Clarín

La belleza de los tapices, en el Museo

Volvió a la Argentina, restaurada, una obra sobre San Martín. También hay trabajos modernos.

- Susana Reinoso seccioncul­tura@clarin.com

Y el general San Martín volvió a casa. Renovado, con sus colores pasteles despejados y sus detalles muy visibles, el tapiz que Francia regaló a la Argentina en 1917, en homenaje al centenario de la Independen­cia de nuestro país, ocupa el lugar central de la muestra de gobelinos franceses que abre al público hoy en la planta baja del Museo Nacional de Bellas Artes. La exposición se titula: El tapiz del General San Martín: historia de una restauraci­ón. Obras maestras de la Manufactur­e des Gobelins de Francia.

El Museo retiró parte de su colección permanente para ocupar dos salas con trece piezas (además del tapiz de San Martín) del patrimonio francés. La exposición se acompaña de un video que muestra el trabajo de restauraci­ón del gobelino argentino, desde que fue descolgado de su emplazamie­nto en la Casa Rosada hasta su retorno a la Argentina, y una línea de tiempo que cuenta el derrotero de la Manufactur­a de los Gobelinos, en París, custodio del rico acervo histórico y responsabl­e de la restauraci­ón del mobiliario del Estado galo.

El gobelino de San Martín, que permanecer­á en la muestra hasta agosto cuando sea trasladado a la Casa de Gobierno, para ser emplazado de nuevo en el rellano de la escalera por la que el Presidente accede a su despacho, es una pieza tejida entre 1911 y 1914. El polvo del tiempo lo fue oscurecien­do y los valiosos detalles de la obra se perdieron detrás. Mide 16,25 metros cuadrados y representa una escena del Cruce de los Andes. Se titula: Al Libertador José de San Martín, de la República Francesa.

Claro que la exhibición de la Manufactur­a de los Gobelinos deslumbra por la calidad, la belleza y la técnica de todas las piezas presentada­s. Ayer, durante una recorrida, la curadora francesa Morgane Lucquet Laforgue, explicó la historia de los gobelinos que van del siglo XVII al XXI. De hecho, puedan convivir en la exposición La zarza ardiente, hecho con lana, seda, hilos de oro y plata, tejido antes de 1685, sobre modelos de

Charles Le Brun y Nicolas Poussin, con El sol no sale para todos, un gobelino de dimensione­s enormes, tejido entre 2003 y 2008, a partir de un modelo de Antonio Seguí, artista argentino residente en París.

Los curadores –además de Lucquet Laforgue, el director del Museo, Andrés Duprat, y Thomas Bohl, director de la Manufactur­a- incluyeron en el lote gobelinos inspirados en obras de Joan Miró, León Pierre Urbain Bourgeois, Sonia Delaunay, Alicia Penalba, Fernand Léger y Roberto Matta.

El arte de los tapices se remonta al año 1447, cuando el tintorero Jehan Gobelin instala su taller en París, a orillas del Biévre, un pequeño afluente del Sena. Durante seis siglos, se convirtió en una referencia ineludible en materia de tintura y de tejidos. Fue el rey Luis XIV en 1662 quien, al adquirir el hotel de Gobelins, reunió allí los talleres parisinos de tejidos. Así nació la Manufactur­a Real de los Gobelinos. Fue el pintor Charles Le Brun su primer director. El rey solía obsequiar estos tesoros tejidos en hilos de plata y oro a un grupo muy reducido de privilegia­dos. Con la Revolución Francesa la Manufactur­a casi desapareci­ó. La curadora explicó ayer que varios gobelinos fueron destruidos para aprovechar los hilos de plata y oro, y fue el emperador Napoleón quien la restituyó.

Basta detenerse a observar alguno de los tapices más antiguos para comprender el preciosism­o de la actividad. En La Dorotea y el mercader de carne, una obra de 4,10 m x 7,10 -tejida entre 1768 y 1773 en lana y seda- e inspirada en modelos de Charles Coypel, Louis Tessier y Pierre Lenfant, el visitante puede –a cierta distancia- imaginar que está frente a una obra pictórica. El nivel de detalle es minucioso, los colores son vibrantes y el trabajo de los tejedores tiene que haber sido descomunal.

La recorrida fue precedida de una charla a cargo de Duprat; el presidente de la Asociación Amigos del Museo, Julio Crivelli; la agregada cultural de la embajada de Francia (que asumió el costo de la restauraci­ón del tapiz de San Martín), Hélène Kelmachter y la curadora francesa. ■

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RUBÉN DIGILIO Con sus colores. La obra del prócer ayer, en la presentaci­ón.

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