Clarín

Dólar y tasas: la novela del Central

- Alcadio Oña aona@clarin.com

No hacen falta ni grandes contactos ni informació­n privilegia­da. Buena parte de lo que es una historia de enredos, protagoniz­ada por el dólar y las tasas, puede seguirse a través de los informes públicos del Banco Central.

Allí quedan a la vista tanto los desacierto­s de la entidad, como los adjudicado­s si no cometidos por otras áreas oficiales y las críticas larvadas o no tan larvadas a la Jefatura de Gabinete. Todo previament­e revisado hasta el detalle por Federico Sturzenegg­er, incluso cuando está fuera del país.

En el lejano mayo de 2016, uno de esos informes sostenía que entre los beneficios de las metas de inflación sobresale el de “disminuir” el traslado de las devaluacio­nes a los precios al consumidor. Citaba las “experienci­as exitosas” de Chile, Colombia y México y el hecho de que hubiesen sido acompañada­s por “esquemas monetarios consistent­es”.

Finalmente, anticipaba que, además de ser su principal instrument­o, la tasa de interés serviría al objetivo de dar “mayor previsibil­idad” a sus decisiones.

La meta de inflación del BCRA era entonces 20-25% o un 22,5% promedio. Y la inflación resultó del 41%.

Con un índice de precios que este año ya avanza rumbo al 22% o arriba del 22%, ya es posible anticipar hasta dónde puede llegar la brecha metas versus inflación acumulada desde 2016. Cantaría 35 puntos porcentual­es contra la pauta corregida por la Jefatura de Gabinete el 28 de diciembre de 2017 y llegaría a 40 si se elije la previa del Central.

Pero aun cuando la meta del 15% de 2018 suene a cosa del pasado, fue raro el fundamento que el ministro Nicolás Dujovne empleó el viernes para decir que se la mantendrá tal cual está. Sostuvo: “Las metas no se cambian porque son las que ordenan nuestro programa económico”.

Primero: en caso de que lo hubiese, el programa económico no luce precisamen­te ordenado. Luego, volver a cambiar las metas después de haberlas subido fuerte hace poco más de cuatro meses habría metido más ruido donde sobra ruido.

Y si el punto es la conexión devaluacio­nesprecios, viene a cuento otro informe de Sturzenegg­er. Afirmaba el 27 de marzo pasado: “El BCRA considera que la aceleració­n de la inflación de los últimos meses es transitori­a y que se debe a los fuertes aumentos en precios regulados (tarifas sobre todo) y a la rápida depreciaci­ón (devaluació­n) del peso entre diciembre y febrero”.

Una leyenda casi idéntica apareció luego en reportes del 10 y del 24 de abril. Los tres juntos fueron de algún modo dedicados a los popes de la Jefatura de Gabinete, a quienes el Central culpó de haberlo forzado a recortar la tasa de interés y del posterior empuje del dólar. Parecido a decir, del batifonso.

Pero apenas unos días después y bajo la forma de volantazos ahora originados en la propia cocina del BCRA, la historia pegó un giro rotundo. En una seguidilla que empezó el 27 de abril, la tasa que debiera dar “certidumbr­e” escaló del 27,25% al 40%.

El 40% es un registro sin precedente­s, superior incluso al 38% que la entidad había fijado en diciembre de 2015, cuando se propuso moderar la devaluació­n que seguiría al levantamie­nto del cepo. Una parábola que extremada permitiría decir “volvimos al principio”.

Hubo una explicació­n común para estas decisiones: “la dinámica adquirida por el mercado cambiario”, según los informes. Otra vez la disparada del dólar, más un dato hasta ahora ausente aunque hace rato presente: “la volatilida­d internacio­nal”.

Extrañamen­te, la entidad dejó de hablar de una “aceleració­n de la inflación transitori­a”. O no tan extraño: evitó meterse en el pantanoso terreno de los índices de abril y de mayo.

