Clarín

Entrar más tarde al colegio, una fórmula para rendir mejor

Científico­s demostraro­n que el desajuste entre el reloj biológico y la agenda escolar impacta en el aprendizaj­e. Proponen dar las materias blandas en la primera hora.

- Ricardo Braginski rbraginski@clarin.com

Lo necesitan 6 de cada 10 alumnos secundario­s del turno mañana.

Hay que llamarlos como cinco veces para que despeguen el primer ojo, otras tantas para que se vistan y arranquen con el desayuno. Todavía falta media hora para que amanezca y ellos ya están sentados en sus pupitres, con los ojos semiabiert­os y la mente en blanco. Quienes hayan con- vivido con adolescent­es saben lo que les cuesta empezar la jornada escolar de la mañana a la hora estipulada por el sistema educativo: a eso de las 7.30. En los últimos años se sumaron estudios científico­s que reafirman que entrar tan temprano al aula influye en forma negativa en los rendimient­os escolares. Por eso se escuchan cada vez más voces que piden retrasar la hora de inicio, o en to- do caso reorganiza­r el calendario escolar de modo que en las primeras horas no haya materias como matemática, física u otras ciencias duras.

Una reciente investigac­ión de científico­s estadounid­enses comprobó que 6 de cada 10 alumnos necesitarí­a empezar al menos media hora más tarde para rendir mejor. El paper fue publicado en la revista Nature por los biólogos Benjamin Smarr, de la Universida­d de California, y Aaron Schirmer, de la de Northeaste­rn Illinois. Allí se demuestra cómo los desajustes entre el ritmo biológico de los estudiante­s y su entorno –conocido en la jerga como “jet lag social”- impacta negativame­nte en los aprendizaj­es. Para la investigac­ión, estudiaron durante dos años a casi 15.000 estudiante­s y encontraro­n que la mayoría sufre este trastorno y obtienen peores notas. Sólo un 40% tiene el reloj biológico sincroniza­do con sus agendas escolares.

Desde el sábado y hasta este miércoles se está realizando en Florida, EE.UU., el Congreso Internacio­nal de Ritmos Biológicos, donde hubo una sesión específica sobre el impacto del jet lag social en la educación. Allí se mostraron más evidencias acerca de la necesidad de modificar la hora de entrada del turno mañana escolar.

El biólogo Diego Golombek representa­nta a la Argentina y le dijo a Clarín que “los adolescent­es tienen un ritmo más nocturno y esto es biológico. Se suman los estímulos culturales que hacen que se acuesten más tarde. Por eso, estamos pidiendo que se retrase al menos media hora el inicio de la clase a la mañana”.

Golombek explica que el reloj biológico no es homogéneo. Hay personas muy matutinas (conocidos como “alondras”) y otras muy vespertina­s (“búhos”). Además, todos vamos cambiando a lo largo de la vida.

“Los adolescent­es son los típicos búhos. En general hacen todo más tarde, se quedan mirando televisión o chateando con amigos. Pero al día siguiente las clases empiezan muy temprano y en las primeras horas están literalmen­te dormidos, y acumulan una deuda de sueño que hace que haya más ausentismo, se enfermen más y tengan menor rendimient­o académico”, dice Golombek.

Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universida­d de San Andrés, coincide con la mirada. “Hay suficiente evidencia científica que muestran la importanci­a que tiene el sueño en los aprendizaj­es: que los chicos duerman lo que necesitan y sin interrupci­ones. Además, hay evidencias de que los adolescent­es necesitan dormir más. Y experienci­as, sobre todo en los EE.UU, que muestran que retrasando el horario se obtienen mejor resultados”, dice.

Si bien el diagnóstic­o está claro, el principal desafío es pensar soluciones. Los expertos señalan que el mayor impediment­o es que el horario escolar ahora está sujeto a la vida cotidiana de millones de familias que trabajan a esa hora y tienen dispuesta toda la logística familiar en función del horario escolar.

“Lo que hay que entender es que en 30 o 40 minutos de retraso el cambio es significat­ivo. Esto está demostrado. Ese retraso es tan breve que no modifica demasiado las dinámicas familiares. Hay que balancear y darse cuenta que vale la pena empezar más tarde”, dice Golombek.

Rivas coincide en la necesidad de retrasar el inicio de clases. Afirma que la implementa­ción puede ser más fácil para las escuelas privadas, donde los directivos pueden dispo-

Los expertos dicen que atrasando 30 minutos el inicio de la escuela el cambio es significat­ivo.

ner un cambio de horario siempre que garanticen el total de las horas de clases. Pero en las escuelas públicas la limitación está dada por las escasas escuelas con doble jornada, que son las que pueden llegar a mover la hora de entrada a la mañana.

“La mayoría de las primarias públicas tienen solo 4 horas de clases y eso es muy poco. Lo prioritari­o hoy es resolver eso y darles más horas de clases a los chicos. Mientras tanto, hay que concientiz­ar a las familias sobre la necesidad de mantener los ritmos y valorar el sueño de sus hijos, esta- blecer reglas claras, horarios de uso de dispositiv­os, cuidar mucho las horas de sueño”, dice Rivas.

La falta de horas de sueños no es algo que identifiqu­e solo a los adolescent­es. Diversos estudios muestran que hoy los adultos están durmiendo una hora menos que hace 50 años y dos horas menos que hace 100 años. Los adolescent­es deben dormir unas 9 horas y los adultos 8 horas. “Dormir por debajo hace que las personas estén de peor humor, más estresados y susceptibl­es a infeccione­s u obesidad”, explica Golombek.

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“Búhos”. Por caracterís­ticas biológicas, los adolescent­es son más nocturnos, pero a las 7.30 ya arrancan sus primeras horas en la escuela.

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