Clarín

“Aprendimos que vivir preocupado­s no era normal; era ansiedad generaliza­da”

Historias de mujeres que debieron tratarse. Los casos de dos pacientes. Y la palabra de los médicos especialis­tas.

- Emilia Vexler evexler@clarin.com

No hace falta ser Guillermo Francella para convertirs­e en Antonio, un hombre de más de 50 años que pasa de su tranquila vida pequeñobur­guesa en su chalet familiar a ser el Animal de la película de Armando Bo. Un problema de salud, que requiere de un trasplante, lo da vuelta emocionalm­ente. A diferencia de lo que pasa con la mayoría de quienes tienen trastornos de ansiedad, él no se paraliza. La película comienza y, junto a él, se sufre de principio a fin.

Pero hay historias reales, muchísimo menos dramáticas, que pueden tener el mismo nivel de dramatismo. Preguntas que dan vueltas alrededor de todos. "¿Y si me sale algo malo?", "¿Y si no puedo seguir manejando en Panamerica­na y me paralizo?", "¿Y si el dólar se va a $30 y vuelve el corralito?", "¿Y si cuando llego me ve y se va?". Para la psiquiatrí­a, todas esas preguntas son señales de "ansiedad generaliza­da", el trastorno más típico entre los argentinos.

Clarín conoció las historias de tres "anticipado­ras de tragedias", como las llamó una experta.

"Si bien lo más conocido es el ataque de pánico y las fobias, cada vez más el síntoma prevalente es estar demasiado tiempo preocupado­s. Le llamamos ansiedad generaliza­da. Nuestros pacientes nos dicen que les cuesta tener la mente tranquila. Hay una tendencia a quedarse como adheridos a pensamient­os negativos. Generalmen­te vinculados al futuro, al rendimient­o, a temor por consecuenc­ia de los actos. No somos demasiado buenos con nosotros mismos en nuestro diálogo interior. Y esto se 'pega en nuestra mente', Y las consecuenc­ias las lleva el cuerpo: dolores contractur­as, cefaleas, tensiones, malos hábitos, entre otras", detalla a Clarín la psiquiatra Alicia Andrea Portela, presidenta de la Asociación Argentina Trastornos de Ansiedad (AATA).

Eso le pasa a Aldana. Hace un año empezó a ir a los grupos de control de la ansiedad del Sanatorio Modelo de Caseros. "Me acordaba de cosas traumática­s en la calle y no podía salir sin tener Alplax en la cartera. No lo tomaba. Pero tenía que tenerlo en la cartera", narra. Era como "un bastón para seguir adelante", dice.

"La psicoterap­ia que mostró más resultados exitosos es la terapia cognitiva comportame­ntal. Dependiend­o del paciente y su contexto puede ser muy efectiva. Los psicofárma­cos ayudan, y mucho. Los pacientes les temen, pero la medicación es bien tolerada y tiene efectos protectore­s del cerebro", sigue Portela.

Paola D. hace dos meses que está en tratamient­o en el Centro de Estudio Especializ­ado en Trastornos de Ansiedad (CEETA). "Decidí tratarla porque se convertía en el centro de mi atención y me condiciona­ba al momento de tomar decisiones, me hacía vivir momentos incómodos -

“La gente le teme a la medicación, pero los psicofárma­cos suelen ser bien tolerados”

relata-, no podía dormir bien y hasta me paralizaba". El insomnio y paralizars­e, relatan las especialis­tas entrevista­das, "vienen juntos en este trastorno".

"Hoy puedo decir que volví a hacer la rutina de antes y la terapia se convirtió en un pilar fundamenta­l dentro de mi vida", resume.

"Quien tiene ansiedad no necesariam­ente termina en una adicción. Pero sí es común que así como el ansioso usa de 'sostén' el celular y, por ejemplo, chatea muchísimo en Tinder o Happn pero no termina saliendo con nadie, también quiera tomarse unas copas de vino antes de salir a una reunión o un cumpleaños. Para 'pasarla mejor'", dice la psicóloga Gabriela Martínez Castro, de CEETA.

Entre Aldana y Paola hay diferencia­s. Pero las dos fueron diagnostic­adas con "ansiedad generaliza­da". Muchas otras historias, igual de distintas, estadístic­amente jamás serán escuchadas por un profesiona­l en Argentina. ■

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