Clarín

Una mano de Dios para Maduro

- Ricardo Roa

Diego Maradona danzaba bajo la sombra de los presos políticos, de los hambreados, de los que no tienen remedios y se mueren. Bailó con el puño izquierdo en alto como si nada de todo eso que existe, existiera. Y sólo existiera la fiesta que celebraba la farsa electoral montada por Nicolás Maduro .

Maradona cerró la campaña oficialist­a en las vísperas de una elección fraudulent­a. La oposición está presa o está proscripta o se autoproscr­ibió. Queda una escenograf­ía que se presenta para que Maduro siga hablando de democracia. Las elecciones son únicamente para eso: para que Maduro pueda decir que hay democracia.

En Venezuela no existe la posibilida­d de que el Gobierno pierda. Tampoco existe la división de poderes ni existe prensa libre. Sí hay represión y represión sangrienta: más de 100 muertos en las protestas del año pasado contra el régimen.

Con los ojos semicerrad­os y el sobrepeso habitual, Maradona bailaba con ritmo murguero mientras un locutor obsecuente gritoneaba su nombre. Maradona ha dejado casi de ser una figura del fútbol. Dirigió en Dubai a un equipo del ascenso con el que no pudo ascender en forma directa . Y gracias a Vladimir Putin ha sido contratado como presidente del Dynamo Brest de Bielorrusi­a, una ex república soviética títere del gobierno ruso y en manos de Aleksander Lukashenko, conocido co- mo el último dictador-dictador de Europa.

Maradona es una marca. Una marca de rebeldía. Tenerlo es como comprar un afiche del Che y pegarlo a la pared. Una parte de lo que hace lo hace por ideología. La otra parte o la misma parte siempre la factura: fue junto a Víctor Hugo Morales comentaris­ta estrella en el Mundial de Brasil para la cadena Telesur, el 6 7 8 chavista.

Venezuela hace lo que hacen todas las dictaduras: pretende engañar al mundo. No lo consigue. Adentro y afuera se sabe todo o casi todo. Maduro adentro hace marketing con personajes como Maradona. No puede cortar hacia afuera la informació­n: el socialismo siglo XXI no es más que un Estado cada vez más corrupto y policial. El más denunciado por violacione­s a los derechos humanos.

La economía está desquiciad­a y al borde del abismo. Un país con reservas monumental­es de petróleo debió importarlo en estos días para cedérselo a Cuba, cuyos militares sostienen a Maduro. Los números hasta asustan aquí. La inflación podría ser del 13.000% este año. El dólar en el mercado negro vale diez veces más que en el oficial y el salario mínimo es de 5 dólares. El que puede se va: según una encuesta, cuatro de cada diez quieren irse. Hasta han escapado miles de soldados. El éxodo masivo de Venezuela es comparable al de un país en guerra.

En Venezuela hay desesperac­ión. La danza de Maradona fue un gol en contra del 10. Un pisotón sobre los presos y los hambreados. No importa la realidad. Todo se tapa con un póster del Che. Ahora, también, bailando patéticame­nte sobre un escenario. Pero la mano de Dios no tapa la miseria y la opresión.

Maradona bailó sobre un escenario en el cierre de la campaña chavista como si Venezuela fuera una fiesta

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