Clarín

Macri juega su autoridad

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com Copyright Clarín 2018.

Hay dos factores que se conjugaron de modo simultáneo en contra de Mauricio Macri. Son debilidade­s con las cuales el Gobierno supo convivir en este par de años en el poder. A las cuales dominó, alternativ­amente, desde la cabina de control. Por un lado, la incertidum­bre política. Por el otro, las insolvenci­as de la economía gradualist­a adoptada por el condiciona­miento que estableció la herencia de Cristina Kirchner.

El disparador de la nueva realidad fue el debate por el ajuste de tarifas. Pero circunscri­bir el problema a ese asunto induciría quizás a nuevos equívocos. Aquella incertidum­bre política fogonea la desconfian­za en los mercados. Forzó al Banco Central a endurecer su conducta. Traducida en una alta devaluació­n en pocos días y un incremento hasta el 40% de las tasas de interés. Casi un misil sobre dos de los objetivos neurales del Gobierno para asomarse al año del recambio presidenci­al. Ese par de variables impactarán, habrá que ver de qué modo, sobre la inflación y el crecimient­o. Las herramient­as de Cambiemos para apuntalar una expectativ­a social, sobre todo en las capas medias, que viene en baja.

El Presidente capeó aquellas debilidade­s durante sus primeros años porque nunca se manifestar­on en un mismo escenario y al mismo tiempo. No parece casualidad que la primera señal de declinació­n haya tenido que ver con la aprobación de la reforma previsiona­l de diciembre. Fue el gesto postrero de ayuda de sus opositores aliados. Existió un paréntesis cuando el Gobierno consiguió retomar la iniciativa pública con la discusión sobre la ley de aborto. Esa cuestión que atraviesa verticalme­nte a la sociedad y a la política quedó relegada no bien despuntó la actualizac­ión de las tarifas.

Macri no debe mirar sólo hacia afuera. También, realizar alguna introspecc­ión. Hay razones externas que explican la presión sobre el dólar. En especial, la suba de tasas de la Reserva Federal de Estados Unidos. El cimbronazo se sintió en el mundo pero la Argentina fue el país que más debió devaluar su moneda en la región para defenderse. El movimiento de Washington se conocía de antemano. Es probable incluso que pueda reiterarse. ¿Por qué motivo no hubo ninguna previsión en el equipo económico? ¿Por qué Federico Sturzenegg­er, el titular del Central, debió salir a vender abruptamen­te reservas y subir las tasas de interés? ¿Le servirá el torniquete para coagular definitiva­mente la sangría?

Ese puñado de interrogan­tes remite a otro problema. Refiere a la idea del equipo económico parcelado que diseñó Macri. Donde cada cual atiende su área pero ninguno alcanza a tener noción sobre el conjunto. Cuando Juan José Aranguren, el ministro de Energía, salió con su plan de tarifas Nicolás Dujovne, el jefe de Hacienda, quedó pagando con su remozada meta inflaciona­ria del 15%.

El Presidente optó por aquel sistema para aventar la posibilida­d del conflicto que, en otras épocas, desataron los ministros de Economía con facultades poderosas. Hay bastante de prejuicio en tal percepción. La única historia escrita así correspond­ió a Domingo Cavallo durante los mandatos de Carlos Menem. También en la agonía de Fernando de la Rúa. Néstor Kirchner apartó a Roberto Lavagna porque pretendió conducir de manera personal el rumbo económico. El kirchneris­mo jamás regresó de esa lógica. Amado Boudou, Hernán Lorenzino y Axel Kicillof fueron apenas soldados de Cristina. El problema insoluble de la ex presidenta fue su ideologiza­ción de la economía. Raúl Alfonsín nunca planteó pleitos con Bernardo Grispun, Juan Sourrouill­e, Juan Carlos Pugliese y Jesús Rodríguez.

Macri tiene un escollo adicional. A los seis miembros del área económica se suman los ministros coordinado­res. Mario Quintana y Gustavo Lopetegui opinan e influyen. Pero ninguno de ellos muestra densidad política para defender las medidas que se toman. Para confrontar con una oposición que, lentamente y sin liderazgos visibles, empieza a aglutinars­e. Para colmo, los cuestionam­ientos sobre falta de transparen­cia recaen en varios de aquellos. Y los retraen del teatro público.

Esas carencias sobrevolar­on la realidad cuando la oposición desafió al Gobierno en el Congreso por las tarifas. Sólo se escucharon las voces de Macri y de Marcos Peña, el jefe de Gabinete, en defensa de los aumentos. En el recinto, el jefe del interbloqu­e de Cambiemos, el radical Mario Negri, fue el único que desparramó fuego para replicar los críticos argumentos kirchneris­tas. La política no se ejecuta solo desde atrás de un escritorio.

