“La acción de ‘procrastinar’ no reconoce límites y debe ser combatida”
Pasados los cincuenta o los sesenta años de edad, en los hombres se nos suele dar lo que irónicamente se conoce como “el viejazo”. Es un estado físico, mental y espiritual, que despierta o se acentúa a partir de las edades mencionadas. Y tiene diversas manifestaciones: a unos les da por volver a las costumbres juveniles; a otros por jugar su deporte preferido; hay quienes se hacen de un lugar para frecuentar solo o con amigos; otros prefieren desangrar su corazón escuchando música del recuerdo; están los que les gusta revivir constantemente el pasado dialogando, y no faltan aquellos que creen que al haber llegado a dicha edad es obligación que se diga de ellos que en su juventud fueron grandes jugadores de fútbol, por lo que se recrean oyendo sus alabanzas.
Así y de muchas otras formas más se manifiesta “el viejazo”. A mí me pasa que se me acentuó mi afición por la lecto-escritura; el mayor tiempo me paso leyendo o escribiendo cosas, algunas importantes, otras no tanto, y muchas que no merecen siquiera ser consideradas pasatiempo. Y, ni que fuera Martín Fierro, también se me da por brindar consejos. Respecto a lo último, lo hago con el sólo afán de compartir, no de dármelas de maestro. Y, como curioso que soy en la lectura y de compartir se trata, voy a hacer público un descubrimiento que hice, que puede ser de utilidad para mucha gente, por tratarse de un mal hábito que llega a gobernar nuestras vidas imponiéndonos la inoperancia.
Se trata de la procrastinación, palabra totalmente desconocida para la mayoría de la gente, y que según la define la RAE se refiere a “la tendencia y el resultado de demorar, retardar o retrasar algo”. La acción de s no reconoce límites y debe ser imperiosamente combatida, ya que sus consecuencias suelen ser la ansiedad excesiva y la frustración. Se da en los niños y en los adultos puesto que, en resumida cuenta, significa posponer lo necesario por lo agradable, y lo urgente o importante por lo cómodo. O sea, es “dejarse estar”.
De ahí, quizás, el nacimiento de la expresión popular “si te quedas quieto, te comen los piojos”, cosa harto comprobada de ser una innegable realidad. Daniel Chávez edchavez58@yahoo.com.ar