El intelectual que admiraba a LeBron James y ahora espera eliminarlo
Clave en los Celtics, compone canciones, toca el piano, ama el ajedrez y consume estudios sociológicos.
Se puso de moda en el básquetbol universitario estadounidense que los mejores jugadores pasen apenas un año en la NCAA y de inmediato den el salto a la NBA. Jaylen Brown se prepara para el segundo partido de la final de la Conferencia Este, que se jugará hoy a las 21.30 en Boston. Sus Celtics recibirán a los Cavaliers de LeBron James. En su segunda temporada, tiene por delante una prolífica carrera. Pero extraña asistir a clases. Alguna vez, en un off the record, algún directivo dijo que el chico era “demasiado inteligente para la liga”. ¿La respuesta de Brown? “Me molestó. Hay un tono racista en eso. Trump ha hecho que los racistas sientan permiso de dar esas opiniones”.
A los 14 años, Brown bordeaba la obsesión por llegar lejos en el deporte. Tan así fue que su cuerpo le pasó factura. Somatizaba cada frustración que se llevaba de las canchas. Encontró el salvoconducto en la apertura de su mente, al empezar a ver al psicólogo Graham Betchart.
Se hizo amigo de la música al escribir canciones y tocar el piano. Aprendió técnicas de visualización y meditación. Ya no se aferra a esos momentos que no se pueden cambiar. “Es difícil enfocarse en la tarea que tenés sin preocuparte por lo que pasó o va a pasar. Mucha gente habla de ello, pero poca puede hacerlo”, dice.
Jaylen también se entregó al ajedrez, aunque deja al resguardo de su intimidad las razones. “No voy a develar todo por lo que me gusta el ajedrez, pero a veces, de acuerdo a cómo juega una persona, podés entender cómo trabaja su mente”, explicó.
Capaz de responder en una entrevista citando al poeta libanés Khalil Gibran, Brown fue perdiendo el miedo. “Solía temer, pero me dije que ya no permitiría que eso pasara. No me importa el papelón ni si erro 20 tiros al hilo. La vergüenza es donde sucede el crecimiento”, sentenció.
Quizás por eso, un año después de que LeBron James lo pasara por encima en las finales de Conferencia de 2017, no se echó para atrás y fue directo al grano. “Más le vale estar alerta, porque si no, me saldré con la mía. Tenés que hacerlo trabajar en los dos extremos de la cancha. Si me marca a mí, voy a hacerlo pagar”.
En la primera final fue el goleador del partido, con 23 puntos. No se vislumbra el techo de este muchacho que pasó de promediar 17 minutos a ser titular y jugar 30 en una de las franquicias míticas de la NBA.
La falta de preocupación por LeBron se contrapone con las preocupaciones más serias que rondan por la cabeza de Brown. “La sociedad todavía piensa que los jugadores de básquetbol deben ser eso nada más. No deberían ser músicos, políticos ni inversores. Deberían ser jugadores de la NBA y estar felices con eso. Yo disiento”, dice sin medias tintas.
Se defiende con el español y tiene una cierta idea del árabe. Apasionado por estudios sociológicos, en su único año en la Universidad de California en Berkeley, el alero tomó cursos para graduados y redactó una tesis sobre cómo el deporte impacta en la educación. “En Estados Unidos está esta idea de que algunos tienen que ganar y otros deben perder; de que algunos deben ser legisladores y políticos de elite y otros deben llenar cárceles o trabajar en McDonald's. Así funciona Estados Unidos. Es una maquinaria que precisa gente arriba y otra bien abajo”, asegura.
“Sólo porque soy el que se salvó de mi barrio y saltó las barreras puestas para mantener a los privilegiados como tales y a los pobres como pobres, ¿debería olvidarme de los que no tuvieron las mismas chances que yo? - se preguntó-. El deporte es un mecanismo de control. Si la gente no tuviera deporte, estaría mucho más decepcionada de su rol en la sociedad. Habría mucho más enojo respecto al hambre y a la pobreza”.
Jaylen Brown volverá esta noche a aplicar sus muchas virtudes -intelectuales y deportivas- para frenar de nuevo a LeBron James y a los Cavaliers. Su personalidad es enorme. ■