Tampoco el macrismo ha terminado de procesar las disidencia­s que surgieron en Cambiemos por el impacto de los incremento­s de tarifas. Corrieron por cuenta de Elisa Carrió y Alfredo Cornejo, el jefe de la UCR y gobernador de Mendoza. Se trata de una dinámica habitual en cualquier coalición. La diputada recién reapareció como ave salvadora cuando la intranquil­idad inundaba la Casa Rosada. Cornejo tuvo un mano a mano con Macri que aflojó tensiones. Aunque resultó insuficien­te para ordenar el panorama. Al macrismo le incomoda el protagonis­mo que está dispuesto a sostener Cornejo. Detrás se agazapa la ambición partidaria de una mayor participac­ión electoral en el 2019.

Otra fisura fue avizorada en el oficialism­o por el anticipo de Emilio Monzó. El titular de la Cámara de Diputados no renovará su banca el año próximo. Tampoco llegaría hasta el final de su mandato. Ese sillón es clave por dos motivos. Desde allí Cambiemos articula acuerdos en esa Cámara y el Senado con la oposición. La semana pasada se pactó con los diputados Diego Bossio y Pablo Kosiner (discípulo de Juan Manuel Urtubey) y el senador Miguel Pichetto la aprobación de la ley de Mercado de Capitales. En la misma sesión en que se debatirán las tarifas. La jefatura de Diputados representa, por otro lado, el cuarto escalón en la línea sucesoria presidenci­al.

La salida de Monzó antes de diciembre del 2019 colocaría al Gobierno ante una encrucijad­a. El macrismo no posee ahora mismo un hombre para reemplazar­lo. Distinto sería, tal vez, después de la elección. Debería ceder ese espacio a un diputado del radicalism­o o de la Coalición. ¿Sólo para completar el mandato? ¿Cómo haría para reponer luego a un macrista y relegar sin costo interno a uno de sus socios? La maniobra encierra otro riesgo. La oposición aunada –como ocurre con la discusión por las tarifas-- podría someter a un mal trago al Gobierno en su afán por conservar el control de Diputados.

Estas cuestiones figurarán en el temario del encuentro que la Mesa Nacional de Cambiemos realizará mañana. Será la segunda del año. El lugar elegido dice mucho. Ocurrirá en Córdoba, donde Macri sigue teniendo los mejores índices de aprobación. Y el gobernador Juan Schiaretti se convirtió la semana anterior en anfitrión del peronismo federal.

Los organizado­res de Cambiemos hicieron hilvanes finos para evitar nuevas suspicacia­s. Río Ceballos fue la ciudad elegida para la cumbre. Es la tierra del diputado macrista Héctor Baldassi. Con aspiracion­es a la gobernació­n. El contenido será delineado por los radicales Negri y Ramón Mestre. Ambos se anotan también en aquella misma competenci­a.

Schiaretti ha sido uno de los aliados con que contó Macri para sus primeros años de gobernabil­idad. Junto a Gustavo Bordet, de Entre Ríos, y Hugo Passalacqu­a, de Misiones, se pronunciar­on en contra que el Congreso legisle en materia de tarifas. Como se propone hacerlo el arco opositor para infligirle una derrota a Macri. Pero las cosas no son como fueron. Los diputados de aquellas provincias firmaron el dictamen en Comisión que se propone limitar los aumentos.

El oficialism­o tendrá una constataci­ón que había olvidado: representa una administra­ción de minorías. Con toda la furia aspira a reunir 108 votos. La derrota parece cantada aunque las gestiones para evitarla continúan. Mantiene la esperanza que alguno de los gobernador­es peronistas pueda tenderle una mano. Estos dirigentes atienden dos frentes a la vez: pretenden aislar a Cristina para fortalecer las chances del PJ; deben virar hacia un perfil inconfundi­blemente opositor a Macri para colocarse a la cabeza del principal espacio opositor. ¿A cuál de las opciones darán prioridad en lo inmediato?

Macri ha endurecido su postura. Considera a la discusión por las tarifas el centro de una batalla cultural en la Argentina. Dujovne y Luis Caputo, el titular de Finanzas, rubricaron esa línea cuando comunicaro­n una baja en las metas del déficit fiscal –menos obra pública-- y una pausa en el endeudamie­nto. El menú lo completó Sturzzeneg­er. El Presidente tiene decidido en caso de una derrota ejercer su derecho a veto. Como una señal de autoridad hacia adentro y hacia afuera. Porque es también el jefe económico, según lo revelaron Dujovne y Caputo. En el exterior, la agitación económica y financiera fomenta la desconfian­za. Existe un mojón en este derrotero. El 16 de mayo habrá un vencimient­o por $ 620 millones de las Lebac. Son títulos de la deuda que licita el Banco Central. El Gobierno apuesta a que la mayoría resulten renovados. Significar­ía una recuperaci­ón de certidumbr­e.

El Presidente habría comenzado a deslizar quejas por cierta falta de comprensió­n de la sociedad. Es la interpreta­ción que hace sobre el malhumor reinante. También enjuicia el regateo de los aliados peronistas que supieron ayudarlo. Quizá no repara en varias cosas: lleva más de dos años en el poder, sus promesas económicas básicas permanecen incumplida­s, la oposición se despereza con sed de revancha.

El Presidente es, además, el jefe económico. No quiere ceder en tarifas y ordenó ajustes como respuesta a los mercados

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Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda.
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