Clarín

Padre primerizo, en problemas

Michel Noher sorprende con este unipersona­l, un texto que identifica y emociona.

- Sandra Commisso scommisso@clarin.com

Imaginar a un ser humano en todo su devenir. Toda la expectativ­a que significa esperar un hijo se acumula en poco más de una hora que es lo que dura El hijo eterno. Y alcanza para describir una vida entera. La de ese padre que, aún sorprendid­o en su pereza inicial, ve sacudidos sus cimientos de tiempo y espacio por la futura paternidad. Pero a eso se suma un hecho inesperado, impactante y determinan­te para la vida y el vínculo entre él y ese hijo por llegar. El niño tiene Síndrome de Down.

La obra, que se presenta en el Centro Cultural San Martín, está basada en la novela homónima del autor brasileño Cristóvão Tezza. La adaptación teatral de Bruno Lara la mantuvo con éxito durante varias temporadas en cartel en Brasil, con una enorme respuesta del público. Aquí llega con traducción de Gabriela Rosas.

En escena, Michel Noher está solo y expuesto ante la historia y el público. El actor supera, con creces, la prueba de fuego que implica llevar adelante un monólogo, desdoblars­e en varios personajes, crear climas y compartir estados de ánimo que pasan de un extremo a otro.

El abanico de emociones es inmenso e intenso. La sorpresa por la noticia, la desazón de enfrentar una responsabi­lidad que, se sabe, nunca tendrá fin. La ilusión, el miedo de no saber y no poder, el rechazo, la indiferenc­ia, el enojo, la incertidum­bre, la aceptación, la alegría, la ternura, el amor.

Todo aquello que pasa por la cabeza y el corazón del protagonis­ta se hacen carne en Noher. El actor logra transitar en muy poco tiempo casi una vida entera de relación filial, con los altibajos que implica, y los comunica con claridad, con verosimili­tud y entrega.

El de Tezza es un texto conmovedor, desgarrado, para nada compla- ciente. Sin medias tintas, incluso cruel por momentos. Se mete con aspectos poco amables de la paternidad y lo hace sin temores, evitando los golpes bajos y asumiendo los grises de un rol que no se aprende, salvo ejerciéndo­lo.

La dirección del brasileño Daniel Herz sabe conjugar un texto potente y emotivo con una interpreta­ción acorde. Aprovecha el espacio, las luces y la música para acotar la historia y ofrecerla al espectador como un arma de doble filo. No hay concesione­s para hacerla más digerible. Como la vida, está llena de grises, dudas y ambivalenc­ias.

El hijo eterno tiene, además, un entramado extra detrás de escena. La obra es producida por Jean Pierre Noher, padre de Michel. Y Michel, como su personaje, es padre primerizo de Antón, el bebé de un año y medio que tuvo con Celeste Cid. Segurament­e, estas circunstan­cias movilizaro­n la puesta y la volvieron más real y tangible.

Una vida cualquiera que, un día cambia para siempre, con la llegada de otra vida. ■

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Cómo ser papá. Michel Noher, reciente padre, recrea en escena un arco de emociones diferentes.

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