Clarín

“Troilo tocaba con los ojos cerrados porque así lo veía todo”

En "¿Por qué escuchamos a Aníbal Troilo?" se buscan las razones de una pasión que se prolonga.

- Nicolás Pichersky

¿De qué manera late el tango entre los porteños? Y más aún: ¿qué queda hoy del legado de uno de sus mayores exponentes, Aníbal “Pichuco” Troilo? Algunos intentos de respuesta se encuentran en ¿Por qué escuchamos a Troilo?, el nuevo libro de Eduardo Berti que inaugura una nueva colección de libros de Gourmet Musical Ediciones que se propone desentraña­r nuestra pasión por algunos músicos.

Berti, nacido en 1964 es parte del prestigiad­o y vanguardis­ta grupo OuLiPo (al que pertenecie­ron Italo Calvino y Raymond Quenau) y un escritor integral que ha recorrido la traducción, el cuento, la novela y hasta la no ficción con su indispensa­ble Spinetta: Crónica e Iluminacio­nes. Troilo mu- rió cunando Berti tenía 13 años. Su nombre, luego del de Gardel, es el de la epopeya del tango: la de los grandes cantores y los clásicos como Sur, Barrio de tango, Garúa y María.

Ya el encuentro para la entrevista, en un bar de Buenos Aires, es dichosamen­te “troileano”: nos juntamos en “la esquina” en “un pedazo de barrio” bajo la “garúa” que hace días destiñe a Buenos Aires. El “por qué” del título es engañosame­nte simple y a la vez rebosa de humor. ¿Es un por qué de libro de auto-superación? ¿Hay acaso en la primera persona del plural la certeza, refrendada con datos y números, de la cantidad de argentinos que escuchamos a Troilo? Nada de eso, pero mucho más. ¿Pero por qué, entonces?

“Porque si escribía un libro sobre Steely Dan, Caetano Veloso o Nick Drake, artistas que barajé, ya sabía lo que iba a escribir sobre ellos. Con el tango no. Troilo fue un desafío porque es como el sol del sistema planetario tanguero: dialoga con Gardel y con Piazzolla, con los mejores letristas, con los cantores que aprendiero­n de él. Sus melodías tal vez sean lo más esplendoro­so de la música de la segunda mitad del siglo 20 en nuestro Nació en Buenos Aires en 1964. Trabajó en diarios y en radio, en el área de Cultura.

En 1988 publicó el libro “Spinetta: Crónica e iluminacio­nes”, a partir de una larga entrevista con el mpusico. Después vino “Rockología: Documentos de los ‘80” Empezó a publicar ficción en 1994, con “Los pájaros”. Le siguieron “Agua”, “La mujer de Wakefield”, “Todos los Funes” y otros. Vive en París. país.”

-¿Qué aprendiero­n otros músicos? -Troilo armó un sistema orquestal que hace evoluciona­r el de Julio De Caro, pero que también toma los adelantos de Pugliese. Como bandoneoni­sta fue un intérprete­ejemplar, que además pudo trascender —como Horacio Salgán—la gradual decadencia de las orquestas para encontrar formatos pequeños, como su genial cuarteto con Roberto Grela o con Ubaldo De Lío.

-Son cosas que no pasan sólo en el tango...

-Si uno quisiera compararlo con otras músicas, otros géneros, el Troilo que descubría cantantes es como Duke Ellington (quegrabó con Frank Sinatra y con Ella Fitzgerald) en su elegancia, en su clasicismo y en su swing; pero a la vez porta el carisma de Louis Armstrong y la audacia de Miles Davis. Y no…ni siquiera…Troilo es Troilo. Incomparab­le.

A Troilo le decían el Buda de Buenos Aires, el japonés, el gorrión con gomina, el Gordo… Pichuco. Todos esos nombres están, y de diferente manera, en esta obra de Berti. Sin una cronología dura que dicte su orden, el aire que recorre su lectura es el de la libertad de un fuelle que respira: apuntes, datos históricos, personajes apócrifos, reflexione­s. Hay capítulos llamados "Maestro Troilo", en lo que, a modo porteño-zen, Troilo conversa con un hipotético alumno: son frases famosas del músico, pero mezcladas con expresione­s de William Blake, Ambrose Bierce o Beethoven, que al autor le repiquetea­ban en los oídos como música de la lengua de Pichuco. Haga la prueba el lector y no encontrará nada más“troileano”:

- “Maestro –preguntó el alumno-, ¿qué es lo que más le costaría compartir en esta vida?

- Una pena querido alumno, una pena.”

Vale la pena ver, también, el capítulo "Retrato japonés de Aníbal Troilo", que echa mano de figuracion­es, conjeturas, perífrasis: “Si el Himno Nacional fuese un tango escrito por Troilo, sería Sur”.

Es famosa la “goma de borrar” de Troilo, con la que daba de baja en la partitura a los excesos de sus arreglador­es. Berti, hombre de letras al fin, pudo ver en Troilo una cualidad que va más allá de la composició­n musical: “Troilo es como la teoría del iceberg de Hemingway: mientras menos muestras más sugerís. La Buenos Aires de Troilo no es la gran panorámica de los cien barrios porteños. Es una síntesis poética: la esquina, “una luz de almacén”; es el plano detalle y no la mirada abarcadora. Por otra parte, hay además una conciencia casi sociológic­a en Troilo y sus letristas, ellos perciben una Buenos Aires que estaba desapareci­endo, que iba a dejar de ser la de antes: por eso El último organito, El último farol “.

-¿Qué queda de Troilo en nuestra música de hoy?

-Es como esos escritores que se convierten en bronce, en figura de billete y entonces se los deja de leer. Por supuesto que se escucha a Troilo, pero a veces se lo resume en piezas como Sur o en el recitado de Nocturno a mi barrio. El mito y el nombre cubren un poco toda esa enorme obra compositiv­a. Y es una obra que todavía tiene mucho para decir.

-¿Nos sigue representa­ndo el tango? -Creo que todavía vivimos la gran renovación de los 90 del tango, justo en aquel momento de la Argentina tan tilingo, tan entreguist­a en que parecía que no quedarían bandoneoni­stas y como por instinto de pura superviven­cia, se empezaron a multiplica­r músicos y escuchas de tango. Y vos pensás en Spinetta, en su padre cantor de tangos, en ´…muchacha voz de gorrión´ y te acordás de Malena voz de alondra. O Canción animal de Soda Stereo -"Hipnotismo de un flagelo dulce, tan dulce…"-, y es tango. Y todo eso Troilo lo supo. Por eso al tocar el bandoneón cerraba Troilo los ojos: porque lo veía todo. ■

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Eduardo Berti Periodista y escritor
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Por qué escuchamos a Aníbal Troilo Eduardo Berti Ed. Gourmet $ 280
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Grande, Pichuco. El nuevo trabajo de Eduardo Berti, un investigad­or nato de la música y sus artistas, explica el peso de la obra de Troilo.

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