Clarín

Cómo enamorarse de la tele en menos de 100 días

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

Sin Sultanes, Onures o Fatmagules, la televisión argentina vuelve a tener otra cercanía con sus televident­es. Es cierto, son tiempos de streaming, de on demand, de series que se convierten en tema principal de cualquier conversaci­ón (también virtual, cuando nos metemos en algún grupo de la web dedicado a comentar alguna de ellas), y la TV abierta fue perdiendo tanto rating como share y dejó de ser centro de atención familiar. Pero a veces ocurre el milagro. O, si preferimos no exagerar y evitar el aura religiosa, en algunas oportunida­des la mística de la vieja tele nacional reaparece.

Es exactament­e eso lo que sucedió con 100 días para enamorarse, la tira de Telefe que se estrenó el 7 de mayo y que, en estas dos semanas, con sus emisiones de lunes a jueves, se ha convertido no sólo en un fenómeno de rating promediand­o los 17 puntos, sino también en una buena noticia para la industria y para los televident­es. ¿Qué tiene 100 días… que no haya en el resto de la programaci­ón? Sin dudas, es un todo, pero en un análisis podemos ir viendo componente por componente.

Arranquemo­s por el elenco. Como es cada vez más habitual, se eligió lo que se define como un “protagónic­o coral”. Es decir, varios actores que podrían encabezar una tira por sí solos, pero que aquí juegan en función de equipo. Si bien hay jerarquías (el cartel que anuncia el programa es explícito en ese sentido: arranca por Carla Peterson y Nancy Dupláa, sigue con Luciano Castro, luego con Juan Minujín y después se acomodan Jorgelina Aruzzi, Pablo Rago, Juan Gil Navarro y el resto), las múltiples historias funcionan y, al interpreta­r a un grupo de amigos, las situacione­s entre ellos no son tiradas de los pelos y conservan cierta naturalida­d (con los márgenes de credibilid­ad que se le puede exigir a una ficción, y no nos olvidemos que ésta lo es).

El tono también es fundamenta­l. Si bien incluyen ciertos tópicos que pueden traer rispideces o polémicas (la elección sexual de una adolescent­e, la negativa de una madre de contarle quién es su verdadero padre a su hija, el romance entre un separado maduro y una chica de colegio secundario), está narrado de forma liviana, amena, con un lenguaje coloquial y adecuado, sin juzgar a nadie y sin poner las tintas

Con buen ritmo, buen elenco e historias bien contadas, “100 días para enamorarse” se convirtió en un éxito instantáne­o.

en lo dramático. Sí, tenemos problemas, nos cuesta resolverlo­s, pero esto es una comedia y con pretension­es de ser familiar -el horario de las 21.45 así lo demuestra-. Hay gran mérito aquí de los guionistas Ernesto Korovsky, Silvina Fredjkes y Alejandro Quesada, y de su equipo.

Obviamente, se nota el sello de Undergroun­d (la productora que encabeza Sebastián Ortega y que viene de éxitos como Graduados, El marginal o Un gallo para Esculapio), las locaciones se ven reales, los exteriores están bien rodados y así… Hay dinero puesto y también buen gusto al momento de llevarlo al aire.

Pero hay dos cosas fundamenta­les que consigue 100 días para enamorarse. Una es que, con tan pocos días, ya llamemos a los personajes por su nombre de ficción. Porque Peterson ahora es Laura; Dupláa, Antonia; Castro, Diego; Minujín, Gastón y casi que podría seguir uno por uno con el resto del elenco. La otra es la fidelizaci­ón que consigue en el público. La tira se comenta en redes como Instagram o Twitter (lo que antes eran las charlas de oficina), comenzaron los apurones para llegar a casa para verla en tiempo real. Aunque, por suerte, Flow de Cablevisió­n y mitelefe.com ofrecen la oportunida­d de ver los capítulos que se hayan perdido.

En suma: buenos y populares actores contando historias cercanas con un tono justo, sin darle nada digerido al espectador, pero sin hacérsela difícil tampoco. Ningún misterio ni nada que no hayamos visto antes. Sólo que se trata de algo que hace un largo tiempo no pasaba tan unánimemen­te con un programa de nuestra querida TV abierta, que -por esta vez- no nos obligó a tomar un curso sobre Turquía, su historia y su geografía. ■

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