Clarín

Entre los ecos de París y el silencio

- Judith Savloff jsavloff@clarin.com

Basta con mirarlo desde afuera para dejarse llevar y “viajar” a París por un rato. El edificio fue construido con los aires academicis­tas franceses típicos de Buenos Aires coqueta de principios de siglo XX. El bronce de los herrajes importados de –justamente– Francia brilla lo suficiente como para invitar a suponer que los pisos se hicieron con roble de Eslavonia y las escaleras, con mármoles, como se estilaba en esa época. Y así fue.

Lo edificaron a mitad de la década de 1920 los arquitecto­s Eduardo Sau- ze -argentino graduado en la Ecole des Beaux Arts en Francia- y Auguste Huguier -francés, que vino en 1910-, por encargo del estanciero Alejandro Estrugamou Larrart, de Venado Tuerto, Santa Fe, para alquilar. El Estrugamou es un palacio un inusual, un “palacio de rentas”.

Además de esa mole imponente y bella, hay otras maravillas en la misma zona, sobre la calle Arroyo, una de las más elegantes de Retiro e incluso de Recoleta. Se trata de otras postales de Buenos Aires, la París latinoamer­icana, rica y cosmopolit­a. Postales menos populares que las de las avenidas Alvear y Quintana.

Al 800 de Arroyo, se impone la Torre Mihanovich, que encargó el em- presario naviero Nicolás Mihanovich, también a mitad de los ‘20 y también para alquilar. Por el negocio de Mihanovich y por la intención de que fuera la más alta de la Ciudad, la coronó un faro. Y luego se convirtió en sede del Hotel Sofitel hasta que cerró, el año pasado. Al 1130 aparece el Palacio Pereda. Lo mandó a hacer en 1917 el médico y estanciero Celedonio Pereda, inspirado en el Museo Jacquemart-André de París, entre otras maravillas europeas, y desde 1945 es la residencia del embajador de Brasil.

Arroyo cobija otras memorias y otro presente. En los ‘60 funcionó la discoteca Mau-Mau y hoy se puede vsisitar un circuito de galerías de ar- te y de bares y restoranes, entre ellos, Florería Atlántico (al 872, aplaudido en el exterior, donde preparan cócteles con yerba y con agua de mar) y Farinelli (al 900, con una gran mesada donde disponen los platos con ingredient­es de estación para tentar).

La calle Arroyo fue también escenario del horror: llegando a la esquina de Suipacha, una plaza austera recuerda el atentado a la Embajada de Israel del 17 de marzo de 1992.

El Estrugamou es ideal para empezar este recorrido y para terminarlo: en el patio reinan un homenaje a la Victoria Alada hecha alrededor del 190 a.C. en la isla griega de Samotracia, los ecos de los grises del cielo sobre el Sena y el silencio. ■

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