Clarín

Cumplió 100 años y pidió como regalo donaciones para un hospital

Gesto solidario. Reneé Yantorno planea ayudar al Durand, donde pasó dos décadas vendiendo comida casera, hasta los 98. “No puedo creer que llegué a esta edad”, dice.

- Emilia Vexler evexler@clarin.com

"Pasé por un montón de celulares. En febrero me regalaron uno mejor y empecé a usar WhatsApp. Ahora mando caritas. También aprendo inglés con una aplicación", dice Reneé Yantorno a Clarín. La mujer que habla cumplió 100 años anteayer.

De una infancia acomodada en Uruguay pasó a ser empresaria en Argentina. Pero a los 80 años su suerte cambió y terminó vendiendo tartas de manzana y sandwichit­os en el Hospital Durand para poder sostenerse. Por eso, en un festejo en Puerto Madero con 90 invitados, de regalo pidió donaciones para ese hospital que, dice, la "salvó de la angustia".

Ella nunca se casó. Entonces, al enviudar, hace 35 años, no recibió pensión ni herencia. Tampoco tuvo hijos con el empresario argentino que la enamoró, sin papeles, por cuatro décadas. Él era importador y juntos viajaron por el mundo. Hoy prefiere no dar detalles de por qué lo perdió todo, pero sí de cómo salió adelante.

Nació en Montevideo en 1918. Vivió a ambos lados del "charco" desde los dos años. Hasta que, de adolescent­e, se quedó acá. "No era pobre. Pero una no quiere perder lo conquistad­o. La jubilación no me alcanzaba. Entonces, empecé de nuevo. ¿Cómo? Trabajando. Como hice a los 18 años, cuando me recibí de maestra y enseñaba a leer y a escribir gratis en escuelas rurales uruguayas. O cuando me volví empresaria acá, por mi pareja", sigue, en su casa de Caballito.

A veces llegaba llorando al Durand. "Porque era difícil, después de toda una vida como empresaria, hacer y vender las tartas. Pero yo lo pensé así: las princesas rusas, cuando se fueron a París, se pusieron restaurant­es. Yo podía hacer lo mismo", cuenta. Lo hizo durante 20 años, hasta los 98.

"Iban de todas las áreas a comprarme -recuerda-. Pero especialme­nte de Pediatría. Ellos fueron los que me alentaron. Ocupan un lugar muy especial en mi corazón, me sacaron adelante.” Y sigue: "Hace dos años dejé de ir porque no se podían pagar los ingredient­es de lo caros que estaban y yo no les quería aumentar a los doctores que tanto me ayudaron".

Carolina Sicuso la conoció mientras se formaba como dermatólog­a pediátrica. "Cuando aparecía Reneé era una fiesta. Hacía todo rico. La quisimos desde el día 1", cuenta. Sus dos sobrinos le organizaro­n la fiesta y cada mesa tenía el nombre de una canción. La de Reneé se llamó Resistiré.

Ella pasó por dos operacione­s a corazón abierto. La última, en 1994, cuando el doctor Favaloro supervisó el reemplazo de su válvula aórtica por la de un cerdo. "El chancho no se quejó porque anduve bárbara", dice.

Repasando su vida, Reneé destaca que en los buenos tiempos tuvo una casa de artículos para el hogar y que paseó por España, Alemania, Inglaterra, Suiza y Austria. También fue varias veces a Cuba. Por eso su casa está llena de souvenirs. Y estos objetos hoy lucen impecables. Como ella. Una sonrisa completa, ni una huella de enojo en su expresión y aún fiel al maquillaje. Reneé ve perfecto y sin anteojos. Hasta los detalles de un pulóver calado. "Este lo compraste afuera, ¿no?", pregunta.

Su mamá era uruguaya, hija de un socialité que importaba los pianos Breyer. Su papá, un vendedor de matafuegos argentino que murió cuando ella tenía 14 años. De los siete her- manos que eran, "sólo queda mi 'hermanita' de 97", dice, entre risas. Y sobre su compañero, ella siguió la historia de su mamá y también encontró el amor en Uruguay. "Era representa­nte de Remington acá, pero lo mandaron como gerente a Montevideo. Él me dio una máquina de escribir para que aprendiera a ser secretaria y no se la devolví más", bromea.

Nunca hizo deporte, ni dieta y siempre "probó" el alcohol. Va a la peluquería cada sábado. Y en su abundante pelo corto luce el rubio balayage, que es toda una tendencia en Instagram. "En mi vida quería llegar a los 82. ¿Por qué? Porque era en el 2000 y quería ver el cambio de siglo. Cómo se sentía eso. Ni yo me creo que llegué a los 100 años."

“Voy a brindar por la vida, que me ha dado 100 años felices. Porque llegué plena, con cinco sobrinos nietos divinos. Recibo con creces lo que doy. Por eso, quiero devolver la ayuda", dice. Esta semana su familia va a reunirse con el jefe de Pediatría del Durand para hacer el depósito. En la fiesta había un caja para dejar el dinero en sobres. Hasta ayer a la tarde, no la habían abierto.

Desde hace seis meses Reneé usa bastón. Lectora y googleador­a incansable, su verso preferido es En Paz, de Amado Nervo. Y lo recita: "Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida. Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz". ■

Yo sólo pensaba en llegar a los 82 años. Era para pasar el año 2000 y ver el cambio de siglo. No esperaba poder vivir tanto más”.

Brindo por la vida, porque tuve 100 años felices y estoy plena. Me han ayudado y hoy quiero devolverlo”. Reneé Yantorno

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