Versalles de película
“¿Sabés lo que tenían para comer? Tres empanadas”. “Menos mal que la charlatana de al lado me imita en todo. Yo hago puchero, ella hace puchero, yo hago ravioles, ella hace ravioles. ¡Qué país!” “Ahí lo tenés al pelotudo”. “¡Minusválida mental!” “¿Fayuta yo?” Estos diálogos ya son casi latiguillos así que se recuerdan fácilmente. Más, frente a la casa de Echenagucía 1232, en el barrio porteño de Versalles: allí se filmó en 1985 la madre de todos ellos, Esperando la carroza, dirigida por Alejandro Doria que se convirtió en un clásico del grotesco nacional. Lo indica la placa que la Legislatura colocó en 2011, luego de que vecinos y fanáticos se movilizaran para arreglarla. Es que en ese lugar los hermanos Musicardi velan por error a Mamá Cora (Antonio Gasalla), entre otras escenas clave. Y aunque es su principal locación en Versalles hay otras, incluso en la misma cuadra. Al 1255 está la terraza desde la que Mamá Cora contempla su velorio. Y a unos cincuenta metros, la de la cocina donde arruina la mayonesa que prepara su nuera. “Hice flancitos”.
Tampoco cuesta imaginarse por qué Doria eligió el lugar. Buscaba una casona antigua en un barrio tranquilo. La de Echenagucía 1232 está cerca de cumplir los cien años. Además, aunque el barrio se llama Versalles porque en 1911, cuando llegó el Ferrocarril del Oeste, el médico de esa empresa, José Guerrico, volvía enamorado del castillo homónimo cercano a París, también supo guardar rincones con otro tipo de “lujos”: techos bajos, empedrado y el ritmo suave de domingo cerca de la cancha de Vélez y de la General Paz.
Así que Versalles se convirtió en uno de los más espacios arbolados y silenciosos de Capital. Y por eso, y porque filmaron además parte de El hijo de la novia (2001, de Juan José Campanella) en el antiguo bar de Nogoyá y Gallardo, también resulta “de película”. Cambió, claro. El trencito, que iba y venía de la estación de Villa Luro, dejó de funcionar en el ‘52 y una década más tarde demolieron la estación. Cerraron hace mucho las fábricas que crecieron alrededor del ferrocarril. Y Gigante, el primer supermercado de la Ciudad, bajó las persianas en 1970, cinco años después de levantarlas.
Esta tarde, el guía del Ente de Turismo porteño, Nicolás Cancino, ofrece una visita gratuita por el barrio. Incluye éstas y otras memorias. Los paseos que ocupan el antiguo predio ferroviario. La parroquia Nuestra Señora de la Salud, de los ‘30. El Ateneo Popular, del ‘38. Los colegios EE.UU. y Kennedy, del ‘34. Y la plaza Ciudad de Banff. Ahí donde Mamá Cora, con una corona de flores entre los brazos, apura el paso junto a otros viejos mientras suena Tengo una vaca lechera, en el final de una de las películas del barrio de Versalles. ■
La visita guiada “Recuerdos de un palacio” parte a las 15 de Juan B. Justo y Jonte. Hay que anotarse antes en www.ba.tours