Un desacuerdo que tiene como nudo central la “desnuclearización”
Claves. De los insultos iniciales pasaron a una negociación intensa para la cumbre suspendida, en una relación plena de desconfianza entre Donald Trump y Kim.
La cancelación de la cumbre Donald Trump y Kim Jong Un, prevista para dentro de dos semanas y media, es el último capítulo en la saga de la turbulenta relación entre ambos, que alternó entre promesas de paz y graves insultos personales.
Anticipo. En enero de 2017, antes de asumir la Presidencia, Trump afirmó que Corea del Norte nunca podría desarrollar un “arma nuclear capaz de llegar a territorio estadounidense”.
Reacción. En los meses siguientes Pyongyang aceleró el desarrollo de sus misiles intercontinentales. A mediados del año pasado, Kim aseguró: “Todo el territorio estadounidense está a nuestro alcance”. La crisis estalló entre los dos países. Washington incrementó las sanciones financieras y Trump prometió responder con “fuego e ira” ante un ataque.
Bomba H. Como respuesta, los norcoreanos realizaron su sexta prueba nuclear, después de lo cual afirmaron haber creado la potente “Bomba de Hidrógeno”.
Insultos. La retórica belicosa de los dos líderes rápidamente tomó un giro personal muy agresivo. Antes de la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2017, Trump calificó a Kim de “Hombrecito Cohete”. Luego lo llamó “chachorro enfermo”. El gobernante norcoreano respondió: “Disciplinaré con fuego a la rata estadounidense mentalmente trastornada”. Botón nuclear. En enero de este año Kim advirtió que ya contaba con un amplio arsenal nuclear. “El botón nuclear está sobre mi mesa permanentemente. EE.UU. debe entender que esto no es un chantaje, sino la realidad”, dijo. Trump, desde su residencia en Florida, respondió: “Yo también tengo un botón nuclear, que es mayor y más poderoso que el suyo. ¡Y mi botón funciona!”.
Potencia. La realidad de las palabras de Kim, más allá de la retórica, era que Norcorea planteaba una negociación desde su nueva posición como potencia nuclear.
Deshielo. En febrero de 2018, durante los Juegos Olímpicos de invierno en Pyeongchang (Corea del Sur), las dos Coreas iniciaron un deshielo que tuvo su premio el 27 de abril con la firma de la paz en la histórica cumbre entre Kim y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in. Allí surgió la posibilidad del encuentro Trump- Kim.
Paso decisivo. El 8 de marzo, en virtud de una invitación realizada a través de Corea del Sur, Donald Trump aceptó reunirse con Kim. Mike Pompeo, ex director de la CIA y actual secretario de Estado, viajó en dos ocasiones a Pyongyang para reunirse con Kim y acordar los términos.
Acercamiento. En mayo hubo gestos de buena voluntad por parte de Norcorea. Liberó a tres estadounidenses que tenía detenidos y anunció que iba a suspender las pruebas nucleares. Todo parecía encaminarse. El encuentro se fijó para el 12 de junio en Singapur, un lugar neutral.
Desnuclearizar. Pese a la edulcorada diplomacia, comenzaron a surgir dudas sobre qué significaba “desnuclearizar” la península, término que utilizaban ambos bandos, pero con significado diferente. Para EE.UU. implicaba el “abandono nuclear unilateral” de Norcorea, algo nunca previsto por el régimen de Kim. Pyongyang, en tanto, pretendía la salida de las tropas estadounidenses de la península y de buques o aviones que llevaran armamento nuclear.
Nueva crisis. La situación se complicó más a partir del 16 de mayo. Repentinamente Corea del Norte canceló una reunión con funcionarios del Sur, molesto por unos ejercicios militares de Seúl y Washington. Trump anuló las maniobras, pero la controversia continuó por declaraciones de su asesor de seguridad, Mike Pompeo, un halcón de derecha que trató despectivamente a Norcorea. Lo mismo hizo el vice, Mike Pence, y tuvo la réplica de la viceministra de Exteriores norcoreana, quien dijo que eran planteos “ignorantes” y “estúpidos”.
Punto clave. El nudo real de esta nueva crisis pasa por la abismal disparidad en las pretensiones de uno y otro bando, algo que vació de contenido real a a la cumbre, quitándole todo sentido.