Clarín

El dólar se dispara en Brasil, al ritmo de las turbulenci­as internacio­nales

Cerró a 3,66 reales, su nivel más alto desde mayo de 2016. Se encienden las alarmas en un año electoral.

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com

Las “fuertes presiones” del mercado de cambios en Brasil llevó el dólar a un nivel que no se veía desde mayo de 2016: cerró a 3,66 reales pero llegó a superar los 3,70. Había alcanzado esas alturas cuando el proceso de impeachmen­t contra la ex presidenta Dilma Rousseff causó estragos políticos y económicos en el país. En los últimos 12 meses, el dólar trepó 18%. Pero el grueso de esa suba ocurrió este año: fue de 10,5% desde enero.

Los analistas indicaron que el valor alcanzado por el dólar “llegó para que- darse”. Estará con seguridad arriba de 3,6 reales por unidad al menos hasta las elecciones presidenci­ales previstas para octubre próximo. Todo indica que en el caso brasileño hay un factor doméstico que explica la volatilida­d cambiaria. Y no sólo es la cuestión política, sino también macroeconó­mica. Es la “estrategia gradualist­a” para resolver los nudos fiscales lo que explicaría la animadvers­ión de los dueños de los capitales.

Pero no se trata en Brasil de un caso individual, como tampoco como es ob- vio en la Argentina. Todos los mercados emergentes sin excepción están sometidos a temblores desde hace tres semanas. En Europa, Turquía sufrió los embates contra la lira; pero en este caso acusan al presidente Recep Tayyip Erdogan de “navegar” a favor de las turbulenci­as. Ocurre que, en lugar de subir la tasa de interés, ha decidido mantenerla­s bajas.

La cara sombría de esta nueva crisis internacio­nal, que golpea fuerte a los emergentes, es el quiebre de una correlació­n tradiciona­l: hay también un aumento significat­ivo en los precios de las commoditie­s, lo que en teoría debería provocar un fortalecim­iento de los países productore­s, como los latinoamer­icanos, africanos y de Oriente Medio. Sin embargo, los expertos señalan que esas “fortalezas” no han logrado colocar a salvo a estas naciones en desarrollo. Nada parece efectivo para enfrentar un dólar que ha crecido a lo largo de 21 días.

No se puede desde luego dejar de lado las cuestiones geopolític­as, las disputas comerciale­s entre China y Estados Unidos y el menor crecimient­o de Europa como factores que influyen en los movimiento­s histéricos de los capitales financiero­s. En Brasil, como en Turquía, Rusia y Argentina, hay presiones que vienen de sus propias especifici­dades macroeconó­micas y políticas. En Brasil, donde el ambiente fue favorable hasta hace unos días, se acaban de encender las alarmas. Apaga así el optimismo del Banco Central que enunció, días atrás: “Brasil no será contaminad­o por la crisis”. Y hay otros elementos que podrían empeorar el escenario en los próximos días. Según el Bank of America, la valorizaci­ón de las commoditie­s podría provocar un efecto inflaciona­rio en las economías centrales, lo que llevará a una suba de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal estadounid­ense.

Con todo, los banqueros brasileños se muestran relativame­nte tranquilos. El economista senior del banco Safra, Carlos Kawall, evaluó que es poco probable una crisis del sector externo en Brasil, debido a las “robustas reservas” con las que cuenta el país, almacenada­s durante los dos primeros gobiernos de Lula da Silva y luego con Rousseff. Desde entonces se mantienen invariable­s en torno a los 370.000 millones de dólares.

Algunos expertos subrayaron que este ambiente poco favorable para los emergentes era esperado para más adelante. Al parecer, la nueva situación mundial encontró a varios países, entre ellos Brasil, muy poco preparados. Los hombres del mercado critican al presidente Michel Temer por no haber hecho el ajuste de las cuentas públicas. De hecho, el déficit fiscal no hizo más que aumentar durante sus dos años de gobierno.

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AFP Sonrisas. El ministro de Hacienda de Brasil, Henrique Meirelles, con el presidente Michel Temer. La situación económica ahora preocupa.

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