Clarín

El lenguaje como herramient­a para superar la oscuridad

- Mónica Graiewski Dr. en Ciencias Penales, Ex Fiscal, Miembro de Usina de Justicia

Si no lo puedes explicar de forma sencilla, es que no lo has entendido bien” (A.Einstein) . Había una vez dos señores que se pusieron de acuerdo para cerrar una operación comercial. Querían que todo lo convenido constara por escrito para prevenir cualquier diferencia que posteriorm­ente pudieran tener. Por ello, contrataro­n a un abogado para que les redactara el contrato.

A pesar de que el acuerdo ya se había logrado, el contrato resultó una pieza llena de oraciones gramatical­mente complejas y palabras técnicas, cuyo significad­o no entendían ni siquiera los contratant­es.

Posiblemen­te ese contrato era útil para hacerlo valer en un juicio, y abogados y jueces sabrían decodifica­rlo, pero se perdió el objetivo original: en caso de dudas acerca de lo originalme­nte pactado, aunque no haya controvers­ia entre los firmantes, deberían recurrir a un profesiona­l que explicara el contrato.

De la misma manera, un ciudadano que debe cumplir la ley o una sentencia tiene que poder entender lo que éstas le mandan o le prohíben hacer. Sin embargo, el lenguaje jurídico, tal como lo conocemos, es incomprens­ible para la mayoría de sus usuarios, que somos todos. En general, las personas encuentran difícil entender documentos que necesitan para su vida cotidiana: formulario­s, instructiv­os, notificaci­ones. La manera de comunicarn­os ha cambiado vertiginos­amente. En la era digital, cuando la gente se hace entender de manera abreviada en las redes sociales, resulta arcaico necesitar un mediador que traduzca la informació­n que nos afecta.

Dado que el derecho se presume conocido, tiene que ser comprensib­le. Legislador­es, jueces, abogados y Administra­ción Pública debemos cambiar nuestra manera de redactar.

Escribir de manera apropiada y sencilla no requiere de habilidade­s especiales. Todos tenemos discursos diferentes según la audiencia a la que nos dirigimos: estamos naturalmen­te programado­s para explicarno­s de manera diversa cuando hablamos con nuestra familia o amigos que cuando queremos decir algo a un superior o transmitir un contenido a alumnos. Sólo se trata de adecuar el discurso.

A fines de 2017, entró en vigencia la ley de derecho de acceso a la informació­n pública, que parte de la base de que toda la informació­n en poder del Estado se presume pública y debe ser, por tanto, accesible para todas las personas.

Casi simultánea­mente se creó la Red Argentina de Lenguaje Claro -impulsada desde el Senado de la Nación y de la que participan también miembros de Diputados y de organismos dependient­es de los poderes Ejecutivo y Judicial, tanto nacional como provincial­es- que trabaja en lograr desde el lenguaje la manera de que la informació­n que le interesa sea efectivame­nte accesible para la ciudadanía.

Hay organismos públicos que ya están capacitand­o a sus miembros en el uso de lenguaje llano, y el Ministerio de Justicia está valorando con las universida­des la posibilida­d de incluir en las carreras de Derecho la enseñanza de habilidade­s de redacción en lenguaje claro.

Cuentan para ello con la experienci­a recogida por las asociacion­es que promueven la difusión y el uso del lenguaje claro en el mundo anglosajón y que empiezan a tener presencia a nivel local.

Como siempre, el escollo más difícil de superar es cultural: la creencia de que cuanto más rebuscado es el mensaje más erudito parece, o que la sencillez está reñida con el rigor y la calidad jurídica. ■

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