“Contar historias siempre será la misión del buen periodismo”
Lo dice Juan Cruz Ruiz, editor y escritor español, que compartió sus experiencias con 85 periodistas de Clarín.
Juan Cruz se ahoga. La humedad porteña trepa la muralla de libros que armó sobre su escritorio y le hace sombra. Justo a él, narrador por los poros, lo acecha un espasmo. Tiene el pecho inflado de consejos inspiradores, aunque para liberarlos necesita la niebla de su inhalador. Él, que debutó a los 13 años como cronista en el semanario Aire Libre de Tenerife, tiene que ventilar sus pulmones en Buenos Aires. Pero respira hondo y lo consigue. La sibilancia desaparece y la frase de la tarde, la que resume su ambición en la vida, por fin llega: “No me dejes, lector, tengo una historia que contar”.
Se oxigena Juan Cruz cuando ve activarse las libretas de apuntes de los 85 periodistas de Clarín que acudieron a su taller sobre “El relato periodístico”, donde el editor nacido en las islas Canarias compartió herramientas del arte de la entrevista, recomendó aprovechar “la música de las palabras” y buscó contagiar “la alegría extraordinaria de saber contar, que siempre será la misión del buen periodismo”.
Empezar una conversación con un simple “¿Cómo estás?”, para derretir las armaduras del entrevistado. Indagar sobre “las postales que nos envía la infancia”, para que el interlocutor abra el cofre de sus recuerdos más sagrados. No pensar que se trata de un interrogatorio, “porque es un diálogo”. Lograr una atmósfera de confianza, como la que conquistó al regalarle una horma de queso asturiano a J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, pa- ra que la charla fluyera. Y “usar la dinamita cuando llega la hora de repreguntar”.
Son claves que desparrama en el Auditorio del diario, en dos mañanas y dos tardes, durante las jornadas de capacitación para editores, redactores y también estudiantes de la Maestría de Clarín y la Universidad de San Andrés.
Ante ellos, Juan Cruz invoca a un equipo de los sueños del periodismo y la literatura, integrado por Gabriel García Márquez, Alma Guillermoprieto, Tomás Eloy Martínez, Gay Talese, Stephen King, Albert Camus y Ernest Hemingway, entre muchos otros.
Juan Cruz tiene un promedio de gol cercano al de Lionel Messi: en 56 años de carrera escribió o participó en colaboración en unos 48 libros. Sus latidos acompañan a los del diario El País desde su fundación, en 1976. Fue redactor jefe de Cultura y ahora es director adjunto. También se desempeñó como editor de Alfaguara, coordinador editorial del Grupo Prisa, jurado del Premio Clarín de Novela y motor creativo del blog literario Mira que te lo tengo dicho. Ama al Barcelona como a sí mismo y en Twitter es @cosmejuan, donde sube una foto del curso que origina esta nota.
“Nosotros venimos a esta vida a contar, sentimos esa alegría que primero sienten las madres, cuando deslumbran a sus hijos con una bella historia. Pero para hacerlo bien tenemos que echar a volar la curiosidad, leer, sacar la televisión del cuarto y rodearnos de libros, ser cultos, prepararnos, acertar el tono, bucear con honestidad en los asuntos de las personas que tenemos enfrente, que son la vida, el amor, su carrera, el fracaso, las dudas. Yo he entrevistado a Liz Taylor y a Sophia Loren, a Ingmar Bergman y a Günter Grass, y siempre, por más potencia que tengan los personajes, siempre hay un momento en que se sienten vulnerables”, señala.
La anécdotas de Juan Cruz despa- bilaron hasta a las cuatro medialunas intocadas de su mesa. Confidente de escritores, contó que Jorge Luis Borges le pedía ir al Hotel Palace de Madrid “porque allí podía vislumbrar el color amarillo”. Y que Juan Carlos Onetti desplegaba un gran sentido del humor, como aquel día en que alguien le miraba su único diente sano y decidió anticipar cualquier comentario: “Tengo una dentadura perfecta, pero se la he prestado a Vargas Llosa”.
De Doris Lessing, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2007, recordó que expulsó de su casa a un periodista que la abrumó con preguntas que parecían de examen, elaboradas en base a declaraciones suyas de archivo. Juan Cruz señaló entonces que, salvo en cuestiones de corrupción política o de guerra mundial, “no hacemos entrevistas para pillar en falta a nadie” y que el protagonista siempre debe ser el entrevistado, no el entrevistador.
Luego recordó que Susan Sontag “era una especialista en desactivar preguntas, fueran tontas o inteligentes” y que alguna vez sufrió esa inco- modidad en persona, hasta que, por vueltas de la vida, él se convirtió en editor de la ensayista norteamericana y las cosas mejoraron.
El pintor irlandés Francis Bacon casi se le escapa en 1991. Había aceptado una entrevista pero cuando llegó el momento intentó cancelarla. Juan Cruz sintió que su pecho se agitaba. Pero en eso vio que Bacon, con premura, sacaba de su bolsillo un inhalador de salbutamol... ¡Los dos eran asmáticos! Juan Cruz acudió entonces a su propio Ventolin, lo exhibió con una sonrisa y el artista huidizo depuso su actitud. “A veces, un reportaje se consigue por obra y gracia del azar”, concede.
Juan Cruz hace una pila con los 18 libros que trajo de España en su valija marrón. Le da forma de atalaya. Y comenta la crónica que hizo García Márquez cuando cubría la Cumbre de Ginebra de 1955, en plena Guerra Fría: “Gabo se dedicó a contar cómo el presidente norteamericano, Dwight Eisenhower, se escapó tres horas de las miradas del mundo y se fue a comprar juguetes para sus nietos, una genialidad”.
Casi al final, aconsejó a los periodistas que nunca digan que no cuando les piden escribir una nota, “porque las oportunidades son pocas y se evaporan”, y resaltó que lo importante es la actitud.
“Si no hay entusiasmo, nos vamos al carajo”, reflexionó. Y dicho esto, volvió a respirar. ■
Durante dos mañanas y dos tardes, Juan Cruz dio consejos para editores, redactores y estudiantes