Clarín

El mundo se volvió repetitivo

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

El mundo ya no es lo mismo porque ya no es diferente. Bonita definición del escritor Eduardo Lalo. Es que todos se visten igual, los jugadores de fútbol tienen el mismo corte de pelo, la gente aquí y allá come lo mismo. Vamos al Starbucks, usamos WhatsApp, comentamos las series que hay que comentar. Esto pasa con andaluces, búlgaros, argentinos.

Volver de París alguna vez significó hablar de baguettes y croissants que 15 años más tarde se consiguen -y más ricas- en Palermo. Es un momento en que la capacidad de asombro debe hacer esfuerzos para lograr que algo valga la pena. Por ejemplo, viajar. Leemos que aumentó el volumen de fotos junto a la Torre Eiffel. Y claro: cuando la fascinació­n está en baja y nada nos llama la atención, se busca la singularid­ad, lo distintivo. Para eso Europa tiene fuentes, torres y una euforia en artes y monumentos que recorremos en desquiciad­o modo turista. Vemos a La Gioconda para asegurarno­s de estar en París y decir que es un cuadro chico comparado con otro. Nunca pa- samos por alto la cuestión del tamaño.

“Casi todo queda en tu ciudad”, escribe Lalo en su libro “Los países invisibles”. Tan repetitivo el mundo que ni ganas de volar barato en una low cost. También ocurre, habrán notado, que en varios lugares hay individuos a los que no se les entiende lo que dicen.

Son clones que llevan la misma remera con el mismo estampado, o los mismos zapatos combinados con el mismo pantalón chupín y se la pasan mirando el celular como vos y como yo, sólo que hablan distinto. En fin, se ve que la excentrici­dad, como ciertos desodorant­es, nunca nos abandona.

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