La votación que dispara un golpe definitivo a la iglesia conservadora
Europa desembarcó este fin de semana en Irlanda, el bastión católico del viejo continente. El contundente triunfo del SI en el referéndum para legalizar el aborto fue un golpe durísimo para la conservadora Iglesia irlandesa, acaso su certificado de defunción. Pero no para el catolicismo irlandés, si sabe leer los resultados.
El referéndum dejó al descubierto varias cosas: la mayoría de los irlandeses –sobre todo los jóvenes- se sumaron al criterio dominante en el resto de Europa. Ello determinó que muchos analistas hablen por estas horas de una “silenciosa revolución cultural” en Irlanda, donde hasta hace poco la enorme mayoría se declaraba católica y la participación en las misas dominicales alcanzaba a 90 % de los bautizados, cifra sin parangón en el mundo.
Pesó también la debilidad de una Iglesia irlandesa devastada por los abusos cometidos por miembros del clero, que obligaron al Papa Benedicto XVI a castigar a los obispos locales, anticipó de lo que está ocurriendo con la Iglesia chilena, que llevó a Francisco a reconocer el pésimo manejo del Episcopado trasandino –por no decir encubrimiento- y disparó la renuncia de los 34 obispos chilenos, algo sin precedentes en la historia de la Iglesia mundial.
Con todo, hay otra explicación para el revés de la Iglesia. Su lugar dominante en el país durante siglos que provocaba una cierta asfixia en quienes no pensaban igual y, en particular, su férrea posición en materia del aborto que obturaba cualquier excepcionalidad. Una actitud que se vio reflejada en los jóvenes. De hecho, la legislación irlandesa no permite cau- sales como el riesgo de vida para la madre, la malformación del feto o los casos de violación que sí están contempladas en la Argentina, más allá de que las provincias observen el protocolo de abortos no punibles ordenado por la Corte Suprema.
El punto no es menor. Por caso, si bien en Argentina las encuestas reflejan paridad entre partidarios y opositores a la despenalización, la aprobación se dispara cuando se mencionan aquellas causales. Los obispos irlandeses fueron por todo y se quedaron sin nada.
En definitiva, más allá de los cambios culturales –o precisamente por ello- lo que entró en crisis en materia eclesiástica en Irlanda fue un modo de ser Iglesia. Ya no sirve el peso de la tradición, ni eventualmente las presiones enancadas en el Estado, sino que es necesario tener la capacidad de ser comprensivos y entusiasmar con el mensaje en la sociedad moderna. ■