La mística copera de Estudiantes fue clave para darlo vuelta y seguir
Necesitaba ganar por dos goles de diferencia y arrancó perdiendo. Otero metió dos penales.
Jamás, nunca, bajo ninguna circunstancia, por más adverso que sea el trámite del partido, hay que dar por muerto a Estudiantes. Y menos, muchísimo menos, si de jugar por Copa Libertadores se trata. Con coraje, ayudado por la tibieza del rival que se relajó con la temprana diferencia, escribió otra proeza para quedarse con el boleto a los octavos de final al derrotar 3-1 a Nacional, que llegaba con ventaja favorable de dos goles.
Anoche la mística copera resurgió como nunca, como siempre desde hace 50 años, para resucitar un choque que, de entrada nomás, le resultó cuesta arriba cuando, desde los 3 minutos, ya estaba abajo 1-0. Tomó de su propia medicina el Pincha en el arranque de la lidia con el cabezazo de Zunino, a través de la pelota parada.
El mano a mano crucial venía precedido del sonado rumor de choque rústico, donde ambos -a su manera, con libretos diferentes- propusieron un juego de ataque.
Opaco, predecible, Estudiantes nunca encontró el rumbo en la parte inicial. Lento, demoró y falló en la transición de pases. Errático Braña, desaparecido Tití Rodríguez, aislados Melano y Pavone, el juego corto de los volantes uruguayos, liderados por Oliva, se impuso decididamente.
Tuvo el cotejo luego un punto de inflexión: la entrada de Juan Otero. Pieza decisiva para ofrecerse como descarga de pase, marca obligada de una yunta de rivales que lo tuvieron a maltraer desde que pisó la gramilla. Anotó los penales a su cargo y, por un pelito, casi mete junto al palo el tercero de su cosecha sobre la hora.
La recta final fue la de un típico partido de Copa en donde ambos perdieron un jugador y lijaron la cancha en cada duelo mano a mano.
A los rivales de Estudiantes deberían asistirlos los historiadores del fútbol. Les hablarían de mil batallas similares, increíbles. Y les dirían que nunca den por muerto a Estudiantes.
Anoche le pasó a Nacional. Se volvió a Uruguay con el bolso vacío. ■