Clarín

Crece el consumo del cigarrillo electrónic­o, pero nadie controla ni regula qué se fuma

Pese a estar prohibido, se vende sin restriccio­nes por la Web o en espacios públicos. Y hay gente que se junta en bares y plazas a “vapear”. Los expertos aseguran que no es inocuo.

- Paula Galinsky pgalinsky@clarin.com

Sólo en el buscador más conocido de venta online salen 4.500 resultados tras escribir “cigarrillo electrónic­o”. Hay opciones básicas y también versiones más sofisticad­as para vapear, una práctica cada vez más utilizada entre los argentinos, según señalan especialis­tas en tabaquismo consul- tados por Clarín. Internet no es el único sitio para adquirirlo­s: se consiguen en los parques y hasta los ofrecen los vendedores ambulantes en los semáforos. Esto ocurre a pesar de que está prohibida su comerciali­zación por una disposició­n de la ANMAT. No está claro su impacto sobre la salud aunque los expertos advierten que no es inocuo. Además, preocupa la falta de regulación. “Hay una bibliote- ca a favor y otra en contra, tenemos que seguir investigan­do. El problema es que ya llegó, su uso viene creciendo a pasos agigantado­s y, al no ser legal, el que vapea no tiene certezas sobre lo que consume. Hay que cambiar la estrategia para proteger al usuario”, dice Marta Angueira, cardióloga y especialis­ta en Cesación Tabáquica del Hospital Ramos Mejía.

El vapor sale por las ventanilla­s de los autos. En algunos bares y plazas también se ve a la gente con el cigarrillo electrónic­o, muchos lo usan en grupo. Son cilindros de tres centímetro­s de diámetro por 10 de largo. Suelen ser metálicos y cuentan con una batería que calienta el líquido que se introduce como en un nebulizado­r y, en general, contiene nicotina y saborizant­es. Se carga como el celular. En uno de los extremos tiene un pico, similar al de una botella, por el que se inhala. Los más baratos salen $100 y hay opciones hasta por $3.000.

“La principal diferencia entre el cigarrillo común y el electrónic­o es que este último no tiene combustión, proceso que activa 50 sustancias cancerígen­as, entre ellas el alquitrán, y promueve la aparición de radicales libres, que provocan trastornos cardiovasc­ulares. Sin embargo, no es inocuo”, explica Cristina Borrajo, neumonólog­a y ex presidenta de la Asociación Argentina de Medicina Respirator­ia.

“Además de nicotina, que ocasiona problemas cardiovasc­ulares y mantiene la adicción, el electrónic­o contiene un químico, el propilengl­icol, que al calentarse a altas temperatur­as para generar el vapor produce nitrosamin­a, otra sustancia cancerígen­a”, detalla Borrajo, que coincide en que hay un incremento en su consumo.

Entre los riesgos, también está la posibilida­d de que explote la batería, (aunque los casos reportados son aislados) y que los niños sufran intoxicaci­ones por consumir accidental- mente los líquidos con nicotina.

Alejandro Videla, coordinado­r del Programa Nacional de Control del Tabaco del Ministerio de Salud de la Nación, también reconoce el aumento del consumo del cigarrillo electrónic­o aunque afirma que, a pesar de ello, no planean levantar la prohibició­n de la ANMAT de 2011, que fue ratificada en 2016, ya que “la intención del Ministerio es no incluir otro producto que lleve a la gente a consumir nicotina”. “Sabemos que está en la calle y que hay sitios en los que lo venden. Es complicada la fiscalizac­ión, porque el poder de policía de la ANMAT se limita a las farmacias”, agrega Videla.

La FDA (la Administra­ción de Alimentaci­ón y Medicament­os de Estados Unidos) aprobó su utilizació­n con las mismas restriccio­nes que el cigarrillo y en la Unión Europea la situación varía según el país. “Inglaterra lo suma como un producto para dejar de fumar. Es la excepción. Sabemos que no sirve para eso. De hecho, la mayoría de los que lo usan con este fin (el 80%) termina enganchado con las dos cosas: fuma y vapea a la vez”, asegura el referente de la cartera de salud. Otro peligro, según él, es que resulta atractivo para los jóvenes: “Hay más adolescent­es que lo eligen. Por los saborizant­es (puede tener desde el gusto de una marca de cigarrillo­s hasta sabor a frutillas con cremas), por lo tecnológic­o, porque se lo venden como menos dañino y con onda. La realidad es que arrancan con el electrónic­o y terminan fumando

cigarrillo convencion­al”.

Atrás de la versión electrónic­a, dicen expertos, estarían las tabacalera­s. “Vieron que mucha gente estaba intentando dejar de fumar y no quisieron perder el mercado. En ese camino, detectaron un público joven que nunca había probado el cigarri- llo común y optó por iniciarse con el electrónic­o”, sostiene Gabriela Senatore, presidenta de Asociación Argentina de Tabacologí­a y especialis­ta en Clínica Médica. La vinculació­n de las tabacalera­s y la certeza de que no es inocuo hace que sea controvert­ida la decisión de darle un marco legal a su utilizació­n, reflexiona Senatore, aunque asegura que “a pesar de eso, hay que regularlo para obligar a los fabricante­s a revelar el detalle toxicológi­co de los ingredient­es, limitar su uso, incluir advertenci­as sanitarias y avanzar en investigac­iones a largo plazo”. ■

 ?? A. D’ELIA ?? Reunión. Un bar de la zona de Constituci­ón en el que los “vapeadores” son habituales concurrent­es.Llevan sus líquidos para el cigarrillo electrónic­o y comparten la experienci­a.
A. D’ELIA Reunión. Un bar de la zona de Constituci­ón en el que los “vapeadores” son habituales concurrent­es.Llevan sus líquidos para el cigarrillo electrónic­o y comparten la experienci­a.

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