Víctimas de pedófilos niegan que la Iglesia chilena los haya recibido
Es porque el obispo Juan Ignacio González dijo tras ver al Papa que se había reunido con ellos para ayudarlos.
Inesperadamente, la primera de las tres jornadas en las que el Papa se encuentra con 31 obispos chilenos a puertas cerradas en un salón anexo a la gran aula de las audiencias generales en el Vaticano estuvo dominada por una fuerte polémica. Enfrenta a uno de los dos obispos que ofrecieron una reunión con la prensa en nombre de la conferencia episcopal, con las víctimas, que lo llaman “personaje siniestro” y mentiroso. Se trata de monseñor Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo.
González y el obispo auxiliar de Santiago, monseñor Fernando Ramos, dijeron a la prensa -como voceros de los episcopales presentes en Roma- que “hemos cometido errores, sentimos dolor y vergüenza”.
El obispo González, tras las frases de circunstancias de elogio al Papa y exaltación de la “humildad” con que los episcopales acudían al encuentro en el Vaticano, se salió del libreto compungido e intentó una defensa personal. Dijo que había sido un férreo defensor del obispo Juan Barros, de Osorno, uno de los principales cómplices del abusador sexual padre Fernando Karadima, “porque él estaba muy solo. Lo hice como una obra de caridad”, aseguró. “Lo central son las víctimas”, agregó González, que recordó que “me he entrevistado con muchas de ellas: conozco a las víctimas que recibió el Santo Padre, conozco a todas las víctimas de los Hermanos Maristas”.
Ábrete cielo. Apenas estas declaraciones llegaron a Chile se desató un vendaval de respuestas indignadas. En primer lugar del periodista Juan Carlos Cruz, del gastroenterólogo Jaime Hamilton y del doctor en Filosofía José Andrés Murillo, las tres famosas víctimas que el Papa invitó al Vatica- no a estar con él y reunirse durante horas para que le contaran todo.
Juan Carlos Cruz mandó un mensaje en el que dice: “Curioso el obispo de San Bernardo. Dice que se entrevistó con nosotros. Pero yo no lo he visto en mi vida. La verdad según los obispos de Chile es bien distinta de la que vivimos todos”. Jaime Hamilton, por su parte, escribió en Internet que “nunca me he juntado ni he hablado con ese personaje siniestro, impactante por su capacidad de mentira”. A su vez el filoso Juan Andrés Murillo recordó que “hace un tiempo este obispo nos dijo públicamente que la cortáramos con que nos tenían que pedir perdón. Jamás lo he visto en persona”.
Con las horas se han agregado montañas de mensajes de protestas, de otras víctimas que aseguran no haber encontrado nunca al obispo González, considerado un cómplice de la línea de encubrimiento de los abusadores sexuales del cardenal Francisco Javier Errázuriz, que había sido colocado como arzobispo de Santiago por la influencia del ex nuncio apostólico en Chile y después Secretario de Estado de Juan Pablo II, Angelo Sodano.
Sodano fue el inspirador de la Iglesia chilena conservadora, opaca y cerrada en sí misma que en dos décadas ha hundido el prestigio de la institución eclesiástica, haciendo descender, según alguna encuesta, del 72 al 44% el porcentaje de fieles católicos. Una de las víctimas del escándalo de los abusos en la congregación de los Hermanos Maristas es Eneas Espinoza. El caso se arrastra desde hace años y volvió a estallar en estos días por la decisión de la justicia de procesar a otros abusadores sexuales, desde curas a guías de boy scouts, pasando por docentes y profesores de gimnasia. Espinoza juró que jamás conoció al obispo González y señaló la necesidad de “seguir poniendo en evidencia a esta red de encubridores”. El encuentro del Papa con los obispos no se limitará a las críticas, el reconocimiento de errores y los pedidos de perdón. No hay otro remedio, lo reconoció el mismo Francisco, que la purga imprescindible para hacer reformas en profundidad y recuperar la confianza de los chilenos.
El Papa explicó que no hará declaraciones públicas ni antes ni después de los encuentros hasta el jueves con los obispos chilenos. Pero sin dudas está en marcha una gran purga para purificar a la institución enferma.
“Nunca me he juntado ni he hablado con ese personaje siniestro”, sostuvo una víctima.