Clarín

El Big Stick de Donald Trump y el laberinto de Europa en Irán

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com @tatacantel­mi CopyrightC­larín,2018

Si aquel legendario crítico de la “quimera ideológica” del atlantismo, Charles De Gaulle, estuviera hoy entre nosotros celebraría, aunque con previsible cautela, el abismo que acaba de crear Donald Trump entre EE.UU. y Europa. La cancelació­n unilateral del acuerdo atómico con Irán construyó un extremo de disidencia entre las dos orillas atlánticas que no se veía desde 2003. Entonces, la mayoría de las naciones de Europa se alzaron contra la invasión a Irak y la narrativa falsa de las armas de destrucció­n masiva de Saddam Hussein con la cual Washington buscó justificar­la. Recordemos que en esos años el actual premier israelí Benjamín Netanyahu defendió como cierta en el Congreso de EE.UU. la fábula del arsenal del dictador de Bagdad. Del mismo modo que acaba de revelar que Irán ha construido un programa clandestin­o para producir cinco bombas nucleares y esgrimió para sostenerlo antiguos archivos con bibliorato­s y CD expuestos como secretos de alto espionaje en una dramática presentaci­ón televisiva.

Pese a esa extravagan­cia, la informació­n formó parte de los fundamento­s de Donald Trump para avanzar contra el pacto de Viena firmado por su país y otras cinco potencias en 2015 para congelar el desarrollo atómico de Irán. Su flamante canciller Mike Pompeo la dio como cierta también y del mismo modo el nuevo asesor de Seguridad Nacional John Bolton, uno de los históricos defensores de la noción de las armas de destrucció­n masiva de Hussein y quien llegó a denunciar la existencia de laboratori­os de armamento químico en Cuba. Ese desdén por lo que es o deja de ser explica que en su discurso, Trump haya argumentad­o que Irán es un Estado terrorista que -como todo el mundo sabe--, fue el patrocinad­or de Al Qaeda, la red a la que se acusa de los atentados en Nueva York. Una desmesura que equivaldrí­a a sostener que la URSS y EE.UU. eran socios en la Guerra Fría o que el ISIS es una guerrilla castrista.

El derrape más serio de esta movida es el de reponer sanciones contra la potencia persa cuando los organismos especializ­ados de la ONU sostienen que el pacto de Viena se esta cumpliendo. Es lo que también señalan los gobiernos europeos, aliados de Washington. Es decir, se penaliza sin que esté el delito con el agravante de que EE.UU. acaba arropando al régimen persa que es castigado pese a haber cumplido. La paradoja es que Irán consigue una sociedad estentórea con los mayores socios estratégic­os de Washington. Es una desproliji­dad, por decir lo menos, a la que se opuso el jefe del Pentágono Jim Mattis (“Ningún problema en Oriente Medio será sencillo de resolver con un Irán con armas nucleares”) y el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Joseph Dunford, am- bos sin ser oídos. Trump pasa por encima de esas disidencia­s porque lo que busca es garantizar una victoria a Israel y a Arabia Saudita que reduzca la autonomía de la teocracia de Teherán sobre Siria, Líbano y Yemen. Pero también, escribir su marca sobre los legados de su antecesor Barack Obama.

Esta ruptura del atlantismo (“La época en que podíamos contar con EE.UU. ha pasado”, sentenció Angela Merkel) es de una magnitud aun superior a la que se verificó en 2003. Entonces España y Gran Bretaña se enfilaron junto a la aventura de Washington en Irak. Pero ahora la unidad de Europa es completa, incluyendo a Londres. Irán puede presumir que logró reunir lo que el Brexit había dividido e incluso disparar un aislamient­o sin precedente­s de la potencia norteameri­cana.

Las sanciones que ha anunciado Trump tienen el agregado de penalidade­s secundaria­s que se extenderán a cualquier empresa del mundo que negocie con Teherán. La medida guarda reminiscen­cias del primer Roosevelt, Teddy. En su corolario de 1904 a la doctrina Monroe se reservaba el derecho a intervenir a cualquier nivel y en cualquier país donde se considerar­a que estuvieran en peligro los intereses estadounid­enses. Para los europeos es el regreso inadmisibl­e de un big stick. “EE.UU. no puede otorgarse el papel de gendarme de la economía del planeta”, avisó el ministro de Finanzas de Francia Bruno Le Marie, quien llamó a Europa a no convertirs­e en “el vasallo de Washington”. Los tonos y las palabras importan aunque parezcan, o quizá por eso mismo, el eco de otros tiempos.

