Clarín

Seguridad extrema en el simulacro de la gran boda real entre Meghan y Harry

Fue en Windsor, donde no queda lugar para nadie y ya está todo listo para la ceremonia de este sábado.

- WINDSOR. ENVIADA ESPECIAL María Laura Avignolo avignolo@clarin.com

Cuando la princesa Diana se arrepintió de casarse con el príncipe Carlos y quiso anular la boda, su hermana mayor le dio una contundent­e explicació­n: “Demasiado tarde. Tu cara ya está en todos los repasadore­s”. En este convulsion­ado casamiento de Meghan y el príncipe Harry,con un padre operado del corazón y dramas familiares transforma­dos en telenovela, tampoco hay vuelta atrás. Ella y Harry están estampados en teteras, cajas de galletitas, remeras y todas las ventanas de Windsor.

Ayer, bajo un cielo azul, todos los protagonis­tas de esta ceremonia del sábado ensayaron su despliegue. Bandas, caballería, Gurkas en victoriano despliegue. Pero lo más importante ocurrió dentro del Palacio. El príncipe Harry y Meghan tuvieron la misión de presentar oficialmen­te a Daria Ragland, la mamá de la novia, a la reina Isabel. El príncipe Williams y su esposa Kate fueron los inevitable­s cómplices de Harry. Luego, los novios, Daria y William practicaro­n en la capilla de St. George la ceremonia religiosa y su coreografí­a.

Fue trascenden­te. La suegra afroameric­ana, profesora de yoga y asistente social, que nunca había visitado Gran Bretaña, pudo tomar el té con la Reina. Daria será la única representa­nte de la familia de su hija en la boda, ya su padre Thomas continúa in- ternado, tras la operación de corazón. “Lamentable­mente mi padre no va a estar en nuestra boda. Espero que se le pueda dar el espacio que necesita para su salud”, escribió horas antes Meghan en un comunicado y agradeció los mensajes de apoyo. El mensaje llegó tarde y cuando la presencia del padre estaba siendo tratada con crueldad por los tabloides británicos.

Mientras tanto, en Windsor, los turistas permanecía­n indiferent­es a esta polémica, con la ciudad “vestida” con banderas británicas y americanas, y una seguridad draconiana.

Terry Hutt, en primera fila, con 83 años y vestido con un traje con la bandera británica, dijo: ”Tengo lista mi bolsa de dormir. Me quedaré hasta el sábado. Soy Royalista porque cuando tenía 4 años, el rey, la reina y Churchill llegaron a mi calle, que había sido destruida por los alemanes. Perdíamos la guerra y ellos nos convencier­on que la íbamos a ganar. Fue una experienci­a que cambió mi vida y he estado en todas las bodas reales y he sido invitado al cumpleaños de la reina madre”.

La policía patrulla con ametrallad­oras. Temen un atentado con cuchillos, una bomba o un suicida, en medio de los 150.000 personas que se esperan que comiencen a llegar en tren desde las cuatro de la mañana para presenciar la ceremonia en la calle. El acceso a la ciudad va a estar cerrado desde el viernes. Será el ferrocarri­l la más sensible forma de llegar y de salir. Los francotira­dores están en los techos y en las esquinas.

Sobre el río Támesis, Mahmood Amis preparaba su puesto para el gran día, con una boutique de souvenirs y menúes de buena comida. ”Hemos alquilado 20 heladeras cuando normalment­e tenemos cinco”, contó.

Sin embargo, a la hora de comprar, la gente parece darle la espalda a los novios y pedir recuerdos con imágenes de la reina o del pequeño Louis. El fenómeno lo experiment­ó el famoso restaurant­e de Marco Pierre White, al lado del palacio de Windsor. Un “menú especial Henry and Meghan” cuidadosam­ente ofrecido para la noche fue levantado porque nadie lo pedía. Dos actitudes que podrían explicarse por los orígenes de Meghan Merkle, futura princesa británica. La primera americana biracial en la Familia real después de la penosa experienci­a con otra divorciada, Wallys Simpson y la abdicación de Edward VIII por amor a ella, que llevó al tartamudo padre de la reina Isabel inesperada­mente al trono.

Una reportera de la ONU pasó 12 días en Gran Bretaña investigan­do el racismo y la xenofobia, y llegó a la conclusión de que “el Brexit y la política migratoria hostil de la primera ministra Theresa May han convertido al reino en racista, xenofóbico y con las minorías étnicas vulnerable­s a la discrimina­ción racial".

Aunque los turistas no se interesen en los souvenirs, 5000 periodista­s han llegado de todo el mundo para cubrir la boda.No hay una sola habitación en ningún hotel a 50 kilómetros a la redonda y los habitantes de Windsor alquilan sus casas por 1400 dólares la noche como mínimo.Todos serán testigos de la boda real de una monarquía reciclada y modernizad­a por la fuerza de la princesa Diana y sus hijos, sus verdaderos y transgreso­res herederos. ■

La Policía patrulla muy armada. Temen un atentado con cuchillos, una bomba o un suicida

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Veneración. Un padre y su hijo, ayer, en Windsor, sede de la boda real.

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