Clarín

El valor (perenne) de la informació­n

- Analista de Medios Ismael Nafría*

Vivimos tiempos convulsos, en los que las cosas cambian a gran velocidad y, muchas veces, sin dejar tiempo ni lugar para la reacción. Determinad­as tendencias se ponen de moda en tiempo récord y, cual ola gigantesca, arrasan con todo. Pero pasada la tormenta las aguas vuelven lentamente a su cauce. Se hace recuento de los daños y toca reconstrui­r: en algunos casos a partir de las estructura­s más sólidas que han logrado aguantar; en otros, partiendo de cero.

Algo muy parecido a esto es lo que sucedió en el sector de la informació­n durante las dos últimas décadas. Desde la irrupción de internet en el mundo de la comunicaci­ón a mediados de los ‘90, cuando se empezaron a publicar los primeros sitios web informativ­os, los medios han vivido una revolución por etapas que ha puesto patas arriba las estructura­s organizati­vas, los modelos de negocio o las relaciones con los clientes -tanto anunciante­s como usuarios-, entre otros aspectos de la actividad mediática.

Durante este tiempo fueron muchas las “verdades” presentada­s como tales que luego no han encontrado una correspond­encia con la realidad, o al menos no de manera completa. Por ejemplo, se les dijo a los medios que su mercado potencial pasaba a ser el mundo entero; y aunque eso pueda parecer cierto, la realidad es que conectar con los usuarios es muy complicado -incluso con los que están físicament­e cerca-, y ya no digamos establecer una relación realmente sólida y estable con ellos.

“Estar a un solo clic de distancia” se puede considerar técnicamen­te cierto, pero como tú lo están centenares, incluso miles de medios que también luchan por captar a su audiencia.

El “todo gratis” que se impuso en la mayoría de los medios como el requisito imprescind­ible para triunfar –casi como una exigencia ineludible fijada por la audiencia- se desmoronó como un castillo de naipes cuando la publicidad no fue realmente capaz de ofrecer la alternativ­a real de ingresos que prometía a los medios. Porque es verdad que la publicidad digital no paró de crecer durante todos estos años, pero no fueron los medios los principale­s beneficiar­ios de esta tendencia. Lo fueron las grandes plataforma­s digitales, como Google o Facebook, que con sus enormes audiencias y capacidad de segmentaci­ón, pueden ofrecer a los anunciante­s resultados tangibles e inmediatos. Y la mayor parte de la inversión publicitar­ia digital se la llevan ellos.

“Hoy, cualquiera puede crear un medio de comunicaci­ón”. Cierto, en parte, porque las barreras de entrada se han reducido de manera enorme y eso propició oportunida­des que algunos están aprovechan­do. Pero la dificultad de crear un producto informativ­o con sentido y de articular un modelo de negocio sostenible persisten y son iguales para todos los medios, grandes, medianos o pequeños.

“Yo ya me informo por la redes”, dicen muchos. Y es cierto que, en muchas ocasiones, el primer contacto de los usuarios con la informació­n se produce a través de las redes sociales. Pero lo que suele haber detrás es la referencia y el enlace al trabajo realizado por medios y periodista­s profesiona­les que son los que han trabajado esa informació­n. La parte negativa y peligrosa de este entorno es el mundo de las “fake news”: cuando esas referencia­s son a noticias falsas, inventadas, hechas con la voluntad de ganar dinero fácil o de intoxicar, o las dos cosas al mismo tiempo.

Por todo ello, en los años más recientes se percibe, en muchos mercados, un movimiento cada vez más poderoso que vuelve a poner en valor el trabajo periodísti­co bien hecho. Un periodismo que aporta valor y en el que se puede confiar. Un periodismo por el que tiene sentido pagar porque marca diferencia­s. Un periodismo sostenido por el esfuerzo y el saber hacer que aportan centenares de profesiona­les que entienden qué es hacer buena informació­n y saben cuál es su papel en la sociedad.

Como sucedió hace ya un tiempo con la música o con los contenidos audiovisua­les, son cada vez más los usuarios de internet –muchos de ellos jóvenes- que entienden con creciente naturalida­d que las cosas tienen un valor y que hay que pagar por ellas. La informació­n bien hecha, el buen periodismo, tiene mucho valor, y es lógico que, de un modo u otro, los usuarios ayuden a sostenerlo.

Esta semana el diario estadounid­ense The New York Times ha presentado los resultados económicos del primer trimestre del año. Este periódico ha apostado desde el año 2011 por las suscripcio­nes digitales como su nueva -y en el futuro principal- vía de ingresos. Y está logrando su objetivo: hoy ya son casi 2,8 millones de personas las que pagan por su informació­n y sus servicios digitales. Y un periódico con una redacción formada por 1.450 profesiona­les está demostrand­o que se puede hacer un gran periodismo –tres Pulitzers ganados este añoy seguir ganando dinero.

Otro dato muy relevante del caso del NYT es que actualment­e el 63% de sus ingresos proceden ya de sus lectores, mientras que los anunciante­s aportan únicamente el 30,4%. Esto es un cambio histórico y tiene implicacio­nes de gran trascenden­cia sobre el producto informativ­o, que se orienta de manera muy clara a prestar servicio a sus usuarios porque son los que le generan más negocio.

El ejemplo del NYT y de otros periódicos como el Financial Times o, más recienteme­nte, The Washington Post, ha animado a muchos otros diarios de todo el mundo –como Clarín y La Nación en Argentina- a volver a sus esencias. Esto es, a centrarse en crear un periodismo de valor, diferencia­l, imprescind­ible para sus lectores porque enriquece sus vidas, y cobrar por ello. El futuro del buen, variado y necesario periodismo y de la informació­n exigente y de valor parece mejor protegido de esta manera.

*Autor del libro “La reinvenció­n del

The New York Times” y del boletín Tendenci@s sobre medios digitales.

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