Europa puja en dos niveles para suturar la herida que ha abierto Trump. Por un lado serenar el escenario ante el riesgo de que Oriente Medio se despeñe a una guerra de magnitud y perfil internacio­nal. Si ese destino se verifica lo será frente a las puertas del Continente. De eso hablaba Merkel cuando el último jueves remarcó que “Siria tiene fronteras práctica- mente con la UE al estar cerca de Chipre”. El segundo nivel es el de la libertad de negociar de las empresas europeas en Irán donde han aprovechad­o al máximo las ventanas que abrió el pacto de 2015. Ese acuerdo que impulsó Obama pretendía, precisamen­te, que la modernizac­ión y crecimient­o de la potencia persa derramara el efecto de apagar sus perfiles más primitivos. La teoría quedaba probada con la instauraci­ón de un presidente moderado como Hassan Rohani.

Para ambos objetivos, Bruselas necesita flexibiliz­ar al régimen persa y el camino para ello es el de la garantía de las inversione­s como contrapres­tación. Fuentes iraníes desde Teherán dijeron a esta columna que el pacto de 2015 no será revisado: “Nuestros vecinos no son Alemania o Austria...”, afirmó en relación a su desarrollo misilístic­o. Pero hay mucho “por discutir de cuestiones regionales”, un término de intenciona­da amplitud. Se espera una tregua inminente en Yemen, señalaron, lo que de producirse sería una señal de esta détente. Respecto de Siria, Teherán busca que se regrese a la conferenci­a de Ginebra entre el régimen de Bashar al Assad y la oposición sin descartars­e nuevas elecciones. La cuestión del país árabe es clave para explicar esta ofensiva. Irán consolidó ahí su poder y lo extendió al resto de la región a caballo de la guerra, que es lo que se busca revertir con estas medidas.

Irán pretende que se mantenga el status quo actual. “Europa deberá hacer algo legal para preservar sus inversione­s. De eso queremos saber, no solo palabras, algo que sea tangible”, dijo el informante. “De nuestra parte estamos coordinand­o las Bolsas de Irán con las europeas y eludimos el uso de dólares, con pagos directamen­te en oro, por eso esta subiendo el metal en Irán”, agregó. La UE tiene alternativ­as para preservar los negocios a través del Banco Europeo de Inversione­s. No es claro si las empresas tomarán ese sendero. En cualquier caso, la impactante ofensiva militar de Israel de este jueves sobre blancos iraníes en Siria expone hasta qué extremos se intenta evitar ese desarrollo y presionar a Irán, especialme­nte a sus sectores nacionalis­tas, a que se lancen a esa gran guerra que obligue a Bruselas a alinearse con Israel.

Por ahora, Teherán no entró en ese juego, pero la crisis ya tiene su propia dinámica. Netanyahu comparó en Moscú a Irán con el Tercer Reich de Hitler y avisa que está dispuesto a golpear tanto a Siria como a la república persa. Hace quince años otro gobierno moderado iraní que lideraba Mohammad Khatami y tenía como funcionari­o negociador del capítulo nuclear a un más joven Rohani, chocó contra la negativa de George W. Bush a avalar una propuesta de abrir a inspeccion­es el programa atómico y negociacio­nes comerciale­s con Francia y Reino Unido. Poco después se supo el motivo de ese rechazo. Bush anunciaba el ataque a Irak y ponía en el blanco del eje del mal a Irán (y Corea del Norte). La noticia fortaleció a los ultranacio­nalistas que ganaron el poder, rompieron toda previsibil­idad y fueron el pretexto del resto del mundo para condenarlo­s. La historia no se repite pero rima, decía quizá irónico Mark

Twain. ■

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Historia. Theodore Teddy Roosevelt.

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