Los 34 obispos chilenos presentan su renuncia por los escándalos de pedofilia
Se espera que Francisco tome medidas muy duras para “purificar” a la desprestigiada Iglesia del país trasandino.
Los 34 obispos de la Conferencia Episcopal chilena presentaron su renuncia en bloque al Papa argentino, “para que libremente decida con respecto a cada uno”, anunciaron ayer dos voceros de los episcopales que vinieron al Vaticano para un encuentro de tres días con Francisco, que los convocó a raíz de los escándalos de abusos sexuales que han hundido en el des- prestigio a la iglesia trasandina.
Los obispos Fernando Ramos e Ignacio González leyeron en nombre de los obispos que participaron de las reuniones en el Vaticano con Francisco para rendir cuentas sobre los escándalos, una declaración en la que los obispos volvieron “a pedir perdón por el dolor causado a las víctimas”, agradecieron a Jorge Bergoglio “su perseverancia y valentía”, a pesar de las dificultades “y de los ataque de la propia comunidad eclesial”.
Se estima que el pontífice tomará medidas muy duras para purificar las estructuras eclesiásticas, que lo obligaría a sustituir a una docena de obispos. Clarín anunció en su edición de ayer que cuatro obispos habían renunciado por estar implicados en la cobertura de las depredaciones sexuales del cura Fernando Karadima, como discípulos del sacerdote que ejercitaba una notable influencia en la élite de las clases altas chilenas, sobre todo en tiempos de la dictadura de Pinochet, al que estaba vinculado.
El Papa quiere hacer renacer a la Iglesia chilena, que ha perdido millones de fieles, escandalizados por el caos de abusos sexuales y de una estructura eclesiástica cerrada en si misma, opaca y conservadora. Será un proceso largo y fatigoso.
En la declaración leída por los voceros Ramos y González, los 34 episcopales (tres de ellos están retirados) dicen: “Nos ponemos en camino sabiendo que estos días de nuestro diálogo (con el Papa) han sido un hito dentro de un proceso de cambio profundo, con el que queremos restablecer la justicia y contribuir a la reparación del daño causado”.
Son cuatro obispos los renunciantes que Clarín reveló eran discípulos de Karadima. El primero de ellos es el de Osorno, Juan Barros, que está en el centro del escándalo denunciado por varias víctimas de ser el colaborador más cercano al gran depredador, que estaba a su lado mientras cometía abusos sexuales, para declarar después que no había nunca visto “nada impropio”. Los otros tres son Horacio Valenzuela, obispo de Talca, Tomislav Koljatic, obispo de Linares, y el auxiliar de Santiago Andrés Arteaga, que no vino a Roma porque padece el mal de Parkinson.
También impactó ayer la difusión de una carta del Papa de diez páginas que reveló el Canal 10 de televisión, que Francisco les entregó a los 34 obispos para que les sirviera de meditación el martes, en la primera de las tres jornadas de la conferencia de “emergencia espiritual”. El texto contiene duras críticas y denuncias del mismo pontífice, que se basan en el informe de 2300 páginas de la Misión Especial que envió a Chile para investigar la verdad y sobre todo la profundidad y extensión de los escándalos.
El arzobispo de Malta, monseñor Charles Scicluna, y el notario eclesiástico de la Doctrina de la Fe, monseñor Jorde Bertomeu, destaparon en sus investigaciones y 66 entrevistas de testigos y víctimas en Chile situaciones de suma gravedad, con “una fractura profunda en la comunidad eclesial, que se arrastra en el clero desde el mismo Seminario”.
El informe de la Misión Especial al Papa destacó el daño irremediable de la credibilidad social por la pérdida de liderazgo de presbíteros y obispos.
La Misión, sostiene el Papa en su carta a los obispos, comprobó los encubrimientos de abusos. Los monseñores Scicluna y Bertomeu “han podido confirmar que algunos religio- sos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta habrían sido acogidos en otras diócesis”. Peor aún, dice Francisco, a los religiosos inmorales “se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad”.
El Papa muestra “perplejidad y vergüenza” por una situación en la que autoridades religiosas chilenas recibían las denuncias de abusos y “en no pocos casos los calificaban muy superficialmente como inverosímiles”, cuando había graves indicios de delito. El Papa sostiene también que sus enviados a Chile “constataron graves negligencias en la protección de menores” por parte de obispos y superiores. Además, algunas declaraciones recogidas por Scicluna y Bertomeu en Chile “certifican que hubo presiones sobre los encargados de llevar adelante la instrucción de los procesos penales, e incluso la destrucción de documentos comprometedores por parte de los encargados de archivos eclesiásticos”.
El Papa constata que en las actas que prepararon Scicluna y Bertomeu constan “graves acusaciones contra algunos obispos o supervisores que habrían confiado dichas instituciones educativas a sacerdotes sospechosos de homosexualidad activa”. ■
El Papa expresó a los obispos su “perplejidad y vergüenza” por los casos de abusos a niños.