liderazgo político. Pero para ser justos no ha sido un problema sólo de Rajoy. Rodríguez Zapatero (ex jefe de gobierno por el PSOE) hizo una propuesta irresponsa­ble que era prometer un estatuto de autono- mía que no cabía en la Constituci­ón. Y eso ya generó disconform­idad. Durante décadas el bipartidis­mo pensó que el nacionalis­mo era una ideología que podía manejar. En Cataluña, decir que España nos roba ha dado votos; la falta de solidarida­d ha dado votos; el egoísmo ha dado votos; intentar imponer una lengua frente a otra, ha dado votos. Yo, como catalán, me he sentido abandonado por el Estado. Veíamos que el gobierno de turno miraba para otro lado en cuestiones de derechos constituci­onales, de igualdad de oportunida­des, del bilingüism­o.

¿Cómo define a la dirigencia política que reclama la independen­cia?

Yo creo que la palabra que mejor los define es irresponsa­bles. Un dirigente político lo último que puede hacer es dividir a la sociedad en bandos. Cuando empieza por ahí, acaba la democracia. Yo creo que el pluralismo político es como la electricid­ad, no lo valoras hasta que desaparece. Se ha instalado un sectarismo peligroso para la propia convivenci­a.

Pero no es cuestión sólo de dirigentes. Hay un sector amplio de la sociedad catalana que está de acuerdo con la independen­cia. ¿Cómo se resuelve esta división social?

Yo diría que con inteligenc­ia y mucho cariño. La realidad es que no es un debate de Cataluña con el resto de España. Es un debate entre catalanes divididos, que en definitiva perjudican al resto de España. La verdad es que los que más han sufrido la debacle son los catalanes que no son separatist­as. A un ciudano español le puede doler, le puede preocupar, pero al final no le afecta directamen­te. Pero claro, los catalanes que no somos nacionalis­tas somos mayoría social, pero no tenemos mayoría parlamenta­ria por la ley electoral. Y esto sigue atascado.

Si fuera gobierno, ¿qué salida buscaría?

Si gobernamos España, una de las cosas que va a reivindica­r la sociedad española es solucionar en parte este problema. Yo estoy dispuesto a dialogar con quien respete las leyes. Creo que dentro de la Constituci­ón hay margen para el debate, como la financiaci­ón autonómica, las infraestru­cturas. Un debate real, de competenci­as. Eso es legítimo. Pero en el corto plazo sólo con dirigentes nuevos en Cataluña podremos dialogar. Tal vez cambiando a los interlocut­ores pueda haber un espacio mínimo para volver al diálogo. No hay dialogo posible con gente que se salta la ley. Yo soy catalán y quiero un buen sistema autonómico, un buen sistema público, buenas carreteras, buena infraestru­ctu- ra. Pero, lo que no es légitimo es la amenaza de ruptura.

¿Considera que esta crisis de dirigencia política se extiende también al ámbito nacional?

En España hace falta un proyecto de país, de regeneraci­ón política para que España no sea solo la corrupción del PP o del PSOE. Que España no solo sean los recortes, que tenga un proyecto de valores y de futuro. Y luego hace falta la valentía y el coraje de combatir intelectua­l y políticame­nte al nacionalis­mo. Macron, por ejemplo, ha sido muy claro y ha vencido. En otros lugares del mundo la historia nos ha demostrado que los nacionalis­mos siempre generan rupturas, divisiones en la sociedad, enfrentami­entos. Y esto se repite. Llevamos doscientos años en Europa sufriendo el nacionalis­mo.

¿Con Ciudadanos y Podemos se rompió definitiva­mente el bipartidis­mo en España?

En 2011 el PP y el PSOE llegaban juntos al 90% de la representa­ción parlamenta­ria. Hoy, la última encuesta de esta semana le está dando el 40%. Esto en sólo seis años. Esa descomposi­ción se produjo con una novedad que tiene una doble canalizaci­ón. Por un lado una visión más populista, antisistem­a, aglutinada en torno a Podemos y que está surgiendo en otros países también. Por otro, que el bipartidis­mo en lugar de irse por los extremos se va por el centro: la izquierda y la derecha española confluyen hoy en Ciudadanos. Y eso genera una esperanza de cambios, pero con estabilida­d. Ciudadanos es un partido europeísta, capaz de llegar a acuerdo con otros partidos. Reformista, pero moderado en términos económicos y sociales.

Algunos los identifica­n con la derecha.

Bueno, sí. Desde Podemos, todo lo que no sean ellos les parece de derecha. Aunque la realidad es diferente. Somos un partido liberal, progresist­a, demócrata, constituci­onalista, algo que en España es muy importante frente al nacionalis­mo. La realidad es que estamos ocupando un centro político, ensanchánd­olo. La prueba es que ahora mismo estamos creciendo dos tercios de votos por la centrodere­cha y un tercio por izquierda. Esto es curioso porque con el hundimient­o que está teniendo Podemos, el PSOE no crece, sino baja.

¿Cómo definiría el nuevo escenario político?

Mire, hay preocupaci­ón entre los dos partidos viejos porque se está rompiendo el eje de izquierda y derecha tradiciona­l. Vamos a un eje de sociedad abierta, de libre comercio, de europeismo, de cooperació­n internacio­nal. Un poco lo que está pasando en otras partes del mundo, salvando las distancias, en Francia, Canadá o Latinoamér­ica. Hay una ola de reformismo en un nuevo eje de la política que tiene más que ver con el siglo XXI. Y para mí la batalla intelectua­l del siglo ya no es entre socialista­s y conservado­res. La gran batalla es entre una democracia liberal, moderna, avanzada, y el populismo. O el nacionalis­mo en nuestro caso. Esos son ahora los dos polos de debate ideológico.

Entonces, a su criterio, ¿cómo influye esto en el nuevo escenario político?

Yo creo que las ideologías existen. Si yo me tengo que definir, me defino como una persona liberal, progresist­a. Creo en la igualdad de oportunida­des, enel libre comercio, en la sociedad abierta. Pero políticame­nte, los gobiernos del futuro no van a poder sólo gobernar para una ideología concreta. Van a tener que hacer el esfuerzo de síntesis entre valores sociales. En España, por ejemplo, todos los partidos defendemos la educación pública, la salud pública, las pensiones estatales. El liberalism­o progresist­a, moderno -no el reaccionar­io conservado­r que no tiene nada que ver-, debe tomar las nuevas banderas de reforma. Creo que se abre un espacio de progreso en lo social, en lo económico, en lo político, pero que viene más de la mano del liberalism­o global que del socialismo del siglo XX. La prueba es que Macron provenía de ahí y se se fue al liberalism­o. O el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que es liberal, pero profundame­nte progresist­a.

Hay preocupaci­ón entre los dos partidos viejos porque se está rompiendo el eje de izquierda y derecha”.

 ?? LUCIA MERLE ?? Renovación. Albert Rivera, con sólo 38 años es la nueva figura política de España. Define a su partido como liberal, progresist­a, demócrata y constituci­onalista.
LUCIA MERLE Renovación. Albert Rivera, con sólo 38 años es la nueva figura política de España. Define a su partido como liberal, progresist­a, demócrata y constituci­onalista.

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