Jardines rodantes: tendencia en alza en chicos de 1 a 4 años
Optan por los “jardines rodantes”. Ya hay 50 en la Ciudad y crece la demanda. Rotan de casa con grupos reducidos de chicos. El sistema no tiene control del Estado.
Se arman grupos pequeños, de no más de siete, que van rotando por las distintas casas. Los eligen padres que prefieren una primera infancia con atención más personalizada.
Las clases en casas hogareñas dejaron de ser sólo una moda, un esnobismo, o un gusto de clase media, para transformarse en una tendencia increscendo y en una opción lúdica y educativa para niños de entre 6 meses y cuatro años. Sin embargo, la modalidad no tiene control estatal.
Las guarderías y los jardines maternales y de infantes no son la única opción para los chicos. Hoy están cada vez más instalados los jardines rodantes, una opción intimista, para padres con disponibilidad de hora- rios que quieren evitar las instituciones para los primeros años de sus hijos.
Se trata de una modalidad que se alimenta del boca en boca y consiste en armar grupos de tres a seis chicos promedio, cuyos encuentros -de tres horas- rotan por distintas casas, casi siempre cercanas. La demanda, según estos jardines, se duplicó en los últimos dos años. Según afirman, es porque una cantidad de padres desconfía de la educación tradicional y tambien buscan evitar enfermedades, como la bronquiolitis, que abundan en los jardines convencionales.
Los jardines rodantes -hay unos 50 en Capital- no están regulados por el Ministerio de Educación. Nadie les exige una habilitación formal, tampoco hay tarifas fijas y las “seños” no necesariamente tienen un título docente. El costo promedio del servicio es de unos 4.000 pesos por mes, tres veces por semana.
Clarín consultó con especialistas que analizaron el fenómeno y dejan en claro que las instituciones tradicionales son irremplazables ( Pros y contras...).
“Las madres de la actualidad tienen una mayor apertura sobre la existencia de otro tipo de educación, quizás, sin tantos prejuicios. Es lo que hoy se conoce, también, como crianza respetada, cada vez más utilizada”, opina Viviana Piccolo, que lleva adelante su grupo Alma Bonita. Para Estefanía Chico, que está al frente de Las Mandarinas, “no sólo fortalecen el vínculo y la socialización: los niños pueden llevarse herramientas para el futuro, ya que promovemos talleres vinculados a la música, la cocina y las huertas”.
Directora de Paso a Paso, Carolina Garea piensa que este presente que viven los jardines rodantes “surge de poder brindar una propuesta superadora, en la que los chicos puedan explorar y descubrir en un lugar con- fiable como pueden ser sus hogares”.
Mariela y Luisina son dos madres que defienden a rajatabla los jardines rodantes, “indiscutibles en estos tiempos”, remarcan. “Si hay mayor demanda es porque quienes hicimos la experiencia lo transmitimos como algo positivo”.
De a poco, también los papás van siendo habitués de estos universos. Eduardo está chocho con esta opción educativa para Felipe. “En el rodante Umpa-Lumpa lo veo relacionado a tareas de motricidad fina y gruesa, que le permiten prestar atención y olvidarse de la tele”. Para el escritor Alan Pauls, por ejemplo, fue descubrir “una especie de institución intermedia entre la familia (privado) y el jardín (público): un campo de pruebas donde los chicos aprenden a ser sociales, pero sin la presión ni las reglas de la sociedad”.
Maestras y madres que integran estas comunidades educativas están convencidas de que el jardín rodante “es importante como primer formador del chico. No buscamos competir ni reemplazar a las guarderías, sino ser un complemento válido. Hay vida más allá de los jardines estándar”. Ambas partes sienten que un grupo reducido propicia un vínculo más estrecho “permitiendo repensar el rol docente desde otro ámbito, ya que se planifica la tarea en función de los intereses particulares de los niños”.
Tanto Píccolo como Chico y Garea piensan que son varias las ventajas de este sistema sui géneris. “Aporta la