Clarín

Las ciudades invisibles

- Quim Monzó

Con poco tiempo de diferencia, Egipto y Filipinas han anunciado su intención de construir dos nuevas capitales. La de Egipto no tiene nombre todavía, pero ya han empezado a edificarla. Está a 40 kilómetros de El Cairo y ya hay anuncios para que compres un piso: “Una nueva ciudad, un nuevo estilo de vida”. Calles anchas, cámaras de seguridad por todas partes... Podrán vivir allí cinco millones de personas.

En junio del año próximo se trasladará­n los organismos estatales: gobierno, ministerio­s... Habrá veinte rascacielo­s, todos construido­s por empresas chinas. Los edificios de El Cairo que esos organismos dejarán vacíos se convertirá­n en hoteles, dicen. El argumento para crear la nueva ciudad es que en El Cairo la contaminac­ión es demencial, y la densidad de población y los atascos, insufrible­s. Son veintitrés millones de personas y, según los cálculos, en el 2050 serán cuarenta.

El caso de la nueva capital de Filipinas es diverso. A diferencia de la egipcia tiene nombre: New Clark. Los motivos para construirl­a son parecidos a los egipcios: demasiada densidad de población en Manila, demasiados atascos de tráfico, un aire irrespirab­le... New Clark estará a 120 kilómetros de la actual capital, pero, a diferencia del proyecto egipcio, su construcci­ón ni siquiera ha empezado: calculan poner la primera piedra en el 2022 y, si todo va bien, hasta que esté acabada pasarán tres décadas.

Más que a Brasilia, estos proyectos recuerdan el caso de Viedma, en Argentina. Brasilia se edificó en el interior de Brasil para sustituir a Río de Janeiro como capital y desplazar el eje del país desde la costa hiperpobla­da hacia el interior.

Empezaron a construirl­a en 1956, y en 1960 ya era la capital. Viedma, en cambio, fue un proyecto de los ochenta impulsado por Raúl Alfonsín, que pretendía reequilibr­ar la balanza entre el Río de la Plata, en el norte, donde están Buenos Aires y la gran actividad administra­tiva y empresaria­l, para insuflar nueva vida al sur, a la Patagonia, ampliando la ya existente ciudad de Viedma. En el discurso donde anun- ció la idea, Alfonsín instó a los argentinos a “crecer hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío”. El proyecto se arrastró con más pena que gloria hasta que hace cuatro años Cristina Fernández de Kirchner le dio carpetazo.

Estos proyectos urbanístic­os me hacen pensar en Las ciudades invisibles, la novela de Italo Calvino en la que Marco Polo explica al emperador chino Kublai Kan ciudades de su imperio que desconoce. En total le explica punto por punto cincuenta y cinco ciudades inexistent­es, fruto de su fantasía, con nombres fascinante­s, de los cuales el actual proyecto egipcio podría recuperar uno, visto que no saben cómo bautizar la futura capital: Diomira, Zaira, Maurilia, Ipazia, Smeraldina, Marozia... –¿Cuál es la capital de Egipto, joven? –Marozia.

–Muy bien. Aprobado.

Y si algún otro país decide construir una capital nueva, en Las ciudades invisibles encontrará también el nombre ideal. No se los acabarán todos... ■

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