Clarín

Se agrava el paro de camioneros en Brasil y faltan naftas y comida

Ya lleva cuatro días y se sumaron nuevos sectores. Temor en las ciudades por la carencia de alimentos básicos.

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com

Si en los barrios de alto poder adquisitiv­o hubo miedo y preocupaci­ón, en los vecindario­s de clases medias y de la periferia se produjo un desahogo: “¡Por fin alguien protesta!”. Estas reacciones claramente diferencia­das las oyó esta correspons­al al indagar sobre rechazos o simpatías a la huelga de camioneros que bloquea rutas y puertos, y paraliza el país.

Primero empezó como un paro de los 600 mil transporti­stas autónomos. Pero después se le unieron las empresas de carga. Con esta adhesión suman más de un millón los camiones estacionad­os en ambos costados de las rutas, lo que dificulta el tránsito inclusive de autos particular­es. El gobierno de Michel Temer llamó a los líderes de la paralizaci­ón para pedir “una tregua”. Pero los autónomos y las compañías decidieron seguir con las medidas. Dijeron, claramente, que quieren ver hechos y no promesas. El presidente de la Asociación Brasileña de Camioneros (Abcam) declaró que la huelga seguirá hasta que las soluciones sean concretas. Hay una alternativ­a que se concretó: la estatal Petrobras redujo en 10% el pre- cio del diesel, la razón que desató el vendaval. Pero mantendrá el valor congelado tan sólo por 15 días.

En el ínterin, el Senado tendría que aprobar una legislació­n que elimina gravámenes a los combustibl­es. En principio citó a los senadores para comparecer este viernes en el Congreso a fin de concretar la ley e impedir que avance el cataclismo. Los de Abcam dijeron que el paro se mantiene hasta que esa norma sea sancionada por Temer.

Las carreteras y los transporti­stas no son un detalle en la economía de ningún país. Hoy los mercados internos, e incluso los internacio­nales, se abastecen sobre neumáticos y no sobre vías férreas. En el caso brasileño, 90% de las cargas se desplazan por las rutas. Aparecen ahora quienes se lamentan de haber confiado solo en motores a combustión para trasladar mercancías.

Más de un experto recuerda que “por desgracia” los ferrocarri­les entraron en desuso, en gran medida porque ésa era la forma de alimentar el negocio de las automotric­es y de las propias petroleras.

Los resultados están a la vista en el cuarto día de huelga transporti­sta. Hay bloqueos en 24 estados provincial­es. Y no sólo ruteros; también en la entrada de los grandes puertos como el de Santos y el de Paranaguá (este último en Paraná). Los productore­s cerealeros no pueden creerlo: “Esta es la mayor zafra de la historia brasileña, pero faltan los granos para llenar los buques”, afirmaron azorados los de la Confederac­ión Rural. Sin embargo, eso tiene una importanci­a solo de mediano plazo frente al caos que amenaza de inmediato a las grandes concentrac­iones urbanas.

Por empezar, ya aparecen las mangueras cruzadas de los surtidores en al menos 6 populosas capitales: San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Salvador, Porto Alegre y el distrito federal Brasilia. El transporte público se redujo en todas a ellas al menos entre 30 y 40 por ciento de la dotación normal. Para volver a sus casas, luego de la jornada de trabajo, las personas debieron aguardar entre una y dos horas la llegada de los ómnibus donde pudieron entrar. No es un chiste cuando se trata de la movilidad de millones de personas. Tampoco lo son las decenas de autos que aguardaban en pacientes filas para abastecers­e de combustibl­e; y muchos debieron retroceder cuando los surtidores ya siquiera goteaban. Nadie piensa en el significad­o y alcance de una parálisis camionera en una ciudad gigante. No hay como imaginarlo hasta que el desastre se produce. Cuatro días de huelga fueron suficiente­s para comenzar a vaciarse las góndolas de los grandes supermerca­dos. Faltan frutas, carnes y verduras. Y pronto irán a desaparece­r yogures y lácteos. La desesperac­ión llegó mucho antes a los vecindario­s ricos, donde mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, salieron a comprar todo lo que piensan que podrá escasear los próximos días. “¿Hay miedo no, digo por el paro?”, preguntó con cierto aire de inocencia esta correspons­al a una vecina.

Es que esta llevaba, en su carrito, dos paquetes de 24 unidades de papel higiénico cada uno entre otros productos. “¡Claro! No sabemos qué puede pasar la próxima semana” respondió con complicida­d.

Otra fue la respuesta de un joven taxista que alquila el vehículo para trabajar: “¡Ojalá que paren todo! Esto se tiene que terminar” vociferó con rabia. Era de aquellos enrolados en el “Que se vayan todos”; al repartir condenas por conductas delictivas contra Temer, contra Alckmin y contra Lula.

“Pero no todos piensan como vos” insinuó esta periodista: “Sí, la gran mayoría del pueblo brasileño quiere que se termine todo esto y apoyo el paro. Tendría que ser general”.

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EFE Atasco. En el caso brasileño, el 90% de las cargas se desplaza por las rutas. Con varios días de huelga por el aumento de los combustibl­es, hay productos que ya no se consiguen.
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EFE Problemas. Varios camiones varados en una autopista cerca de San Pablo, en la ciudad de Embu.

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