La boda de Meghan y Harry ya es la mayor operación de marketing real
El acontecimiento impacta en la economía de Inglaterra. Y la monarquía apuesta a mostrarse renovada.
Cuando Karen Anvil llegó en la mañana de Navidad a la iglesia del palacio de Sandrigham jamás imaginó que la foto que tomó con su celular solucionaría su difícil día a día. La aparición en simultáneo del príncipe William, Kate embarazada de su hijo Louis, el príncipe Harry y su nueva novia Meghan Markle, fue elegida por los editores como la foto perfecta. Una imagen moderna y digital del mayor reciclamiento de la Familia Real británica para el siglo XXI.
Anvil mejoró su vida con la sola venta de la foto a todos los diarios del planeta. La Casa de Windsor consiguió en esa simple “snap” de una amateur royalista mostrar a los Royals del siglo XXI, cuando la reina ha cumplido 92 años y Carlos, su hijo que va a sucederle, sigue sin trono a los 70.
La Casa de Windsor ha encontrado la fórmula para adaptar su oferta real a los nuevos tiempos. El casamiento de Harry y Meghan es una operación de “rebranding” real sin precedentes. La recuperación del “Brand Windsor” aplicó técnicas de marketing tan sofisticadas como las de una multinacional. Con el misterio que los caracteriza. Esta vez, la reina fue una CEO.
Meghan -mestiza, actriz america- na, divorciada- y el rebelde Harry - transformado de adicto a las drogas, veterano de Afganistán y helicópterista de combate a príncipe modeloson la Casa Real del nuevo siglo. Una verdadera historia de amor -como la de Kate y William- del más sexy y natural de los Windsor, que devolverá glamour, espontaneidad, humanidad y mixtura social a una institución que tiene un solo objeto: cambiar para que sus privilegios permanezcan inalterables.
En adelante, Harry y Meghan serán los embajadores ante el Commonwealth, sus ex colonias, donde deben firmar acuerdos comerciales que harán sobrevivir al reino después del divorcio con Europa post Brexit. Harry, con su aire de soldado tropero, sabe ganar el corazón de la opinión pública y la complicidad de los jefes de gobierno, que dudan con mantener a su abuela, la reina, como jefa de estado del Commonwealth. Pero llega Harry y las multitudes pro republicanas lo adoran.
Este proceso es fundamental para entender esta historia de amor en una institución arcaica, pero con su comunicación afilada, gracias a dos príncipes pos modernos decididos a mantener las conquistas del pasado. “Si la monarquía es una telenovela, entonces hay un aporte de sangre nueva para los próximos capítulos. William se casó con la hija de un empresario de cotillón millonario y Harry se casa con una actriz americana mestiza”, sintetiza Stephen Bates, autor del libro “Royal In, la marca británica más conocida”.
La princesa Diana estaba convencida que “La Firma”- como ella la llamaba- iba a destruir el futuro de su pequeño Harry, que no llegaría al trono. Por eso exigía que durante su infancia no hubiera diferencias entre su hermano heredero y él. Nunca imaginó que el pelirrojo Harry iba a reencarnarse en la rebelión de su mamá para salir de su duelo.
Destruir el mito de que los príncipes no sufren depresión o angustias, ir al psicoanalista para curarse de una negación de la familia real a mencionar jamás ni conmemorar a su mamá muerta y aislarlo de las noticias, reencontrarse con quien es en largas sesiones de terapia que le salvaron la vida. “Dejé de meter la cabeza en la arena”, describió cuando lanzó Head Together, una campaña para promover la salud mental con William y Kate, que horrorizó a los cortesanos. La batallan la ganaron estos tres mosqueros, que suman a Megan, feminista, preocupada por el género, embajadora de la buena voluntad de la UNICEF para ser el cuarteto anti tabúes royals.
Con sus caras jóvenes y las nuevas princesas vestidas en “pret a porter” accesibles, los Royals han puesto en marcha una estrategia de resurrección, que tiene como virtud hacer creer que no existe. La familia no sólo construye su brand eterno para garantizar monarquía hasta el siglo XXIII. El casamiento de Harry y Meghan deberá aportar 574 millones de euros y medio millón de personas visitarán durante el verano el palacio de Buckingham.
Con una reina longeva, un consorte como el príncipe Felipe que se jubiló a los 96 años, un heredero que ha esperado 70 años para llegar a un trono que aún no está vacante, Harry y Meggan son el nuevo cuento de hadas pos moderno de la Familia Real, en una sociedad que las Naciones Unidas ha calificado “como racista y xenofóbica” en su último informe.
Sin que el fantasma de la princesa Diana y su herencia irreverente pueda esfumarse a la hora del casamiento el próximo sábado. Ella estaría orgullosa cuando viera entrar a la pequeña capilla de Windsor a Harry y Meghan, una bella actriz mestiza, en la mayor transgresión a una Casa Real de sangre azul, que nunca quiso abrazar a sus súbditos. ■
Esta historia de amor resulta clave para refundar la imagen de una institución arcaica.