Pros y contras de una oferta de trato más personalizado
Opiniones. Especialistas dicen que pueden ser útiles para los bebés. Pero que la institución escolar luego resulta clave.
tranquilidad al permanecer en un ámbito familiar por más que las casas vayan rotando”, dice Chico; “resulta un espacio seguro, en el que los padres descansan despreocupados”, y no es menor el tema de la salud. “Hay menos enfermedades que en un jardín común, simplemente porque al tratarse de grupos minoritarios se reduce la posibilidad de contagio en una edad en la que los chicos se están inmunizando”, puntualiza Piccolo.
La confianza entre padres y maestras no es sencillo lograrla. Por eso las mamás pueden espiar los encuentros. “Hasta que aparece el sorprendente click que nos desapega de los hijos casi con naturalidad”, confiesa Luisina, mamá de Rafaela. Eduardo habla de “algo mágico que se establece, una familiaridad elegida difícil de alcanzar”. “Siempre es mejor que en una institución, donde no hay tanta paciencia”, aseguran las madres.
¿Qué sucede cuando un chico no para de llorar? ¿Cómo confiar en que estará bien? “Me pasó que mi hijo gritaba cuando no me veía y observé cómo era el desenvolvimiento de la maestra, que supo como calmarlo”, responde Daniela, una de las mamás que eligió un jardín rodante.
Viviana Píccolo, una maestra que lleva varios años trabajando en esta modalidad, dice que el jardín rodante vendría a ser como la comida orgánica : “No está mal comer los tomates que te venden en la esquina, pero también es sano comprar verdura elaborada naturalmente”. ■ Ante la falta de una reglamentación de la oferta creciente de los jardines rodantes, el Ministerio de Educación porteño no se pronunció. En realidad, como están dadas las cosas al día de hoy, la situación parece limitarse a un contrato entre privados, a diferencia de las escuelas tradicionales (ya sean públicas o privadas) en las que las pautas están regidas por normas y controles.
“Siempre festejamos cuando niños y niñas inician una experiencia de inclusión social y pedagógica tempranamente, ya que está ampliamente demostrado que redunda en múltiples beneficios para el desarrollo afectivo, social y educativo. Si bien esto es así, pensamos que no se trata de cualquier experiencia y de cualquier modo”, reflexiona Elías Halperín, licenciado en Ciencias de la Educación.
Felisa Lambersky de Widder, médica pediatra y psicoanalista, especializada en niños, subraya la utilidad de los jardines rodantes y los recomienda “pero hasta los dos años y medio, tres a lo sumo”. A partir de esa edad “yo aconsejo ir a la institución tradicional, lugar necesario para el ingreso a otro tipo de sociabilización, y a una cultura más amplia”.
Halperín, que además es director de la organización Jardines Maternales Diálogos, remarca algunos alertas en torno a los jardines rodantes: “Las casas no suelen ser espacios pensados y armados para la presencia de varios niños simultáneamente, además de haber cuestiones relacionadas a la seguridad y la protección para cobijar y alojar niños”. Y se pregunta sobre la elección del personal que se ocupa de los chic os: “¿Es sólo cuidar?, ¿alimentar? o ¿se trata también de promover el desarrollo de experiencias de aprendizaje?”.
Cuenta Halperín que los jardines rodantes “nacieron para dar respuesta a la demanda de familias de sectores medios que decidieron compartir la crianza de los hijos sin postergar cuestiones laborales y/o profesionales. Si bien fueron experiencias cuidadas y protegidas, surgieron de forma incipiente hace unas décadas, cuando la inserción de los niños en los jardines maternales no era todavía una práctica tan extendida como en la actualidad”.
Sin embargo, eso cambió. Desde 2015 el gobierno nacional promulgó la ley que establece la obligatoriedad
“Los jardines rodantes se sostienen cuando se aseguran las condiciones de cuidado”.
“Son útiles pero hasta los 3 años, después la institución tradicional es el lugar necesario”.
escolar en todo el país desde los 4 años hasta la finalización del nivel de la educación secundaria.
Lambersky de Widder agrega: “A partir de los tres años, el chico debería desapegarse de su casa y de su familia, y empezar a compartir e interactuar con desconocidos de su edad y entender que se es uno más. Por supuesto que un rodante genera un personalismo y una atención imposibles de igualar para una institución estándar la cual, sin embargo, tiene un roce que ya es conveniente”.
La especialista enumera los aspectos positivos del jardín rodante: “El niño gana muchas cosas que tienen que ver con la contención, el cuidado personalizado, el contacto directo y una evolución asociada al desarrollo lúdico, imprescindible para el aprendizaje cuando se es tan chiquito. Creo que los dos, el rodante y el tra- dicional, se necesitan y uno es complementario del otro pero en determinados sectores sociales, porque en una clase baja que no tiene el ámbito o el espacio ideal, no se puede hacer esta actividad. Los jardines rodantes son para una clase con disponibilidad horaria y habitacional”, concluye”.