Clarín

Miente, que confundirá­s

- Marina Aizen maizen@clarin.com

En octubre, el organismo internacio­nal que se encarga de la ciencia del clima, el IPCC, tiene que publicar un informe sobre cuál es la posibilida­d de limitar la suba de la temperatur­a en 1,5 centígrado­s y qué diferencia habría con un mundo en el que la temperatur­a se alzara 2 grados. Entre un objetivo y el otro (ambos mencionado­s en el Acuerdo de París) podrán vivir o morir naciones enteras, por ejemplo. Por eso, da mucha rabia enterarse de que las petroleras tenían antes que nadie certeza científica de que la combustión de sus propios productos causaba un daño irreversib­le en la atmósfera. El sitio DeSmog, de Gran Bretaña, acaba de revelar que la Shell tenía investigac­iones sobre este tema ya en 1981 y entendía que la industria tendría que jugar un papel importante para solucionar este grave problema. La conversaci­ón interna duró por años. Un documento confidenci­al de 1988 afirmaba que “cambios relativame­nte rápidos y dramáticos (en el clima) impactarán en el ambiente humano, el nivel de vida futuro y el suministro de alimentos y podrían tener importante­s consecuenc­ias sociales, económicas y políticas”. Y sin embargo, cuando el asunto se empezó a discutir en negociacio­nes multilater­ales, la compañía sólo se ocupó de financiar al lobby negacionis­ta, que desestima el papel del hombre en el cambio del clima.

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