“Elegidos para la gloria”
Como muchas otras esposas del Grupo 20, Jane quería hablar de todo aquel asunto, de la increíble serie de accidentes mortales, con su marido y con los demás del grupo, para saber cómo se lo tomaban. Pero el protocolo no escrito prohibía cualquier discusión sobre el tema, es decir, sobre el miedo a la muerte. Y ni Jane ni ninguna otra, podía realmente tener una charla con alguien de la base. Podías hablar con otra esposa de que estabas preocupada, pero ¿qué adelantabas con eso? ¿Quién no lo estaba? Era muy probable que te lanzasen una mirada que quería decir: “¿por qué insistir en eso?”. Jane podría haber divulgado lo de sus pesadillas, pero ¿cómo iba a contar lo de las alucinaciones? En el mundo de la Marina no había lugar para una tendencia tan anómala como aquella.
Por entonces, la mala racha arrojaba ya un saldo total de diez accidentes, y casi todos los muertos habían sido amigos íntimos de Pete y Jane, jóvenes que habían estado varias veces en su casa, jóvenes que se habían sentado frente a Jane y charlado como los demás sobre la gran aventura de la aviación militar. Los supervivientes seguían sentándose allí como antes, ¡con el mismo entusiasmo inexplicable! Jane seguía observando a Pete y buscando algún indicio de que su ánimo se resquebrajaba, pero no percibía ninguno.