“El triunfo de la palabra, ante la incredulidad y la incertidumbre”
Había terminado el acostumbrado partido de fútbol dominguero, excusa para el encuentro de padre con hijos, de hijos con padre. La hinchada familiar, papá, Dari y Fede volvían caminando a casa. Rostros adustos, regreso pintado de lamentos. Todo tan sólo porque el equipo querido había empatado pese a haber hecho todo para ganar. De nada importaba que marchara entre los primeros del Campeonato, con posibilidades de pasar a la Libertadores del año que viene, ni que estuviera a punto de clasificarse para la ronda siguiente del mismo Torneo de este año. Es la pasión... es el fútbol, sin dudas.
De pronto, el mensaje de alarma. Fede, el “Benjamín”, pronuncia las dos palabras de alerta: “¡ La billetera!” Los lamentos cambiaron repentinamente de origen. Con la billetera se esfumaba plata, tarjetas, registro de conductor, parte de la la vida misma de Fede. La razón de existir de este mundo material del siglo XXI había quedado olvidada en la platea del estadio. El operativo búsqueda se instrumentó de inmediato. Carrera de papá para sacar el coche del garage y la hinchada familiar toda a dirigirse al lugar del lamentado resultado futbolístico en busca del actual y vital elemento de subsistencia. Así, la llegada, la recorrida por la tribuna, y el regreso con las manos vacías se dieron en cuestión de minutos. Vuelta al coche, y la tarde que se nublaba aunque con el sol presente. De improviso, Fede que rescata de su celular un mensaje . Alguien, “Gabi”, le comunica que tenía su billetera, la había encontrado casualmente (aunque las casualidades no existan) en la tribuna del estadio. Al instante, surcó el espacio la respuesta que era la pregunta del millón: “¿A dónde estás, Gabi”. Así, entre incredulidades, incertidumbres, la legión marchó a la estación Avellaneda, anden a Plaza Constitución. Allí, esperando a Fede y Dari, estaban Gabi y Gabriel, con su juventud a flor de piel, pero además con el extraviado vital elemento con su contenido intacto. Agradecimiento de por medio, invitados por el “resucitado” Fede, los cuatro dejaron la plataforma del ferrocarril descendiendo para subirse de inmediato al coche familiar que se encaminó raudo a Jujuy y Belgrano, en la Ciudad Autónoma deBuenos Aires, para a dejar a Gabi y Gabriel quienes, a partir de ese momento, con su ejemplo y lección pasarían a formar parte de la memoria y el corazón por su gesto, y de los respectivos celulares para seguir en contacto.
¿Hablamos del empate? ¿Para qué? Hablemos del triunfo de la buena fé, de la honestidad, de la confianza, de la palabra, hoy conceptos y valores que parecieran ausentes. Y también de la gente joven, siempre en el ojo de la tormenta, pero también capaz de dar una lección a los mayores que, en silencio, sólo atinamos a pensar esperanzados: “¿Quién dijo que todo está perdido?”. Hoy, fortalecido, los abrazo desde el corazón... Luis Carzoglio lcarzoglio49@hotmail.com