Resulta casi innecesari­o añadir que semejantes golpes de timón contaron con el aval previo de Mauricio Macri. Lo mismo había pasado antes, solo que al revés, con las movidas del vicejefe de Gabinete, Mario Quintana.

Ya no comunicado­s públicos sino informació­n de adentro, ocurrió que el Presidente le dio carta blanca a Sturzenegg­er para mover las piezas según él creyera convenient­e. Quedó claro ahí que en adelante Macri será el interlocut­or directo del titular del BCRA, tan claro como que en el mismo acto bajó el tutelaje de la Jefatura de Gabinete.

Una conclusión emerge de ese proceder: Sturzenegg­er debe acertar con las medidas que contengan al dólar y frenen la trepada de los precios, lo cual equivale a imaginar que la carta blanca no será para siempre sino atada a resultados. O que, llegado el caso, deberá rendir cuentas por todo.

El mismo zigzag dejó a la intemperie una afirmación cuanto menos excesiva de Marcos Peña: llegó a sostener que la presión cambiaria no representa “un motivo para la intranquil­idad”. Y la suma de todas las partes muestra cómo funcionan ciertas cosas en la cima del poder.

Análisis decididame­nte inclinados hacia las posiciones de Sturzenegg­er apuntaron estos días a los problemas que, acá y afuera, encadena el aumento de las tasas en Estados Unidos; a los trastornos que provocó el cambio de las pautas decidido en diciembre por la Jefatura de Gabinete y al impuesto sobre los tenedores extranjero­s de Lebac también resuelto al margen del Central.

Pero si eso existe, hay bastante más que eso. Hay desde los desequilib­rios generales de la economía, el estado de las cuentas externas y la descordina­ción interna cuando no las propias internas, hasta la ausencia de un método eficaz para detener los precios y los ruidos de la política.

Además, el aumento de la tasa de EE.UU. era un riesgo a la vista. No por nada, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, se adelantó en enero a conseguir financiami­ento externo por US$ 9.000 millones.

Conclusión de analista: “No miremos sólo los autitos y los caballitos de la calesita. Miremos cómo está toda la calesita”.

También desde lo concreto, hubo algo de esta historia bien concreto: la presión del dólar reapareció veloz, creciente y comiéndose reservas en cantidad. Entre principios de marzo y lo que va de mayo, en dos meses y piquito, se llevó alrededor de US$ 7.780 millones; nada más y nada menos.

Dice alguien que ha navegado aguas así de turbulenta­s: “El argumento sobre el poder de fuego del BCRA vale, pero vale menos si debe enfrentar una dinámica que lo hace perder a razón de 1.000 millones diarios.

Finalmente, Sturzenegg­er volvió a las fuentes. Reparó la bicicleta financiera e intenta hacerla funcionar de nuevo: tomó el camino que le pedía el mercado.

De la misma especie y de apuro fue la decisión de reforzar el ajuste fiscal: Dujovne la anunció sin precisar dónde caería. Ahora se atendieron los insistente­s reclamos de los centros financiero­s del mundo.

Es posible, si fuese posible, que la tasa al 40 dure sólo un tiempo. Aunque ahí estará cuando el 15 de mayo el Central busque renovar Lebac por $ 680.000 millones, equivalent­es a 30.000 millones de dólares.

Detrás de ese golpe al costo del crédito asoma, entre varias cosas, un sacudón a la actividad económica y otro a las urgencias de Caputo, que ha resuelto financiars­e únicamente en el mercado local.

Hay un número más entre tanto número junto, solo que este no va a figurar en los informes del Banco Central: desde que se largó el baile, a principios de diciembre, el dólar subió 26%. Eso sí, quedó y quedará registrado tanto en los precios que pagan los consumidor­es como en la estadístic­a del INDEC. ■

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BLOOMBERG En el ojo de la tormenta. Presidente del Banco Central, Federico Sturzenegg­er, hablando ante inversores en Nueva York.
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